La carta de amor que Frida Kahlo envió al fotógrafo Nickolas Muray
En la historia de los amores turbulentos reina la pareja conformada por Frida Kahlo y Diego Rivera. La suya fue una relación trazada por la pasión y el tormento, por las infidelidades y el anhelo, el odio y la obsesión mutua. Sin embargo, lo que quizá no todo el mundo sabe es que la icónica artista mexicana tuvo otro amor, uno más plácido, más sereno, pero igualmente intenso.
Su nombre era Nickolas Muray y era uno de los fotógrafos más destacados de la jet set estadounidense. De origen húngaro y reputado esgrimista, había logrado hacerse un nombre gracias a sus trabajos en Broadway, Vogue, Harper’s Bazaar y The New York Times. Cuando el destino y el arte los unió en 1931, ambos lidiaban con los sinsabores de un matrimonio frustrado.
Hay amores inesperados que llegan cuando uno está más herido que nunca y, aun así, se reciben con el corazón abierto y confiado. Porque hay presencias que sanan, que cuando acceden a nuestras vidas no rompen nada, sino que reparan. Frida se enamoró de manera tranquila de alguien muy parecido a ella: otro amante de las artes y desdichado en amores.
Nickolas Muray le respondió de igual manera, pero cometió el peor de los errores: ilusionarse en exceso. Llegó a pedirle matrimonio a la célebre Kahlo, pero ella se lo dejó claro, lo quería como amante, pero no como marido.
“Este amor es tan real y hermoso que me hace olvidar todos mis dolores y problemas; me hace olvidar hasta la distancia. A través de tus palabras me siento tan cerca de ti que puedo sentir tu risa, tan limpia y honesta, que solo tú tienes”.
-Frida Kahlo a Muray en 1939-
La carta de amor que Frida Kahlo envió a su amante en 1939
Los retratos más conocidos de Frida Kahlo fueron realizados por Nickolas Muray. Fue esa presencia constante en su vida desde 1931, quien supo capturar como nadie el alma de la artista, su carisma, su genio, su particularidad, así como sus raíces mexicanas. Decían de Muray que nadie lograba ese manejo del color tan espectacular y que su técnica era una de las más innovadoras de la época.
Era una de esas figuras polifacéticas que tanto atraen la atención. Nació en Hungría, pero nada más empezar la primera Guerra Mundial, huyó a Estados Unidos como refugiado. Dominaba apenas cuatro palabras en inglés y llevaba en sus bolsillos unos 25 dólares. Tenía 19 años, pero había algo que lo distinguía: era un maravilloso fotógrafo y estudioso del color.
El joven era un amante del arte y la pintura. Había pasado muchas horas en los museos alemanes y su retina tenía especial predilección por los pintores holandeses del siglo XVII. También era un gran atleta: compitió para los Estados Unidos en los Juegos Olímpicos de 1928 y 1932 en esgrima. No obstante, la fama le llegó gracias a sus fotografías para Harper’s Bazaar.
Las revistas más importantes demandaban sus servicios para que fotografiara a los rostros más conocidos de la época. Su vida cambió cuando, en su órbita profesional, se cruzó un astro deslumbrante llamado Frida Kahlo.
“Mi amado Nick,
Esta mañana recibí tu carta después de tantos días de espera. Sentí tal felicidad que comencé a llorar incluso antes de leerla. Realmente no debería quejarme de nada de lo que me pase en la vida, mientras tú me ames y yo te ame (…)”.
Los dos regalos de despedida tras el primer encuentro
Cuando Frida y Diego se casaron por primera vez, se mudaron a San Francisco. Allí se convirtieron en un foco de atención extraordinariamente mediático dentro de la comunidad creativa. Sin embargo, no tardaron en surgir los roces, los celos y las peleas. Cuando Nick Muray se encontró con Frida Kahlo, ella ya había vuelto sola a México y él acababa de terminar un matrimonio.
Nadie sabe realmente cómo fueron aquellos días entre la artista y el fotógrafo. Lo que sí es conocido son los regalos que ella le ofreció tras su despedida: un carrito para el café que tenía unas líneas escritas en húngaro. “Te amo como amaría a un ángel, nunca te olvidaré, nunca, nunca. Eres toda mi vida, espero que nunca olvides esto”.
El segundo regalo fue algo controvertido. Le dio un autorretrato de ella y Diego Rivera con un feto en sus faldas. De algún modo, aquella imagen era un presagio para su amante. Nick Muray comprendió sería su enamorado ocasional, esa figura cómplice para ciertas épocas de su vida, pero que jamás irían más allá. Porque Diego Rivera lo colapsaba todo, él y solo él, era su pasión más ciega, turbulenta y obsesiva.
“No beses a nadie mientras lees los letreros y nombres en la calle. No lleves a nadie más a nuestro Central Park. Es de Nick y Xóchitl (el apodo de Frida para sí misma, flor en azteca). No beses a nadie en el sofá de tu oficina. Solo puedes besar a mamá tanto como quieras. No hagas el amor con nadie, si puedes evitarlo. Hazlo solo en caso de que encuentres una verdadera FW [jodida maravilla], pero no te enamores (…)”.
La carta de amor que Frida Kahlo envió a su amante y amigo
Se cuenta que Frida llamaba a Nick Muray “mi hijo” a pesar de tener 15 años menos que él. Tal vez fuera una muestra de ese afecto cálido, sincero y tranquilo que siempre sintió por su persona. Hay muchos tipos de amor y el que ella experimentó por aquel fotógrafo de la alta sociedad duró más de una década, terminando con una estrecha y preciosa amistad.
De aquellos años de relación se custodian varios testimonios y pruebas, como la carta de amor que Frida Kahlo envió a Nickolas en mayo de 1939. Salomón Grimberg, experto en arte y una de las figuras que más ha escrito sobre la artista mexicana, nos relató esta relación en su libro I Will Never Forget You: Frida Kahlo y Nickolas Muray.
En aquella misiva, además de esas efervescentes y poéticas muestras de amor, se desprendía un cuidado mutuo. El fotógrafo sabía de las dificultades económicas que, de vez en cuando, atravesaba la artista. Siempre la apoyó, aún desde la distancia y separados por sus esferas profesionales y afectivas; se preocupó por respaldarla, por estar cerca de ella en todo instante.
“Cariño, ¿por qué enviaste ese cheque por 400 dólares? Fue un gesto muy bonito, pero mantendré ese cheque intacto hasta que regrese a Nueva York (…). Mi Nick, eres la persona más dulce que he conocido. No es justo que te gastes un dinero extra… Yo, de todos modos, no sabes lo agradecida que estoy por tu disposición a ayudarme. No tengo palabras para describir lo feliz que soy, sabiendo que trataste de hacerme feliz y que eres tan bueno y adorable… Mi amante, mi cielo, mi Nick, mi vida, mi niño, te adoro”.
Nick Muray, el amigo, amante e íntimo confidente de Frida Kahlo
Nadie captó tan bien la esencia de Frida como persona, con su carácter, su identidad, su cultura mexicana y su talento como Nick Muray. Si ella era una artista de los autorretratos, él nos regaló sus mejores capturas, imágenes y gestos de aquella mujer tan conocedora del amor como del sufrimiento.
Su relación fue un viaje maravilloso que se inició con el amor y que se transformó lentamente en una amistad cómplice y muy cercana, hasta la muerte de la propia Frida en 1954. Muray, por su parte, fallecería de un ataque al corazón a los 70 años en medio de un torneo de esgrima. Jamás pudo olvidarla.
Crédito editorial imagen principal: Robin_hp1 /Bigstock
Todas las fuentes citadas fueron revisadas a profundidad por nuestro equipo, para asegurar su calidad, confiabilidad, vigencia y validez. La bibliografía de este artículo fue considerada confiable y de precisión académica o científica.
- Grimberg, Salomón (2006) I Will Never Forget You: Frida Kahlo y Nickolas Muray. Chronicle Books