Aporofobia: el rechazo al pobre
Hace 20 años que Adela Cortina acuñó el término aporofobia para referirse al rechazo a los pobres. Pero fue muy recientemente, el pasado diciembre, cuando la Real Academia de la Lengua Española (RAE) lo incorporó a su diccionario. Poco después, la Fundación Fundéu BBVA lo eligió Palabra del Año 2017. Pero a pesar de que su relevancia es máxima, sigue siendo muy complicado darle la vuelta a este rechazo y transformarlo en cooperación.
Dejar claro, en primer lugar, que este concepto no alude a un tipo de trastorno mental. En muchas ocasiones, se emplea el término fobia para designar fenómenos sociales y psicológicos que tienden a marginalizar a las personas más vulnerables. Y éste es el caso de la aporofobia, un neologismo específicamente creado para definir una sensación de repulsión ante aquella persona que es considerada diferente en alguna medida.
Adela Cortina: la descubridora del término
Es Catedrática de Ética y Filosofía Política en la Universitat de València y ha sido la primera mujer en ingresar como miembro de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas desde su fundación en 1857. Tras más de 20 años investigando, ha conseguido uno de los mayores logros: ver reconocido su trabajo a nivel internacional.
Adela Cortina se percató de la necesidad de una palabra que designara ese odio hacia las personas más desprovistas: considera que hoy en día todo lo importante tiene nombre.
¡Hasta los huracanes y las ciclogénesis explosivas! Por tanto, se concienció de que esta realidad tenía que ser bautizada. Para ello, recurrió al término griego aporos, que en esta lengua define a aquél que no tiene recursos o salidas. Y uniéndolo al concepto de aversión compuso el de “aporofobia”.
Extensión a otros ámbitos
Como asegura Cortina, “cuando el extranjero es rico y cuando la persona de otra etnia es rica la recibimos con todo el entusiasmo”. Por tanto, la xenofobia también podría tildarse como aporofóbica; puesto que suele dirigirse exclusivamente a las personas pobres.
Es decir, normalmente se denomina racismo al rechazo de inmigrantes, cuando, en palabras de esta filósofa, nuestra aversión no está dirigida a “su condición de extranjeros”, sino a su inexistente poder adquisitivo.
Asegura, por tanto, que el problema no es de raza, etnia o de extranjería. ¿Acaso nos molestan los futbolistas negros que son multimillonarios? ¿Y los gitanos que triunfan en el mundo del espectáculo? ¿O los jeques árabes que mandan construir hoteles de extra lujo? ¿Y las actrices sudafricanas que alcanzan las más altas cotas de fama?
Nos producen rechazo los refugiados, los inmigrantes, los indigentes… Pero, ¿cuáles son las causas que nos llevan a desarrollar este odio tan arraigado?
Sesgo ideológico
La idea de meritocracia contribuye a aumentar la marginalización de estas personas. Es decir, presuponer que ser pobre es una cuestión voluntaria y ligada a la actitud personal. Pero esto en muchos casos es falso.
De hecho, los principales predictores de pobreza no pueden ser sometidos al control del individuo: nivel de renta familiar, lugar de nacimiento, salud parental e incluso el cociente intelectual. ¿O acaso alguno de ellos es elegido voluntariamente por la persona excluida?
Disonancia cognitiva
Si habéis tenido la oportunidad de viajar a un país extranjero sumido en la pobreza, es posible que hayáis experimentado esta sensación. Es el hecho de encontrarte frente a niños que no tienen ninguna necesidad básica cubierta y te piden ayuda solo con la mirada. Son aquellos que al recibir un bolígrafo de regalo se convierten en las personas más felices del mundo.
Al ver este panorama, es posible que manifestéis una fuerte incomodidad fruto de vuestra impotencia. Es decir, no sabéis como ayudar a cambiar la situación de extrema pobreza de estas personas. Esto es un tipo de disonancia cognitiva en la que se produce una tensión psicológica fruto de dos ideas que se contradicen entre sí: ayudar sin producir cambio sustancial en sus vidas.
En este sentido, hablemos de los prejuicios. ¿Por qué las personas siguen considerando que todos los inmigrantes roban? Como en todas las nacionalidades, hay personas con una moral más baja que otras. Por eso, generalizar en este aspecto es contribuir a fomentar un estereotipo basado en la aporofobia y la criminalización. Si su única intención fuera desvalijar a otros, quizá preferirían quedarse en su país natal, rodeados de su familia, antes que irse a la otra punta del mundo. ¿Qué pensáis?
Combatir la aporofobia
Ya sabemos del fuerte poder de contagio que tiene el rechazo social. Actuamos en masa y, si hay alguien cercano a nosotros que manifiesta odio hacia los pobres, es muy probable que algo se nos pegue. Por eso, para poder hacerle frente y evitar que se siga contagiando, es fundamental el compromiso personal de cada uno. Y, por supuesto, el institucional.
En este sentido, Adela Cortina ha dado un paso muy importante en lo que se refiere a la defensa de los intereses de los más desfavorecidos y a su visualización. Así, es necesario divulgar una visión de la pobreza no esencialista, que permita vincularla con las circunstancias de vida de cada persona y no tanto por respuestas a preguntas como de dónde proceden o qué tienen.