Las consecuencias de la invalidación emocional
¿Cómo te sientes compartiendo con tu entorno las emociones que tienen más peso en tu estado emocional? ¿Aventuras que vas a sentirte comprendido o incomprendido? En el segundo caso, es probable que estés siendo víctima de la invalidación emocional. Un fenómeno en el que todos hemos caído alguna vez y que tiene consecuencias muy dañinas.
Validar una emoción, tanto en primera como en tercera persona, consiste en darle espacio, permitirle ser, reconocer que su presencia tiene sentido en el marco de las circunstancias actuales y que cumple una función valiosa.
Desde esta perspectiva que deberíamos relacionarnos con todo lo que sentimos. Y ese mismo respeto y aceptación habríamos de recibir por parte de aquellos con quienes compartimos nuestro sentir. Sin embargo, es muy frecuente que esto no ocurra y los demás nos insten a reprimir, ocultar o cambiar nuestras emociones.
¿Qué es la invalidación emocional?
La invalidación emocional ocurre cuando alguien minimiza o desprecia las emociones propias o de otra persona; para el invalidador, estas emociones son incompresibles, infundadas o merecedoras de muy poca consideración, ya que derivan de un problema de consecuencias mínimas, improbables o de fácil resolución. Una valoración que imposibilita la empatía y hace muy difícil que pueda aportar algún tipo de ayuda emocional efectiva.
Es muy común que suceda cuando expresamos emociones negativas. Muchas personas tienen dificultad para lidiar con el malestar de los otros, les incomoda, les abruma y no saben qué hacer con él, por lo que optan por invalidarlo. Sin embargo, también puede ocurrir ante emociones positivas; lo vemos claramente en los adultos que reprenden a los niños por mostrar abiertamente su entusiasmo.
Algunas de las frases que mejor ilustran esa invalidación emocional son las siguientes:
- “¿Estás preocupado por eso?”, “eso no es para tanto” o “por eso no se llora”.
- “Tienes que ser fuerte”.
- “Ya está, no ha pasado nada”.
- “Yo viví cosas peores”.
- “No le des vueltas, sé más positivo”.
- “Eres un dramático y un exagerado” o “solo buscas llamar la atención”.
- “Ya no estés triste, sal a divertirte”.
Casi todos hemos pronunciado estas frases en algún momento sin intención de herir al otro, simplemente porque no sabemos qué más decir. Por ejemplo, cuando un niño se cae y le decimos “ya está, no ha pasado nada”, buscamos evitar que llore, cuando lo cierto es que sí ha pasado algo: se ha caído y probablemente se habrá hecho daño o estará asustado. Aunque nuestra intención sea buena, al tratar de este modo la situación no estamos tomando el mejor camino.
Las consecuencias de la invalidación emocional
La afectación más grande tiene lugar cuando sufrimos invalidación emocional en la infancia, de parte de los progenitores y cuidadores principales. No obstante, relaciones posteriores (amistades, compañeros, romances…) también pueden dañarnos profundamente cuando nos invalidan. Para la víctima, las principales consecuencias de la invalidación serían:
No aprender a regular sus emociones
Nadie nace sabiendo gestionar sus propios estados de ánimo; es una habilidad que adquirimos a medida que maduramos y, sobre todo, gracias al ejemplo y la guía de los adultos. Quien crece con progenitores que invalidan constantemente lo que siente no aprende como acoger, sentir, expresar y regular esos estados emocionales.
Por ello, es más fácil que se sienta sobrepasado y tenga reacciones inadecuadas. Se ha encontrado, además, que la invalidación emocional percibida en la infancia se relaciona con el trastorno límite de la personalidad.
Dudar constantemente de uno mismo
Las emociones son una brújula natural; nos indican cómo movernos en función de lo que sentimos. Por ejemplo, nos permiten identificar qué nos gusta y qué nos asusta, qué nos hace daño o qué nos motiva. Sin embargo, cuando nos invalidan, nos llevan a desconectarnos de esas emociones y de su mensaje.
Nos hacen creer que lo que sentimos siempre es erróneo o inadecuado. Por tanto, no podemos tomarlo como guía. Así, terminamos por no saber quiénes somos ni qué queremos, pues dudamos constantemente de nosotros mismos.
Experimentar vergüenza al conectar con otros
Todos los seres humanos necesitamos atención y conexión emocional con otras personas. Pero cuando nos invalidan, nos hacen sentir ridiculizados por tener esa necesidad de compartir. Sentimos que tener emociones y expresarlas, y desear que el otro nos acompañe en el sentir, es algo de lo que avergonzarse.
Así, es probable que tendamos a retraernos y a ocultar nuestros estados internos; algo que dificultará mucho crear relaciones saludables y profundas.
Tener problemas para desarrollar empatía
Si hemos recibido este trato desde la infancia, es posible que tengamos dificultades para desarrollar la empatía, ya que no la hemos recibido. Es común que estas personas que han sido invalidadas terminen haciéndole lo mismo a los demás, pues es la respuesta que han aprendido.
Privación de aprendizajes importantes
Todas las emociones cumplen una función y nos entregan un aprendizaje. Por ejemplo, la ira nos insta a defendernos, la tristeza a cuidarnos y el miedo a ser precavidos. Estas señales son fundamentales para desenvolvernos en el día a día; pero, si nos hemos desconectado de nuestro sentir, no sabremos reaccionar adecuadamente en diferentes contextos y estaremos más expuestos a cometer errores con nosotros mismos y con los demás.
Por lo mismo, es probable que nos cueste mucho tomar decisiones y tendamos a pensar en exceso. Ya que no nos permitimos hacer caso a lo que dicen nuestras sensaciones.
Las relaciones se vuelven conflictivas
Por último, las consecuencias no solo afectan a la persona que es invalidada, sino también a quien ejerce esta acción. Y es que a nadie le gusta sentirse solo, incomprendido o ridiculizado por otros. Así, es común que los demás terminen alejándose o generando un fuerte resentimiento hacia quien no es capaz de empatizar, conectar y acoger sus emociones cuando las expresan.
Aléjate de la invalidación emocional para mejorar tu bienestar y tus relaciones
Cuando hemos crecido en un ambiente familiar saludable, con una crianza respetuosa, nos es muy sencillo detectar cuándo nos están invalidando y poner límites. Sin embargo, cuando esa es la normalidad con la que crecimos, puede que nos cueste detectar cómo nos está afectando.
Así, reflexiona sobre tus vínculos y trata de identificar si estás recibiendo (y ofreciendo) empatía, respeto y validación. De no ser así, es momento de implementar algunos cambios en este sentido. Al hacerlo no solo mejorará tu estado de ánimo y tu confianza, sino que tus relaciones también se volverán más nutritivas y satisfactorias.
Todas las fuentes citadas fueron revisadas a profundidad por nuestro equipo, para asegurar su calidad, confiabilidad, vigencia y validez. La bibliografía de este artículo fue considerada confiable y de precisión académica o científica.
- Krause, E. D., Mendelson, T., & Lynch, T. R. (2003). Childhood emotional invalidation and adult psychological distress: The mediating role of emotional inhibition. Child abuse & neglect, 27(2), 199-213.
- Selby, E. A., Braithwaite, S. R., Joiner, T. E., Jr., & Fincham, F. D. (2008). Features of borderline personality disorder, perceived childhood emotional invalidation, and dysfunction within current romantic relationships. Journal of Family Psychology, 22(6), 885–893. https://doi.org/10.1037/a0013673
- Westphal, M., Leahy, R. L., Pala, A. N., & Wupperman, P. (2016). Self-compassion and emotional invalidation mediate the effects of parental indifference on psychopathology. Psychiatry Research, 100(242), 186-191. https://www.infona.pl/resource/bwmeta1.element.elsevier-6bc341a5-a117-3d69-b6ce-02f7d1326eb7