Artes de Seducción

Artes de Seducción
Sergio De Dios González

Revisado y aprobado por el psicólogo Sergio De Dios González.

Escrito por Edith Sánchez

Última actualización: 13 octubre, 2020

Algunas aves despliegan bellísimos cantos o bailan con gracia alrededor de la hembra que han elegido. Las fieras se baten en duelos a vida o muerte para determinar cuál es el macho que va a quedarse con la hembra por la que disputan. Otras especies, como los pavos reales, extienden su plumaje para exhibir su belleza. Los rituales de cortejo y seducción están presentes en toda la naturaleza.

El hombre no escapa a esa lógica, e incluso repite, a su modo, las estrategias de otras especies. Hacer alarde de las destrezas propias, disputarse la pareja con otro (o con otra) o pavonearse por ahí, también son formas de “ir por esa presa” que quita el sueño.

Los rituales humanos, por supuesto, son mucho más sofisticados. Y cambian a medida que la cultura se transforma. En los confines de la historia se trataba de dar un mazazo y raptar a la mujer deseada. Hoy, en la cultura occidental, el asunto es mucho más elegante, aunque, de uno u otro modo, conserva la lógica básica de la edad de piedra.

“Todo pasa por la inteligencia. Sin seres inteligentes no hay seducción. La hermosura que se puede encontrar en un cuerpo tiene que ver con una forma de percibirlo, y eso ya es pensamiento.”

-Milo Manara-

El macho alfa, ¿un mito?

Los enfoques más biológicos indican que la prevalencia de un macho alfa también se registra en el mundo humano. No se trata exactamente del ejemplar con más músculos, ni del que deja el pellejo en una disputa a dentelladas. No.

El macho alfa en nuestra cultura actual es el que se muestra mejor dotado para sobrevivir e imponerse. El más seguro de sí mismo. El que controla situaciones. El que sabe cómo decir la primera y la última palabra.

Este tipo de hombre representa al típico “macho occidental”. Y varias investigaciones demuestran que es el preferido por las mujeres, aun con feminismo a bordo. La razón es simple: biológicamente estamos dotados de alertas secretas.

El propósito último del encuentro sexual es perpetuar la especie. Por eso, inconscientemente, las mujeres se sienten más atraídas por ese “ejemplar” que se muestra mejor dotado genéticamente para cumplir con ese propósito.

Percepciones según la cultura

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Los enfoques más culturalistas hacen un análisis diferente. Dicen que la existencia del “macho alfa” es una construcción social. Prueba de ello es que no todas las culturas le apuestan a ese imaginario.

La antropóloga Margaret Mead estudió varias sociedades de Nueva Guinea y estableció que los roles de género no siempre funcionan como en Occidente. En la comunidad “arapesh”, por ejemplo, todos los integrantes tienen conductas que podríamos catalogar como “femeninas”. Y los hombres son valorados por su delicadeza y dedicación al hogar.

Así las cosas, podríamos concluir que, en principio, el asunto de la conquista está sumamente influenciado por la cultura. Las estrategias para ganar el amor de una mujer son válidas, dependiendo de la sociedad de la que estemos hablando. En algunos lugares puede ser eficaz mostrarse fuerte e invulnerable, mientras que en otros no.

Las mujeres también juegan a la seducción

Hasta hace apenas algunas décadas no se veía a la mujer como parte activa en la conquista amorosa. Todos suponían que ellas debían esperar hasta que un hombre las eligiera y pusiera empeño en seducirlas. Simplemente debían ser bellas y cruzar los dedos para resultar favorecidas en la selección masculina.

Muchas mujeres han acatado esos preceptos durante siglos. Pero también se sabe que algunas nunca se resignaron a un papel tan dócil. Josefina, la amante de Napoleón, siempre se mostró audaz en sus conquistas amorosas y nunca temió a las habladurías de la sociedad de su tiempo. Lo mismo ocurrió con otras grandes mujeres de la historia como Manuela Sáenz o Carolina Otero, “la Bella Otero”.

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¿Quién conquista a quién?

Muchos afirman que, en realidad, es la mujer la que conquista al hombre. Sus artes son distintas, pero no por eso menos eficaces. No tiene que exhibirse como un pavo real, sino más bien ser sugerente con su mirada, su sonrisa, su manera de hacer y de decir.

Ni siquiera debe ser necesariamente bella, sino más bien atrayente. Confiada, inteligente y un poco descarada, sin caer en la vulgaridad. La mujer suele seducir con armas discretas y no agresivas. Eso al menos es lo que dicen los expertos en el tema.

Sea el hombre o la mujer quien emprenda la conquista, quien inicie la seducción, lo cierto es que solo tiene éxito quien tiene un genuino amor propio. Es obvio, dado que despertar el interés del sexo opuesto es imposible si no hay una fuerte valoración que le preceda.

En última instancia, la verdadera seducción no puede ser planificada, ni es fruto de un conjunto de pasos definidos previamente. Más bien es una consecuencia de la convicción de que podemos y debemos ser amados.

Imagen cortesía de Arturo Marín Segovia


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