Criar niños reflexivos, entre comunicación y familia
Criar niños reflexivos en la acutalidad, es un camino de desafíos, esfuerzos, conquistas y satisfacciones. Muchos padres, educadores y otros profesionales, coinciden en la importancia de alentar al niño a considerar distintos aspectos de las situaciones y de sí mismo, antes de hablar y actuar. Pero, ¿qué papel juegan las características de la comunicación en la familia para que logre ser más reflexivo?
Amar, escuchar, hablar y sentir, ingredientes básicos de vínculos sólidos y de una comunicación sana en la familia. Todos ellos, acompañados con generosas cantidades de presencia y paciencia, y mejor aún si se sirven con una buena distinción entre conexión y comunicación.
Con el auge de las redes sociales y avances tecnológicos, suelen utilizarse las palabras comunicación y conexión como sinónimos, sin embargo estar conectados no necesariamente significa estar comunicados.
La comunicación a la hora de criar niños reflexivos, va más allá de contar por las redes sociales o el teléfono móvil lo que se está haciendo a cada rato. La tecnología puede acompañar hasta donde le es posible, pero la comunicación se sostiene en la mirada, la escucha, el diálogo y el registro de las emociones.
¿A qué se refieren estos componentes?
Mirada: sostenida físicamente en la vista, implica registrar mediante este sentido, las características de personas y situaciones en nuestro entorno, valorar su presencia, detalles y transformaciones. Un niño reflexivo, necesita de este tipo de mirada, acompañada de tiempo y voluntad de estar ahí para él.
Escucha: salvando las diferencias, lo mismo puede decirse acerca de la escucha. También denota mucha intención, hay que querer escuchar para poder hacerlo. Una escucha receptiva valora lo que el otro dice, sin cortar su discurso ni apresurarse a juzgar, repara en su tono de voz, le pide que repita lo que dijo si no comprendió, y al igual que el resto de los componentes requiere tiempo y presencia.
Diálogo: sostenido en el habla y en interacción constante con la mirada, la escucha y las emociones, implica palabras con contenido y la intención de decir y preguntar lo que se siente y se necesita. Un diálogo de calidad, se apoya en las palabras necesarias y en una escucha cálida, que permiten llegar al otro.
Registro emocional: cuando escuchar es más que oír, cuando mirar es más que ver y el diálogo es más que emitir palabras, la comunicación involucra sentimientos más profundos y fortalece los vínculos. Este registro, permite saber qué sucede internamente ante otro miembro de la familia en determinadas situaciones, cuáles son las acciones propias y ajenas para que ello ocurra.
El niño reflexivo dispone de más herramientas para responder mejor ante el entorno, los demás y sí mismo. Poner en práctica un círculo de verdadera comunicación, le permite comprender mejor las acciones y emociones propias y ajenas, las consecuencias de sus acciones, y aprender con el ejemplo de los demás miembros de la familia en especial con el de los padres. Para ello es igualmente necesario mantener el humor, expectativas acordes a la edad y estimularlo. Hemos de reconocernos en nuestra capacidad de acción y decisión, a la hora de criar niños reflexivos.