Confiar en el amor después de haber sido heridos
El amor no es una cuestión de fe, tampoco una religión. El amor es una experiencia afectiva y emocional que suele llegar de improviso. Nadie puede amar a la fuerza ni puede dejar de querer cuando lo crea conveniente al no sentirse correspondido, por ejemplo. Y es quizá ahí, en esta pequeña sensación de falta de control, donde aparece el verdadero problema para confiar en el amor.
El amor a menudo nos sume en una envoltura de sutil fragilidad: todo lo que hace, dice, o no dicen nuestras parejas nos afecta de un modo más intenso, toda experiencia se vuelve más intensa y, en consecuencia, tanto la felicidad como el sufrimiento se experimentan de un modo mucho más fuerte.
De ahí, por ejemplo, que muchas personas suelan actuar de un modo casi comprensible tras un fracaso sentimental: para evitar el dolor, es mejor huir. Lo que duele es mejor evitarlo. Puro condicionamiento clásico. Pero.. ¿Es esto lo adecuado? ¿Es mejor evitar enamorarnos de nuevo para no padecer? Y más aún… ¿cómo podemos volver a confiar en el amor?
Cuando el amor duele y decepciona
Existe una idea muy común que considera que el amor es sinónimo de sufrimiento. Pensamos que este sentimiento, como tal, está asociado únicamente a a la afectividad y, en consecuencia, a la irracionalidad. Amar y sentir no va de la mano de “pensar”.
Pero hemos de tenerlo claro, en ocasiones no basta solo con amar, el afecto no es el único pilar para que una pareja funcione. Hemos de ubicarlo, racionalizarlo y dominar en la medida de lo posible esa locura afectiva. Debe existir un equilibrio entre la pasión y la racionalidad, de lo contrario acabaríamos perdiéndonos a nosotros mismos.
Compromiso, comunicación, afecto, respeto, empatía y crecimiento personal, deben ser esos ladrillos diarios sobre los que edificar una pareja. Pero cuando algo de esto falla, cuando estos pilares se quiebran, es cuando aparece el dolor y la decepción.
Un proceso que solemos vivir las personas a lo largo de nuestra vida, es aprender que la confianza, a veces, se rompe. Cuando somos niños, nuestra tendencia natural es confiar en los demás. Pero a medida que nos vamos haciendo mayores, la experiencia nos va enseñando que las personas no son perfectas, que son falibles, y que pueden hacernos daño queriendo o sin querer.
¿Amor perfecto?
De algún modo, todos estamos expuestos al dolor. Y es más, nosotros mismos también podemos hacerlo a otras personas. Es algo que siempre debemos tener claro. Los expertos siempre nos recomiendan ante todo la necesidad de ser realistas en el amor.
No te dejes llevar por la idea de que la relación que tienes ahora va a ser siempre perfecta, piensa que es un largo proceso en el que encajar piezas, en el que negociar, a veces renunciar o defender… un proceso diario donde exista siempre la reciprocidad y la voluntariedad por parte de ambos en mantener esa relación. Se trata de ejercer un movimiento similar al de un péndulo, ir del “YO” al “NOSOTROS”.
Si no la hay, si eres consciente de que alguno de estos aspectos no se dan, mantén tu visión realista y evita que el dolor se alargue más de lo necesario.
Volver a confiar en el amor
Sí, es posible confiar en el amor de nuevo. Puede que ahora mismo pienses que es mejor no volver a confiar en nadie. Que tus relaciones pasadas terminaron en fracaso y que ya han sido bastantes malas experiencias como para volverlo a intentar. Que la soledad del día a día, es mejor que la incertidumbre y el temor a volver a ser heridos.
Si piensas esto, intenta valorar con objetividad los puntos que ahora te señalamos. No perdemos nada por pensar en estas dimensiones durante unos momentos…
1. Para volver a confiar en una persona, lo primero es confiar en ti mismo
¿Es que no tienes derecho a ser feliz, no te mereces quizá vivir buenos momentos y compartir la experiencia del día a día con otra persona? El primer paso es sentirte pleno, satisfecho y feliz contigo mismo. “Yo me gusto como soy, me gusta ese rostro que veo cada mañana y me siento satisfecho con la vida que llevo ahora”. Todos estos conceptos son los que dan fortaleza a nuestras raíces.
Una buena autoestima y una buena autoconfianza siempre nos harán más fuertes frente al dolor. Si yo sé lo que quiero, sabré ver de inmediato esos indicios en la otra persona que sé que no me convienen, que sé que pueden hacerme daño. “Yo me quiero a mi mismo y vuelvo a elegir a otra persona para quererla también, para crecer con ella pero manteniendo en todo momento mi equilibrio”.
2. Escucha tus necesidades
Solo tú sabes en qué momento te encuentras ahora. Solo tú sabes cuál es tu pasado y el modo en que te han hecho daño. Y toda herida requiere un proceso de cicatrización, lo sabemos. De ahí que sea básico el que sepas escucharte, el que veas cuáles son tus necesidades en cada momento.
Es imprescindible que recuperemos nuestro amor propio, que reconstruyamos todo aquello que está a nuestro alrededor. Puede que sientas que ahora es mejor estar solo, disfrutar de tus amigos y de tu familia.
No hay prisa. Poco a poco empezaremos a mirar a nuestro alrededor con las heridas más cerradas, con el corazón más abierto y la mente más despejada. La confianza llegará poco a poco y con pasos sigilosos, será el momento pues de lanzar el lastre de nuestros miedos para abrazar lo desconocido.
Para vivir hay que arriesgarse, siendo conscientes en todo momento de que sí, de que puede volver a aparecer la decepción. Pero tal vez valga la pena, aunque sea breve… tal vez el arrepentimiento por no arriesgarnos nos ofrezca más culpabilidad. ¿Volver a amar y a confiar en el amor es posible? Desde luego lo es. Solo depende de ti.