Cuando me enfado, no puedo controlarme: ¿qué me pasa?
¿Y tú, tienes problemas para controlar tu ira cuando te enfadas? ¿Tiendes a soltar lo primero que se te pasa por la cabeza para después arrepentirte? ¿Pierdes los nervios? ¿Por qué ocurre esto? ¿Qué hay detrás de ese enfado que tanto nos cuesta gestionar?
En este artículo indagaremos en las posibles causas que se esconden tras esta pérdida de control. Os adelantamos que todo esto tiene que ver, en gran medida, con un pobre autocontrol y una baja tolerancia a la frustración. Sin embargo, no son las únicas causas; bajo todo ello también se esconde, muchas veces, una capa de tristeza que no sabemos cómo afrontar, así como otros posibles sentimientos y emociones.
Antes de llegar a esas causas, os daremos algunos trucos para aprender a manejar ese enfado de forma saludable. ¡Y es que el autocontrol es una habilidad que se puede entrenar! Descubre cómo.
Cuando me enfado, no puedo controlarme: ¿qué me pasa?
A muchas personas les ocurre con frecuencia, o les ha ocurrido alguna vez… Enfadarse y perder el control, no poder controlarse. Sentir que la ira nos supera. Pero, ¿por qué ocurre? ¿Qué es lo que está fallando exactamente? ¿Qué hay detrás del enfado incontenido?
Para entenderlo debemos recurrir al concepto de “autocontrol”. Más adelante, veremos también otros factores que facilitan la pérdida del autocontrol. Circunstancias que aumentan la probabilidad de que nos volvamos impulsivos.
La importancia del autocontrol
El autocontrol se define como una habilidad para dominar las propias emociones, los comportamientos, los pensamientos y los deseos. También incluye la capacidad para controlar y manejar nuestro propio cuerpo.
En cierta manera, el autocontrol es parte de la inteligencia emocional, y por ello es tan importante trabajarlo con los niños ya desde bien pequeños. Gracias al autocontrol, se puede aprender a gestionar el enfado y otras emociones básicas.
Como vemos, se trata de una habilidad para gestionar y controlar no solo cómo nos comportamos, sino cómo pensamos y cómo reaccionamos ante las emociones. Muchas veces, las emociones nos superan, pero no por ello debemos permitir perder el control de la situación. El autocontrol, como muchas otras habilidades, también se entrena, es decir, se puede ir mejorando con tiempo, constancia y esfuerzo.
¿Cómo trabajar el autocontrol?
De esta forma, el autocontrol nos permitirá gestionar esos momentos de rabia o de enfado en los que nos ponemos a gritar o mantener conductas que en realidad no deseamos tener. Pero, ¿Cómo trabajarlo? Os dejamos algunas ideas clave para ello:
- En primer lugar, identifica con precisión aquello que quieres controlar. ¿Es ira? ¿Es rabia? ¿Es frustración?
- Investiga las causas de esa ira, de ese enfado. ¿Realmente es enfado o está enmascarando otras emociones? (Por ejemplo, tristeza).
- Busca el punto de “no retorno”; se trata de ese momento en el que sabemos que ya no volveremos a la calma, en el que perderemos el control y “estallamos”. Identifícalo y busca una palabra o un gesto a emitir, para pararlo a tiempo.
- Practica la respiración; justo cuando identifiques ese punto de no retorno, y antes de llegar a él, practica algunos ejercicios de respiración. Cierra los ojos, pon la mano en tu vientre y siente cómo el aire entra y sale de tu cuerpo.
- Busca conductas alternativas al enfado para evitar que la ira te domine; pueden ser los ejercicios de respiración anteriores u otras conductas/acciones: poner música, un baño relajante, pintar o dibujar, escribir, cambiar de entorno…
Me enfado y pierdo el control: ¿qué me pasa?
Hemos visto algunas ideas para trabajar el autocontrol y empezar a afrontar el enfado de forma saludable; sin embargo, al igual que aplicar estas técnicas, también resultará esencial entender qué nos está pasando. ¿Por qué actuamos así cuando nos enfadamos? Al llegar a este punto, puede que hayas intuido una de esas posibles causas… En efecto, tener un pobre autocontrol es la principal causa que nos lleva a actuar así, perdiendo los papeles y el control de la situación, cuando nos consume la rabia.
Por otro lado, una baja tolerancia a la frustración también podría estar detrás de estas conductas que nos gusta emitir. Ser personas impulsivas y temperamentales también podría contribuir a este tipo de situaciones.
La buena noticia es que todas estas circunstancias se pueden trabajar en terapia. Indagar de forma más profunda en las causas de esa “pérdida de control” cuando nos enfadamos nos permitirá, además de conocernos a nosotros mismos, buscar estrategias para potenciar nuestro autocontrol y, por extensión, mejorar nuestro bienestar.
Detrás de la ira: la herida
Muchas veces, tras un ataque de ira o de enfado se esconde en realidad, una gran herida que ha sido descubierta, o que alguien ha rozado casi sin querer. Y es que la rabia, la ira, el enfado, son emociones que, con frecuencia, encubren otras, como la tristeza o la decepción. Al no saber afrontar o gestionar esa tristeza (o al ser incapaces de aceptarla), recurrimos a algo más visceral, a algo que nos hace alejar, momentáneamente, de ese sentimiento tan incómodo: la ira.
¿Y qué ocurre cuando la ira no se gestiona bien tampoco? Que explotamos. Así, si pierdes con frecuencia el control -por ejemplo, pronuncias frases de las que al poco tiempo te arrepientes-, te animamos a pedir ayuda.
Entender las emociones, su razón de ser, nos permitirá autoconocernos y mejorar cada día como personas imperfectas que somos; ¡y es que la imperfección nos hace humanos! Aprendamos a convivir con ella, aprendamos de ella para mejorar… no la alejemos de nosotros.
“La ira no discrimina, no entiende, no razona. Sólo cree en su propia necesidad de herir, porque la ira es una respuesta a una herida. A una herida grande, atemporal, que viene en el código de fuente de nuestra psique. De repente, algo roza esa herida. Y saltamos”.
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- Fernández del Río, E. (2010). Autocontrol. Vigo: Nova Galicia.
- Redorta, J., Alzina, R. B., & Galdós, M. O. (2006). Emoción y conflicto: aprenda a manejar las emociones.