Cuando el maltrato psicológico de pareja se da en adolescencia (Testimonio)
En los últimos tiempos, se han incrementado las campañas de concienciación sobre cualquier tipo de maltrato. Se informa en centros educativos, sanitarios, medios de comunicación… e incluso se hace hincapié que cada 25 de noviembre represente un día especial contra la violencia de género. Sin embargo, esto unos años atrás no era así.
A través de diversos movimientos, se ha empezado a dar visibilidad a una lacra tan dolorosa como silenciada y disculpada. Afortunadamente, aunque todavía queda mucho terreno por ganar, el panorama actual es otro.
Hoy compartimos el testimonio de una de esas valientes que hace unos años dejó de quererse para empezar a vivir con miedo.
Exponemos la narración de una joven que sufrió continuos malos tratos psicológicos cuando era adolescente. Por respeto a su intimidad, no se facilitará su nombre.
Introducción
Cuando cuento mi historia, generalmente siempre me encuentro con la pregunta de ”¿Cómo lo permitiste?” y, siempre respondo lo mismo, que no era consciente porque los inicios fueron totalmente diferentes.
Obviamente, si inicias una relación sentimental con alguien es porque estás a gusto y te sientes bien. Si en el primer momento te trataran mal, tu propio instinto te haría rechazar a esa persona. No somos tan ciegas.
Mi historia ya tiene unos cuantos años. Inicié esta relación cuando tenía entre 15 y 16 años. El comienzo fue algo maravilloso. Él tuvo que currárselo muchísimo porque yo era una persona muy tímida y además una chica que le daba una importancia secundaria a los hombres, pese a estar en la edad de la revolución de hormonas.
Con su comportamiento venció mis resistencias, tras ver todas las cosas que él hacía por conquistarme, acepté ser su novia. El caminó que se planteó a partir de ese momento para mí era desconocido. Empecé a aprender qué era eso de ”tener pareja” o, al menos, lo que te venden que debe ser.
Cada mañana me escribía un mensaje para darme los buenos días, resaltando lo mucho que le apetecía verme y estar conmigo. Prestaba atención a mis gustos y, con esa información, conseguía sorprenderme. Algo parecido a lo que narran las películas. Un amor romántico increíble.
Sin embargo, el paso de los meses dio lugar a un escenario totalmente diferente. Las primeras broncas, ataque de celos descontrolados. “¿De dónde vienes?“, “¿A dónde vas?“, “¿Con quién has quedado?“.
En ese momento, tú no te das cuenta de que en realidad su preocupación por ti no son más que intentos de controlarte. Te está ”reprogramando” a que no hagas nada sin que pase por su aprobación.
Y tú, te crees que eso es el amor verdadero, crees que todo eso lo hace ”porque te quiere y se preocupa por ti”.
Nudo de un maltrato psicológico
Podría explicar muchas situaciones pero, por espacio, no cabrían todas. Cuatro años duró la relación y, realmente, dio para mucho más de lo que aquí os pueda contar.
Como no puedo explicar punto por punto mi caso, paso a marcar frases con las que cualquiera que ha pasado lo mismo que yo puede sentirse identificada:
- Aguantar cada día que todo lo haces mal. Para él nunca estaba bien lo que hacía. Bien podía tacharme de ”inocente” que directamente de ”estúpida”.
- Cuando se enfadaba, me despreciaba e incluso me empujaba con tanta fuerza que incluso, me comía paredes y puertas.
- Trataba de alejarme de toda mi gente: familia, amigos, compañeros… Aquí podría englobar el acoso verbal que ejercía sobre mí para que me alejara de ciertas personas, bien porque según él no entendían nuestra relación, como ”recomendarte” que no son buenas compañías.
- Cada paso que daba, lo justificaba. No podía dar un paso sin que él no estuviera informado y poco menos me diera su aprobación.
- Todas mis celebraciones importantes, se encargaba de estropearlas. Por supuesto, cumpleaños, fin de curso, celebraciones con amigas… daba igual. Él iba a cargarse todos esos momentos sacándose alguna discusión en la que me hacía quedar y sentir como una auténtica imbécil.
- Cuando quedaba con amigas, me llamaba todo el tiempo. Cuando yo le comentaba que iba a quedar con alguna amiga, no solía mostrarse contrario. Es entonces cuando, con su habilidad para averiguar dónde me encontraba, aparecía -siempre de un modo ”casual”, claro-. Nunca reconoció que, si coincidíamos en el mismo sitio, no era fruto de la casualidad.
- Cuando se enfadaba, pegaba y rompía objetos e incluso paredes. En mi caso, esto era todos los días y me generaba un nivel de ansiedad y estrés tremendo.
- ”Solamente yo te voy a querer’‘. Frase que me repetía siempre que podría y tenía oportunidad y lo peor, es que me lo creí.
- Decidía sobre cómo comportarme o cómo vestirme. Por ejemplo, sabía que mientras estaba con amigos suyos, tenía que permanecer en silencio o qué ropa a él le iba a parecer mejor que llevara para no enfadarlo, ni hacer quedar mal.
- Cuando trataba de dejarlo, él amenazaba con suicidarse. Cada vez que me sentía con fuerzas para terminar todo aquello, llegaba con su manipulación y chantaje que me terminaban desmontando toda mi decisión y transformándola en culpa.
- Me pidió perdón una y otra vez. Incluso se me echó a llorar miles de veces. Me ha costado mucho tiempo darme cuenta de que todo aquello formaba parte de su engaño y que, en realidad, ninguno de esos perdones los sentía. Es parte de la manipulación en el maltrato que trata de ejercer sobre ti.
Desenlace de un maltrato psicológico
Pese a todo lo que he escrito, realmente todavía estaba por llegar lo peor. El momento en el que por fin, decidida, pude dejarlo, comenzaba mi verdadero infierno.
Yo me fui a otra ciudad a estudiar y traté de iniciar una vida nueva. ¡Me resultaba tan complicado relacionarme con la gente! Ya no solo era el hecho de que no sabía cómo comunicarme, sino que también me daba miedo hacerlo.
Tenía la sensación de que cada persona iba a reírse de mí, me iba a encontrar algún defecto… Finalmente tome la decisión adecuada y tras un tiempo de haber finalizado la relación, pero comprobar que mi comportamiento no era normal, decidí acudir a un especialista: fui a una psicóloga.
Con ella trabajé mi modo de relacionarme con terceras personas y trabajé mi miedo a él, porque yo lo seguía teniendo. De hecho, trataba de mantener una relación cordial para que no se alterara y, si nos volvíamos a encontrar, el encuentro fuera menos incómodo.
Así, terminé poniéndole nombre a una relación a la que no quería ponerle nombre porque ”nunca me habían puesto un ojo morado”: había sufrido un maltrato sostenido y cruel que me había herido.
A día de hoy, sigo trabajando en mi autoestima. Es muy difícil reconstruir de nuevo una personalidad que han maltratado tanto en un periodo tan sensible. Es muy complicado volver a confiar en los demás, pero también en ti misma.