Cuando las amistades nos decepcionan

Las amistades también caducan. Finalizar una amistad puede ser muy doloroso, pero muchas veces romper con vínculos nocivos es fundamental para nuestro bienestar.
Cuando las amistades nos decepcionan
Valeria Sabater

Escrito y verificado por la psicóloga Valeria Sabater.

Última actualización: 31 agosto, 2023

Las amistades también caducan, se apagan como la luz de una luciérnaga cuando es descubierta, como el primer viento frío que trae el otoño después del verano. Hay personas que nos decepcionan, y la herida que deja esa pérdida duele y nos enfada, no hay duda; sin embargo, con el tiempo aprendemos y empezamos a ser mucho más selectivos.

Por curioso que nos parezca, en lo referente a la amistad ocurre lo mismo que en el amor: tenemos los amigos que creemos merecer. Tiene mucho que ver también con la autoestima, con nuestra capacidad de poner filtros y de entender que las relaciones, sean del tipo que sean, son a su vez entidades dinámicas que cambian y mutan como nuestras propias identidades.

“Un amigo es un regalo que uno mismo se da”

-Robert Louis Stevenson-

Ahora bien, no falta quien afirma aquello de que “perder un amor duele, pero perder un amistad mata”. Es como si de algún modo este vínculo basado en la complicidad, en esa camaradería íntima, espontánea y de alta “nutrición” emocional nos confiriera un sustento igual o más significativo que la propia relación de pareja.

Bien, cabe decir que en lo que se refiere a estudios sobre la amistad y sus procesos, no abundan en exceso, no tanto como en materia afectiva y de pareja se refiere. Los contados trabajos que existen en el ámbito de la psicología social nos dicen algo muy interesante a la que vez que llamativo: perder una amistad duele tanto como perder un amor.

El estudio, publicado en la revista Epidemiology and Community Health, puntualizaba además que esta sensación era vivida por igual tanto en hombres como en mujeres. Un amigo es -para la mayoría de las personas- parte indispensable de nuestra cotidianidad, hasta el punto de que son esenciales para nuestro bienestar físico y emocional.

Amistades que no sabemos cómo finalizar

Blanca tiene 40 años y ha decidido finalizar una amistad que ha durado años. De hecho, le ha acompañado toda su vida. Ella y Elisa crecieron juntas porque sus madres ya fueron amigas. Aquella niña de ojos castaños, piernas largas y voz mandona pronto se convirtió en su refugio y en su infierno a partes iguales.

Cuando eran niñas, Elisa la obligaba a implicarse en actividades que no quería. Se rompió un brazo cuando intentó subir con ella aquel muro del colegio porque así se lo mandó, fue con ella con quien compartió las primeras confidencias de los primeros amores. También fue ella quien le “robaba”todos los chicos en los que Blanca se fijaba. A lo largo de todos esos años Blanca ha mantenido una amistad codependiente con una persona manipuladora, alguien a quien no sabía cómo dejar o cómo decir “deja de aprovecharte de mí”.

Es muy posible que más de uno se vea identificado con este pequeño ejemplo, pero la pregunta clave es ¿por qué nos cuesta tanto finalizar una amistad que nos trae más problemas que beneficios? Estas serían algunas explicaciones.

Razones por las que somos reacios a decir “basta” a un amigo

La primera razón es sencilla: pensamos que le debemos lealtad a esa persona; quizá porque son muchas las experiencias compartidas, muchos los años pasados en común y muchas las confidencias custodiadas. Sin embargo, hay algo que debemos tener claro.

  • En toda relación, ya sea de pareja o de amistad, son recomendables el equilibrio y la reciprocidad. Porque la lealtad hacia alguien carece de sentido si no hay respeto, si no hay una correspondencia auténtica.

El segundo aspecto tiene que ver la idea de que podemos cambiar a los demás. Nos decimos a nosotros mismos que hay que ser pacientes, que lo ocurrido hoy no volverá a suceder si les damos un aviso, si les indicamos que eso ofende, que aquello duele, que eso otro nos decepciona…

  • Otro aspecto sin duda preocupante y que afecta a muchas personas, es pensar que tenemos los amigos que merecemos. Nos decimos a nosotros mismos que todos “fallamos”, que todos tenemos defectos y que en ocasiones es normal no acertar o hacer daño sin querer.

Incluso en ocasiones el temor a la soledad hace que muchas personas carguen sobre sus espaldas amistades altamente nocivas, desgastantes y tóxicas. No es lo adecuado, y por ello es necesario recordar lo siguiente: las buenas amistades son aquellas que nos hacen ser mejores cada día, que no buscan cambiarnos sino que nos potencian como seres humanos, porque nosotros mismos sabemos que merecemos bienestar, equilibrio y felicidad.

La decepción en una amistad implica tomar una decisión

Gretchen Rubin, autora de un interesante trabajo conocido como Objetivo: Felicidad , nos explica que muchos de nosotros avanzamos por nuestra cotidianidad con la sensación de ir a la deriva. Este concepto es interesante, porque tal y como lo describe la propia autora, ir a la deriva significa curiosamente tomar la decisión de “no decidir” sobre lo que queremos y no queremos sobre nuestra propia vida.

“Hay quien piensa que para ser amigos basta con querer, como si para estar sano bastara con tener salud”

-Aristóteles-

No tomar o aplazar decisiones implica vivir rodeado de un sucedáneo de felicidad donde están adheridos a su vez vínculos relacionales poco significativos, personas que nos decepcionan una y otra vez y que aun así mantenemos a nuestro lado. Lo permitimos por lealtad o por miedo a quedarnos solos, tal y como hemos señalado con anterioridad.

Hemos de tener claro que atrás quedaron esos años de infancia y adolescencia donde no aplicábamos filtros. Donde dejábamos entrar a cualquiera porque estábamos deseosos de experiencias, de emociones y novedades. Madurar implica por encima de todo ser selectivos y buscar la calidad en todas nuestras relaciones.

 

Las decepciones, si son provocadas de forma deliberada y repetida, nos dan una pista evidente sobre la calidad humana de esa persona. Actuemos y tomemos una decisión, aunque duela, aunque esa amistad nos haya acompañado media vida o la vida entera, porque si hace daño, si duele y nos quema el corazón, no es amistad.

Aprendamos a ser selectivos, a valorar las amistades reales, las más mágicas y emocionantes. Esas que nos enseñan, que nos aportan y a quienes aportamos, esas que nos ayudan a desarrollar la mejor versión de nosotros mismos.

 


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