Aprender a aceptar, aprender a cambiar
“No hay nada permanente, excepto el cambio” (Heráclito)
A menudo, nos surgen situaciones en la vida en las que no sabemos como actuar y nos movemos entre aceptar lo que nos sucede o por el contrario, evitarlo o incluso, negarlo. Pero, ¿qué es lo que más nos beneficia?
La respuesta sería aceptar aquello que se nos presenta. Cualquier situación en la que la vida o las relaciones nos sorprenden, tenemos que aprender a aceptarla. Si nos resistimos o negamos, tan sólo se harán más fuertes esos pensamientos en nuestra cabeza, adquiriendo una mayor relevancia.
Aceptar es sinónimo de afrontar y contrario de evitar
Afrontar una situación es buscar soluciones, es aprender a vivir con la situación de la mejor manera posible, y ser feliz con ello.
Cuando hablamos de aceptar, nunca consideramos que evitar sea una solución, ya que la evasión nos aleja de la realidad, mirando hacia otra dirección, sin afrontar ni resolver lo que nos corresponde. Además, aceptar es el primer paso para que más adelante haya un cambio.
¿Qué diferencia hay entre la aceptación y la resignación?
Aceptar es encontrar el equilibrio para ser feliz con lo que nos toca vivir, es encontrar la fórmula para solucionar, mejorar, adaptarse, respetar y ver el lado positivo de la situación. Es comprender las cosas tal como son.
Sin embargo, la resignación es vivir con esa situación molesta, porque no nos queda más remedio, llevando lo mejor posible el sufrimiento, y aguantando lo que nos ha tocado vivir.
La respuesta es aceptar siempre. Ahora bien, es conveniente no confundir la aceptación con la resignación, como explicábamos antes, ya que resignarnos sería asumir la situación desde la pasividad del sufrimiento, y sin embargo, aceptar supone ser parte activa de la situación que aceptamos, es decir, que parte de la aceptación, en muchas ocasiones es la toma de decisiones y ésta conlleva, a veces, el cambio.
Aprender a aceptar es aprender a cambiar
Como hemos dicho, aceptar es siempre el primer paso, para adaptarnos de la mejor forma a la situación que nos sobrevino.
Con ello, nos sentiremos mejor con nosotros mismos y con la situación, aprenderemos a llevarla bien, por ejemplo, sin sufrimiento, sin desbordarnos, viéndonos capaces, con herramientas, aptitudes positivas y respeto por las demás personas implicadas.
Sin embargo, es posible, que fruto de la superación y del descubrimiento personal, llegue el momento de plantearse la propia vida, su forma de vivir, las relaciones interpersonales , de pareja, laborales, etc… Y es entonces el momento del cambio, desde la aceptación, con la satisfacción de haberlo sabido llevar, llega el momento de plantearse la vida personal.
Por ejemplo, cuando una relación de pareja va mal, debido a la incompatibilidad de ambos miembros, el primer paso es la aceptación de cómo es la otra persona, con ello, desaparecen los reproches, la falta de respeto y el intento de que la otra persona cambie.
Cuando aceptamos, nos damos cuenta de cuál es la realidad, y respetamos más y mejor las diferencias, afrontándolas desde la tranquilidad. Y por ello, llegado a éste punto de aceptación, surge el siguiente aprendizaje, el de la decisión del cambio.
Cuando aceptamos la situación, no luchamos contra la situación por cambiarla, sino que tomamos decisiones de cambio personal, planteándonos la propia vida, y la de la pareja. Mientras que cuando evitamos, no aceptamos ni afrontamos la situación, es decir, el problema sigue estando, aunque escondido.
Cuando tomamos decisiones de cambio, es porque, una vez aceptada la situación, decidimos que no es así como queremos vivir, y sin pretender cambiar la situación ni a las personas, somos nosotros quienes cambiamos el rumbo de nuestra proyección de vida.