Chaim Ferster, biografía de un hombre que burló a la muerte
Chaim Ferster no es una celebridad, ni tampoco sobresale en el mundo del espectáculo o del arte. Sin embargo, este hombre, de 97 años, que exhala salud y dejó de trabajar solo hasta los 92, es un símbolo para el mundo entero. A su modo, él venció a los nazis y burló sus planes siniestros, no en una, sino en ocho ocasiones.
Aunque Chaim Ferster pasó los mejores años de su juventud tratando de soportar los horrores de la guerra, esas experiencias no lo arruinaron emocionalmente. Ese es quizás su mayor triunfo. No sobrevivió para evocar el dolor y la desgracia que él y su familia tuvieron que padecer, sino para rehacer su vida, sin que la sombra del pasado interfiriera.
“Debemos aceptar la decepción finita, pero nunca debemos perder la esperanza infinita”.
-Martin Luther King-
Chaim Ferster hoy en día es un hombre dulce, agradecido y sabio. Ha contado su historia cientos de veces, ya que es uno de los pocos prisioneros de los campos de concentración nazis, que aún están vivos y pueden narrar de primera mano lo que sucedió en esos altares de la muerte. También es bisabuelo, tuvo un matrimonio feliz que duró 65 años y fue el creador de una exitosa empresa que le dio prosperidad.
Chaim Ferster y una época oscura
Chaim Ferster nació el 18 de julio de 1922, en la localidad de Sosnowiec, Polonia. Su familia era judía ortodoxa y formaba parte de una comunidad que representaba, aproximadamente, el 21 % de la población en aquel entonces. Recuerda que todos ellos veían con temor el ascenso progresivo del nazismo en Alemania.
No estaban equivocados. En 1939, su localidad fue invadida rápidamente por los nazis. Comenzaba la Segunda Guerra Mundial y también se imponía el antisemitismo. Primero fue la estrella amarilla en la ropa, la discriminación en las calles y la incertidumbre por lo que vendría. Luego, se establecieron los guetos judíos. Chaim Ferster tenía tan solo 17 años y aún recuerda el miedo que reinaba en aquellos años.
El año de 1942 fue definitivo en su vida. Su padre murió de neumonía, pues en el gueto no se conseguían ni siquiera las medicinas más básicas. También la familia venía mermada por las grandes restricciones para acceder a la comida. Ese mismo año, la Gestapo le exigió a su madre y a una de sus hermanas que se presentaran ante las autoridades. Nunca más volvió a saber de ellas.
La tragedia y la esperanza
Chaim Ferster y los demás judíos comprendieron que cuando alguien era requerido por la Gestapo, nunca más volvía a saberse de su paradero.
Sobre los campos de concentración no se sabía mucho. La información que circulaba se basaba en rumores y medias palabras. Por aquel entonces, un tío suyo le dio un sabio consejo, que finalmente iba a salvarle la vida. Le recomendó aprender alguna actividad que fuera de utilidad para los alemanes.
Chaim Ferster comenzó a aprender mecánica de máquinas de coser en el gueto. Fue una excelente elección. En 1943, llegó su hora. La Gestapo lo requirió y luego lo envió a un campo de concentración.
Al principio fue muy duro. Estuvo en los campos de Oświęcim, Graditz y Niederorschel. Recuerda que los cautivos fueron obligados a reparar una carretera, con una temperatura de -25 grados bajo cero.
Los nazis, sin embargo, se dieron cuenta de sus conocimientos técnicos y le dieron trabajos menos atroces. Eso fue definitivo para que lograra sobrevivir. En Graditz contrajo tifo, ya que había una epidemia. Chaim Ferster evoca una imagen tenebrosa: había pilas de cadáveres, perfectamente organizadas, con quienes habían sucumbido al virus.
La liberación
Se acercaba 1945 cuando Chaim Ferster fue remitido a Auschwitz . Cuenta que llegó a media noche, en medio de un silencio aterrador. Allí le tatuaron la piel con un código y pasó grandes vejaciones. Sin embargo, dos meses después fue remitido a Niederorschel, debido a que en ese campo estaban requiriendo mecánicos. Para Ferster fue como pasar a un centro vacacional.
Debido al avance de los Aliados, Niederorschel fue cerrado en 1945. Todos los prisioneros fueron enviados al temible campo de Buchenwald, un lugar en donde se hacían ejecuciones colectivas todos los días. Los nazis a estas alturas ya sabían que iban a perder la guerra, pero antes de que eso ocurriera querían acabar con la mayor cantidad posible de judíos.
A Chaim Ferster le llegó el turno de la ejecución. Cuando iba saliendo hacia el sitio de la misma, los Aliados tomaron el campo y liberaron a todos los prisioneros. Luego vino el regreso a la dura realidad. Más de 30 familiares suyos habían sido exterminados. Uno de sus tíos sobrevivientes había emigrado a Manchester y Ferster lo buscó. Allí pudo comenzar de nuevo. Derrotó a los nazis porque, finalmente, se convirtió en un judío feliz.
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- Comins-Mingol, I. (2015). De víctimas a sobrevivientes: la fuerza poiética y resiliente del cuidar. Convergencia, 22(67), 35-54.