Autoestima y depresión ¿cómo se relacionan?
Autoestima y depresión tienen un vínculo significativo. Así, y aunque el origen de una depresión es claramente multifactorial, los estudios clínicos nos revelan que una baja autoestima mantenida en el tiempo nos hace mucho más vulnerables a este tipo de condición. El no aceptarnos y carecer de sentimientos positivos hacia el propio ser nos va dejando sin recursos psicológicos.
Entendemos la autoestima como ese conjunto de sentimientos que nos genera el autoconcepto. De este modo, mientras el autoconcepto engloba básicamente todo ese conjunto de ideas y creencias que definen la imagen mental de lo que somos, la autoestima perfila por encima de todo un componente emocional básico para el bienestar humano.
Una baja autoestima nos hace sentir mal con nosotros mismos, nos genera desconexión, abatimiento y una gran vulnerabilidad a la hora de desarrollar diversos trastornos psicológicos.
Sabiendo esto, no nos puede extrañar que psicólogos y psiquiatras tengan muy en cuenta esta dimensión psicológica a la hora de entender los trastornos del espectro depresivo. No obstante, en el Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales (DSM-V) no se incluye la baja autoestima como tal entre los criterios que una persona debe reunir para ser diagnosticada con depresión. Sin embargo, sí aparecen dimensiones como el “sentimiento de inutilidad”.
Los investigadores de la psicología de la personalidad, por su parte, siempre han mostrado un gran interés por la relación entre autoestima y depresión. Para estos últimos, la pregunta sería la siguiente: ¿es la autoestima un factor capaz de promover la depresión? ¿O es la propia depresión la que acaba minando la propia autoestima? Veámoslo a continuación.
Por qué es importante la autoestima
La autoestima afecta la toma de decisiones, las relaciones, la salud mental y el bienestar general. También influye en la motivación, ya que las personas con una visión sana y positiva de sí mismas comprenden su potencial y pueden sentirse inspiradas para asumir nuevos retos.
Las cuatro características clave de una autoestima saludable son:
- Una firme comprensión de las propias habilidades.
- La capacidad de mantener relaciones saludables con los demás como resultado de tener una relación saludable con uno mismo.
- Expectativas personales realistas y apropiadas
- Una comprensión de las propias necesidades y la capacidad de expresar esas necesidades.
Las personas con baja autoestima tienden a sentirse menos seguras de sus capacidades y pueden dudar de su proceso de toma de decisiones. Es probable que no se sientan motivados a probar cosas nuevas porque no creen que puedan alcanzar sus objetivos. Las personas con baja autoestima pueden tener problemas en las relaciones y en la expresión de sus necesidades. También pueden experimentar bajos niveles de confianza y sentirse desagradables e indignos.
Tener una alta autoestima es fundamental para una salud mental positiva y el bienestar. La alta autoestima es importante porque ayuda a desarrollar habilidades de afrontamiento, a manejar la adversidad y a poner lo negativo en perspectiva.
Cuando una persona tiene un buen concepto de sí mismo, tiende dudar de sí mismo y a no desesperanzarse. También es más capaz de lidiar con el estrés, la ansiedad y la presión, ya sea de la escuela, el trabajo, el hogar o los compañeros. En cambio, en lugar de sentirse desesperado, atascado o indigno debido a cualquier “falla” percibida, es más probable que una persona con alta autoestima busque lo que puede cambiar o mejorar que sentirse como un “fracaso” o sin esperanza.
Autoestima y depresión: dos modelos para explicar su relación
Muchas veces nos levantamos, nos duchamos, desayunamos y salimos a la calle sin saber que estamos desnudos. No importa lo abrigados que vayamos o la marca que tengan nuestros vaqueros o camisas si cada día nos enfrentamos al mundo con una autoestima baja. Porque por sus finas rendijas y débil armadura entra todo, el abuso, el miedo, la inseguridad, el negativismo…
Queda claro, no obstante, que las depresiones tienen por término medio un origen bastante difuso y multifactorial, sin olvidar tampoco esos factores endógenos que no siempre podemos controlar. Sin embargo, nadie puede obviar que toda mente revestida por esa baja autoestima da como resultado una baja efectividad a la hora de afrontar y gestionar los problemas más simples. Es más, el cristal de esas gafas por la cual observa el mundo la persona con una autoestima débil suele ser, por término medio, bastante oscuro.
Ahora bien, el único modo de demostrar ese vínculo entre la autoestima y depresión es mediante estudios científicos, y en especial, mediante la investigación longitudinal. Así, y solo como ejemplo más reciente, la Universidad de Basilea publicó en este mismo año un trabajo muy ilustrativo sobre el tema que puede darnos algunas respuestas. Veámoslas.
El modelo de la vulnerabilidad
Según el modelo de la vulnerabilidad, hay personas con un perfil de la personalidad caracterizado por una autoestima habitualmente baja. De acuerdo con este punto de vista, este patrón psicológico procesará los eventos de la vida de forma negativa. Asimismo, carecerá también esa habilidad tan básica como es la resiliencia.
- Ellos mismos son promotores muchas veces de una realidad de la cual defenderse, de la cual desconfiar y en la que posicionarse siempre como víctima o actor secundario en lugar de concebirse como protagonistas de sus propias historias. Merecedores de oportunidades y promotores de cambios positivos con los cuales, superar los eventos negativos.
- Aún más, los autores de este trabajo pudieron ver que en muchos casos, las personas con baja autoestima intentaban no refutar, sino verificar su autoconcepto negativo prestando mayor atención y relevancia a los propios comentarios negativos de las personas en su entorno.
Autoestima y depresión se relacionan en el modelo de vulnerabilidad para designar a aquellas personas sin resiliencia y con escasa solvencia emocional.
El modelo de cicatriz
Vamos ahora a la visión opuesta. Según el estudio antes citado, algo que también pudo verse en el estudio longitudinal es que la propia depresión, es a menudo quien da forma a la baja autoestima. Toda esa legión de sentimientos desesperados, negativos y desgastantes que orbitan en la mente depresiva, son los que minan de forma directa la autoestima.
Conclusión
¿Con qué nos quedamos? ¿Con el modelo de la vulnerabilidad o con el de la cicatriz que aboga por la depresión como causa de la baja autoestima? La Asociación Americana de Psicología (American Psychological Association, APA) lo tiene claro: una autoestima débil es un factor de riesgo más a la hora de desarrollar diversos trastornos psicológicos, entre ellos la depresión.
Es más, en una de las publicaciones de esta institución advertía que la autoestima y depresión están tan fuertemente correlacionadas en los estudios transversales, que es prioritario desarrollar adecuadas estrategias de prevención en la población adolescente. El número de diagnósticos no dejan de aumentar en este sector. Y lo que es peor, también el número de suicidios.
El modelo de vulnerabilidad es por tanto el que todos deberíamos tener muy presente. De algún modo, encaja también con el modelo de la tríada cognitiva de Beck sobre las personas con mayor riesgo de padecer depresión. A saber, son perfiles con una visión negativa del mundo, personas que no confían en el futuro y que además, se autoperciben como seres sin valía alguna.
Este tipo de atribuciones, de enfoques tan limitados y penumbrosos no conducen a ningún lado. Y menos a la expresión de una vida significativa, óptima y esperanzadora. Autoestima y depresión mantienen, por tanto, un lazo de unión que no podemos descuidar. Invirtamos por tanto en esa parcela de nuestro universo personal. Mantengamos el jardín de nuestra autoestima fuerte, luminosa, hermosa en todos sus aspectos y rincones.
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