Círculo vicioso de la ira: cuando las emociones te dejan atrapado
El círculo vicioso de la ira es la base de muchas conductas autodestructivas que rompen relaciones y provocan situaciones incómodas que, tarde o temprano, alimentan el arrepentimiento. El impacto de esta dimensión psicológica suele ser inmenso, si no la gestionamos de manera adecuada. Lo que ocurre es que no todos estamos habilitados en esta competencia de la vida tan esencial.
Dante situó los pecados cometidos por la ira en el séptimo círculo. Lo dividió a su vez en otros tres más, algo más pequeños y de piedra porque, según él, este aspecto del ser humano nos aboca a cometer múltiples actos, como la injuria o diferentes formas de violencia. Esta área del infierno estaba vigilada a su vez por una figura mitológica e imponente: el minotauro.
Pocas emociones tienen una connotación más negativa y adversa que la ira. Sin embargo, desde un punto de vista psicológico, es importante saber que cumple su función y que es indispensable en nuestro repertorio emocional y conductual. Porque la ira nos hace reaccionar ante las injusticias, ante aquello que nos hace daño o desafía los propios valores.
Además, todos tenemos pleno derecho a experimentar ira, pero también tenemos la obligación de saber manejarla. Si lo hacemos de manera inteligente, generaremos adecuados cambios para recuperar el equilibrio y sentirnos mejor.
Círculo vicioso de la ira: qué es y cómo romperlo
Podríamos decir sin equivocarnos que la ira tiene muchas semejanzas con el miedo. A nivel psicológico, ambas emociones nos hacen huir de algo o pelear contra ese algo. No hay término medio. La mente y el organismo se sitúan en modo supervivencia porque hay algo que nos molesta, que nos hiere y que atenta contra nuestra integridad de algún modo y, como tal, sentimos la necesidad de escapar o actuar.
Sin embargo, pocas personas comprenden esta emoción. Solemos etiquetar a la ira como negativa sin saber que, en realidad, encierra un gran poder de transformación. De hecho, nos impulsa a la acción y, en general, el hecho de actuar suele ser una oportunidad para cambiar.
La ira bien dirigida puede permitirnos solucionar problemas y situaciones complejas. No obstante, antes de ello, necesitamos comprender su anatomía y, en concreto, el circulo vicioso de la ira.
¿Por qué sentimos ira?
La ira es un estado que puede ir desde la simple molestia hasta la rabia. La puede provocar una decepción, la frustración, recibir un insulto, la sensación de injusticia, que atenten contra nuestros valores e integridad física, etc. Asimismo, esta emoción cursa con una activación física intensa muy similar a la del miedo: el corazón se acelera, los músculos se tensan y lo que es más preocupante, el cerebro deja de pensar de manera racional para dejarse secuestrar por las emociones.
Ahora bien, hay un hecho importante sobre la ira que debemos conocer. Esta emoción puede ganar intensidad si la «alimentamos», si lejos de gestionarla dejamos que gane en intensidad. ¿Y de qué manera nutrimos o hacemos más grande esta emoción? A través del círculo vicioso de la ira.
Círculo vicioso de la ira ¿en qué consiste?
El círculo vicioso de la ira es una trampa que nosotros mismos creamos y fortalecemos a través de los pensamientos. Estudios como los llevados a cabo por el departamento de psicolobiología de Texas inciden en el hecho de que este mecanismo se da cuando la ira es muy intensa.
Es en ese momento cuando dicha emoción actúa como un adormecedor cognitivo. Dejamos a un lado nuestra capacidad de reflexión y se encienden una serie de procesos muy problemáticos. Son los siguientes:
- Por un lado, está el factor desencadenante, aquello que nos genera molestia, enfado o rabia.
- Dimensiones fisiológicas. La activación psicofisiológica es muy intensa, nos tensiona, nos bloquea y nos sitúa en un estado muy complejo en el que podemos acabar dando golpes, gritar o incluso romper a llorar.
- Las emociones acumuladas. A pesar de que reaccionemos fisiológicamente, la ira suele acumularse; se integra en nuestro interior alterando nuestro equilibrio, distorsionándolo todo.
- Los pensamientos alterados. Cuando engullimos nuestras emociones y no las gestionamos, el pensamiento se altera y cambia. Es entonces cuando todo nos molesta, cuando empezamos a perder la paciencia, surge la desconfianza, la frustración y el hartazgo.
- Realidad distorsionada. Cuando el pensamiento está suspendido en la negatividad, la ira contenida y el malestar, el mundo externo cambia. Todo se vuelve gris, nada nos atrae, a la mínima saltamos por nada y casi cualquier cosa nos hace enfadar. Casi sin darnos cuenta, experimentamos ira y rabia por cualquier cosa.
Controla la ira antes de que te controle a ti
Tal y como podemos intuir, el ciclo vicioso de la ira puede traernos consecuencias poco adecuadas. Estos estados mantenidos en el tiempo derivan en problemas relacionales y en estados de ánimo muy desgastantes.
La mente que queda atrapada por la ira necesita aplicar nuevos enfoques y adecuadas estrategias para resolver ese nudo emocional y avanzar. ¿De qué manera? Estas son algunas claves.
- Técnicas de respiración profunda o diafragmática para reducir la tensión interna.
- Reestructuración cognitiva. Es momento de cuidar los pensamientos y dejar de aferrarnos a ciertas ideas. Un pensamiento más flexible nos permitirá dejar de reforzar ideas que incrementan la ira y alimentan la frustración.
- Técnicas de resolución de problemas. Es necesario integrar en la mente estrategias para resolver esos problemas que a veces se encallan y nos enfadan.
- Una comunicación más asertiva. Debemos aprender a comunicar, reclamar con respeto, saber escuchar, respetar y defender nuestras necesidades de forma asertiva.
- Técnicas de gestión emocional. Saber lidiar con las emociones sin que estas nos dominen a nosotros es una estrategia de calidad de vida.
Por último, y no menos importante, todo círculo vicioso de la ira puede romperse haciendo cambios. Conocer gente nueva, iniciar proyectos diferentes e introducir en la rutina nuevas aficiones nos permitirá distraer la mente y focalizarla en otros aspectos. Pongamos en práctica estas claves y aprendamos a navegar un poco mejor a través de estos estados emocionales.
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- Hendricks, L., & Aslinia, D. (2013). The Effects of Anger on the Brain and Body. National Forum Journal of Counseling and Addiction, 2(1), 1–12.