¿Qué es la anorexia nerviosa atípica?
Solemos asociar la anorexia con la delgadez extrema. Al ser su síntoma más llamativo o sobresaliente, damos por hecho que es la base de este trastorno. Sin embargo, no siempre está presente. Existe un porcentaje de personas que sufren esta condición, pero que presentan un peso considerado normal o incluso por encima de lo esperado. Es lo que ocurre en la denominada anorexia nerviosa atípica.
Esta enfermedad no constituye un caso anecdótico, sino que se está viendo cada vez con mayor frecuencia. De hecho, se estima que cerca del 40 % de quienes reciben atención por un trastorno alimentario padecen anorexia nerviosa atípica. El hecho de que los pacientes no presenten infrapeso puede hacer difícil la detección del problema por parte del entorno e incluso por parte de los profesionales sanitarios. Por esto, es importante conocer en qué consiste y cómo ha de abordarse.
¿En qué consiste la anorexia nerviosa atípica?
Este es un diagnóstico relativamente nuevo, que no se codificó de forma oficial hasta la última versión del Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales (DSM-5). Sin embargo, los profesionales ya venían observándolo y atendiéndolo desde tiempo atrás.
Se trata de una condición en la que están presentes todos los síntomas y criterios diagnósticos de la anorexia nerviosa, excepto el bajo peso corporal. Así, la persona muestra los siguientes signos:
- Miedo intenso y obsesivo a ganar peso o a estar gordo.
- Comportamiento persistente que impide el aumento de peso, como dietas estrictas, ejercicio excesivo o ayunos.
- Alteración o trastorno en la forma en que la persona experimenta el peso y la forma del cuerpo.
- El peso tiene una influencia excesiva e indebida en la autoevaluación que el paciente hace de sí mismo y en su autoestima.
- No se reconoce que existe un problema o un trastorno que requiere de ayuda.
Como decíamos, la principal diferencia con la anorexia nerviosa, tal y como la conocemos, es el hecho de que la persona no está en infrapeso. De hecho, puede tener un peso normal o por encima de lo esperado; por tanto, desde el exterior la persona no se ve enferma, afectada ni demacrada. Sin embargo, lo cierto es que su organismo está sometido a un gran estrés, y que sus percepciones y pensamientos están alterados.
Principales riesgos y consecuencias
Las personas con anorexia nerviosa atípica generalmente experimentan pérdidas de peso bruscas y dramáticas, debido al estrés al que someten a su cuerpo a base de restringir la ingesta energética o hacer ejercicio excesivo. Así, pese a que por fuera luzcan saludables, están sufriendo las consecuencias de este comportamiento.
Es posible que se encuentren médicamente inestables, y que sus signos vitales sean peligrosamente bajos, tal y como ocurre en los casos típicos de anorexia nerviosa. Así, puede aparecer bradicardia, inestabilidad ortostática y otras consecuencias fruto de la desnutrición. Entre las principales se encuentran el retraso en el crecimiento, los problemas de densidad ósea y el riesgo de infertilidad.
Estas dificultades aumentan cuando la persona que lo sufre se encuentra en la adolescencia. Y es que este es un momento crítico en el que si se interrumpe el crecimiento o se afecta a la salud ósea, las consecuencias pueden ser irreversibles y permanecer a largo plazo. Además, la ausencia de la menstruación que se produce por la restricción alimentaria y la pérdida drástica de peso pueden comprometer la fertilidad a futuro.
Más allá de esto, a nivel psicológico y emocional, los problemas también son serios y similares a los que ocurren en la anorexia nerviosa típica. Los pacientes con anorexia nerviosa atípica muestran baja autoestima, una preocupación muy intensa por la alimentación y la imagen corporal y comorbilidades psiquiátricas, como la ansiedad, la depresión o la ideación suicida.
Intervenir en la anorexia nerviosa atípica
Las personas con anorexia nerviosa atípica enfrentan retos incluso superiores a los tradicionalmente asociados a la enfermedad. Se trata de personas que con mayor frecuencia han sufrido sobrepeso u obesidad, con el estigma y el rechazo social que esto conlleva. Además, normalmente se ven obligadas a emplear métodos más extremos para luchar contra su biología.
Para estos pacientes y para su entorno, identificar que padecen una enfermedad no es sencillo. Por el contrario, suelen recibir elogios, halagos y felicitaciones por su pérdida de peso, sin reparar en que la causa es realmente un trastorno alimentario. Además, para lograr estabilizar los signos vitales, recuperar la menstruación y comenzar con la recuperación es necesario recuperar parte del peso perdido, algo que para la persona puede suponer una pesadilla.
No obstante, es fundamental que se produzca una intervención temprana. Estamos ante un tema muy serio, en el que el sufrimiento de los pacientes es comparable al de los casos típicos. Por otro lado, cuidado, porque a menudo no reparamos en la influencia que tenemos sobre los demás y lo hirientes que pueden ser unas palabras que nos presionen directamente en el punto en el que somos vulnerables, por muy bien intencionadas que sean estas; aunque pensemos que delgadez es sinónimo de salud, detrás de una gran pérdida de peso puede haber un severo trastorno alimentario.
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