Cuando investigamos a las exparejas de nuestra pareja en internet
El síndrome de Rebeca nos dice que hay quien se obsesiona de manera irracional con los antiguos amores de la persona con quien se mantiene una relación. De algún modo, cuando investigamos a las exparejas de nuestra pareja en internet corremos el riesgo de derivar en esa misma condición, en una conducta claramente insalubre y desgastante.
Lo cierto es que no se habla lo suficiente de esta realidad, aunque debido a la presencia de las redes sociales sea cada vez más frecuente. Hay personas que llegan a hacerse perfiles falsos solo para seguir a ese hombre o mujer que, no hace mucho, compartió vida con su pareja. Miran sus fotos, analizan su aspecto, su forma de vida y sus comentarios de manera diaria y meticulosa.
Esto les puede llevar a una serie de situaciones muy concretas. La primera es a la inseguridad en la propia relación. Hay muchos que empiezan a sentirse en desventaja: “no soy tan atractivo o sofisticado como él o ella así que seguro que me deja”. La segunda consecuencia es dejar que, poco a poco, se vaya debilitando el músculo de la autoestima.
Celos, obsesiones, miedos… Son realidades muy problemáticas de las que vale la pena hablar.
Buena parte de los acosos en línea se hacen por parte de personas que buscan saber cosas y vigilar a las antiguas relaciones de la propia pareja.
¿Por qué investigamos a las exparejas de nuestra pareja?
La conducta de vigilancia, acecho o espionaje hacia alguien en redes sociales recibe el nombre de stalkear. Este neologismo define una conducta que, en muchos casos, puede volverse adictiva. Es más, cuando investigamos a las exparejas de nuestra pareja en internet podemos caer en una conducta claramente obsesiva de la que cuesta salir. Y no es broma.
En muchos grupos de Facebook se habla de este problema: el no poder dejar de vigilar a las antiguas relaciones de la persona que aman. Si este fenómeno ha aumentado en la última década no es casualidad. Ahora mismo disponemos de múltiples recursos para espiar a alguien. Siempre que alguien tenga algún tipo de “huella digital”, tendremos acceso a su vida.
Instagram, TikTok, Snapchat, Facebook, Twitter… Quien más y quien menos dispone de una cuenta en alguna de estas redes sociales. Y, tengámoslo claro, son instrumentos perfectos para que nos vigilen. Es muy fácil buscar a la persona que deseemos a través del propio nombre o de las relaciones con personas que conozcamos.
De la curiosidad a la adicción
Cuando investigamos a las exparejas de nuestra pareja en internet lo hacemos al inicio por mera curiosidad. ¿Cómo son esas o esa persona con la que ha estado antes? ¿Son atractivas? ¿Qué tipo de vida llevan? ¿A qué se dedican? Entonces echamos un vistazo. Nos asomamos solo un momento, con discreción. Como quien abre ligeramente el visillo de una ventana.
Sin embargo, ese fugaz vistazo se convierte en ocasiones en una hora revisando fotos anteriores, comentarios, e informaciones. Hemos abierto la puerta a la obsesión y ya no podemos cerrarla ni quitarnos de la mente a esa persona. Al iniciar esa conducta de espía se entremezclan dos emociones muy concretas: la estimulación y el autodesprecio.
Cuando alguien empieza a seguir a la expareja del ser amado en redes sociales experimenta la necesidad obsesiva de revisar a diario ese contenido y el odio hacia sí mismo por derivar en esa conducta.
Los celos retroactivos
La conducta de vigilancia y acoso a las exparejas del ser amado es una realidad psicológica de gran interés en la actualidad. No deja de ser un fenómeno nuevo ante una circunstancia nueva. Las nuevas tecnologías y las redes sociales propician nuevas patologías dignas de análisis.
Fue la Universidad Estatal de Ohio quien realizó un estudio en el 2018 al respecto de este tema. Así, lo que se experimenta en dichas situaciones son celos retroactivos. Se trata de una sensación de amenaza, inquietud y molestia hacia las exparejas de la pareja, a pesar de que esa figura no interfiere para nada en la relación actual.
Por otro lado, la base de esos celos se halla básicamente en la comparación social y la incertidumbre relacional. Es decir, de pronto, lo que experimentan al vigilar de manera constante a las antiguas relaciones del ser amado es una sensación de desventaja. Se sienten inferiores y eso despierta la idea del miedo al abandono (si dejó a alguien como a su expareja, lo más probable es que también me deje a mí…).
¿Cómo dejar esa conducta de vigilancia?
Cuando investigamos a las exparejas de nuestra pareja nos convertimos muchas veces en alguien que no nos gusta. Son muchas las personas que no pueden dejar de hacerlo. Y cuanto más lo hacen, más se desprecian a sí mismos. Es más, podemos ver incluso conductas extremas.
Hay quien llega a imitar el estilo de ropa de la expareja de la pareja, quien dedica horas a stalkear (‘vigilar en redes sociales’) a ese hombre o esa mujer, hasta perder así muchas horas de su propio tiempo. El desgaste es evidente y es muy fácil caer en una conducta psicopatológica. ¿Qué puede hacerse en estas circunstancias?
Analicemos en primer lugar cómo nos sentimos: avergonzados, celosos, tristes, enfadados, sentimos odio, preocupación y hasta obsesión… Detrás de esas emociones lo que hay siempre es inseguridad en uno mismo y una clara falta de autoestima. Estas dos dimensiones pueden romper nuestra relación afectiva, esa que, sin tener ningún problema, nosotros mismos estamos boicoteando.
- Seguidamente, valoremos la idoneidad de desinstalar por un tiempo nuestras redes sociales. En lugar de pasar tiempo frente al móvil, orientemos a nuestra mente a otras prácticas, a nuevas aficiones.
- Dediquemos tiempo de calidad a nuestra pareja, a cuidar de esa relación. Al fin y al cabo, si es lo que más nos importa, seamos capaces de demostrarlo. Maduremos, atendamos nuestra identidad y seguridad en nosotros mismos. Solo así construiremos un vínculo en los que no caben los celos o los miedos.
Por último, y no menos importante, no descartemos la necesidad de acudir a un profesional especializado. Si no logramos reducir esa conducta de vigilancia o acoso, es necesario recurrir a terapia psicológica para recuperar el control de nuestras vidas.
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