Cuando todo parece ir en tu contra, recuerda que el avión despega contra el viento
Esos momentos en los que todo lo que te rodea es, en esencia, oscuridad. Cuando todo parece ir en tu contra es normal que te bloquees, e incluso que viejos fantasmas parezcan resucitar.
Acontecimientos muy distintos en apariencia, como una ruptura, el fallecimiento de un ser querido, un adiós de alguien importante, un despido o un accidente, pueden generar emociones de valencia negativa tan intensas como para hacer que perdamos de vista a los principales puntos de referencia positivos que, a modo de faro, suelen orientarnos cuando bordeamos costas escarpadas.
En buena medida, las dificultades a las que nos enfrentamos son las que nos definen. El avión despega contra el viento, realizando una cantidad de trabajo enorme; a su vez, es el viento quien permite que avance sin tocar el suelo. El avión planea. Se vale del aire, para después dejarlo marchar.
Ahora, en analogía, nosotros, ¿cómo podemos dominar el aire que en principio nos impide volar? ¿Cómo podemos construir un ingenio que vuelva a nuestro favor lo que se presenta en contra?
Los vencedores heridos
Los acontecimientos negativos no son buenos; lo que no impide que puedan serlo de manera parcial -aquello de que “no hay mal que por bien no venga”-, o que terminen siendo la oportunidad para aprender que nos conceden.
Así, en un contexto de dificultad, los seres humanos pueden actuar en sentidos opuestos; algunos entregan totalmente el control de lo que les sucede, mientras otros emplean toda su energía en actuar sobre aquellas variables que sí pueden controlar para tratar de minimizar los daños, e intentar darle la vuelta a la inercia.
Todo evento en la vida tiene un principio y un fin. Tener la certeza de que esto es así ayuda a ver los problemas desde una óptica más amable, porque aunque no veamos el final, tenemos la certeza de que arribaremos a puertos mejores.
Someterse es el camino más oscuro. Por contra, la adversidad es precisamente el estímulo que hace que algunas personas crezcan; ellas, en ese ejercicio de supervivencia, suelen valerse de lo que conocemos como resiliencia y tolerancia a la frustración.
Resiliencia para volar contra el viento
La resiliencia da lugar a conductas y procesos de pensamiento que son muy útiles en situaciones en las que las fuerzas que nos rodean no favorecen nuestros intereses. Explica en buena medida por qué algunas personas, ante las mismas circunstancias, se entregan a su suerte y por qué otras no lo hacen, trabajando en aquellos frentes en los que pueden hacerlo.
Por otro lado, no es algo que “tengamos o no tengamos”; es más, engloba a un conjunto de procesos que podemos perfeccionar.
“La resiliencia es el fenómeno por el que los individuos alcanzan relativamente buenos resultados a pesar de estar expuestos a experiencias adversas”.
-Rutter-
Ser resiliente en ningún caso significa ser insensible. Las personas resilientes no son aquellas que van por la vida con una coraza, ni aquellas que son incapaces de mostrarse vulnerables. Las personas resilientes sufren heridas y precisamente muestran su resiliencia, su habilidad a la hora de desinfectarlas, vendarlas y cuidarlas para que cicatricen. No sufren un menor dolor emocional, sino que tienen más recursos para que esa emoción no secuestre su voluntad.
Características de la personalidad resiliente
El concepto de resiliencia nace en los años 70 cuando el psicólogo Michael Rutter se dio cuenta de que un mismo acontecimiento traumático producía diversas respuestas de afrontamiento en las personas. Tras investigarlo, enunció las características principales de la personalidad resiliente:
- Desarrollar una autoestima estable y positiva hace que seamos capaces de resistir los eventos traumáticos a los que nos enfrentamos independientemente de su gravedad.
- Ser capaces de parar y reflexionar nos permite mejorar nuestra capacidad de introspección. A través de ella somos más conscientes de cuáles son nuestras aptitudes y actitudes para enfrentar lo que nos está sucediendo.
- Ser independientes nos ayuda a establecer límites entre nosotros y la sociedad en la que vivimos sin implicar que vivamos aislados.
- La capacidad de vincular con otras personas y de establecer relaciones sociales íntimas y empáticas es clave. Nos permite tejer los hilos rojos que nos conectan a los amigos verdaderos. Así, fortalecemos nuestra capacidad de reconocer las necesidades de los demás y vernos reflejados en las nuestras.
- Practicar la asertividad nos conduce a conocer cuáles son nuestros derechos y a hacerlos valer ante los demás. Implica autorrespeto y autocompasión: implica ser capaces de amarse a uno mismo, cuando más se necesita.
- Tener iniciativa en las cosas que nos ocurren implica no adoptar una posición de desvalimiento ante la vida. Contar con iniciativa consiste en investigar y entrar en contacto con los retos de la vida desde las gafas de la búsqueda de las causas y de sus soluciones.
- La creatividad y el humor son siempre dos buenas amigas. La creatividad nos permite crear donde parece que solo hay destrucción y el humor es su ayudante porque es la capacidad para percibir aspectos cómicos en cosas cotidianas. Cuando todo parece ir en tu contra, poder reírse contribuye a liberar mucha tensión y en consecuencia nos sentimos mejor.
Las personas resilientes no desarrollan todas estas habilidades al mismo tiempo. Ni siquiera nacen con ellas. Se desarrollan con cada acontecimiento que les ocurre.
La tolerancia a la frustración
Ser hábiles a la hora de gestionar la frustración nos da un espacio muy valioso en muchas situaciones complicadas. De alguna manera, impide que la niebla baje, conservando así nuestra lucidez mental. Existen algunas claves que pueden ayudarnos a aumentar nuestra tolerancia a la frustración:
- Identifica las fuentes de malestar.
- Define tu estado emocional. ¿Qué emociones lo gobiernan? ¿Cuánto esperas qué dure? ¿Qué lo ha desencadenado? Desconectar de nuestro mundo emocional es algo que hacemos frecuentemente, pero es inevitable sentir emociones. Para aprender a autorregularnos emocionalmente podemos practicar técnicas como el mindfulness.
- Comprende las emociones de los demás, ponte en su piel. ¿Qué siente la otra persona?, ¿qué puede estar pensando?, ¿qué harían otras personas? La empatía nos permite mejorar como personas y como sociedad, pero también nos permite generar puntos de vista diferentes al nuestro que enriquecerán las decisiones que tomemos.
- Aplaza la toma de decisiones trascendentes cuando detectes que la intensidad emocional es muy alta: además de volvernos impulsivos, las emociones suelen reducir nuestro foco de visión, haciendo que nos decantemos por opciones que pueden beneficiarnos en el corto plazo, pero muy poco en el largo.
- Reflexiona sobre cómo te relacionas con la incertidumbre.
- Las preocupaciones son útiles cuando nos hacen resolver problemas, pero no cuando se convierten en intrusivas, pasando a contaminar casi todos nuestros hilos de pensamiento. Cuando las preocupaciones duran demasiado, se convierten en bucles de pensamientos conocidos como rumia. Practicar deporte o actividades que impliquen movimiento nos ayuda a salir de estos estados sin fin.
“Cuando todo parece ir en tu contra, recuerda que el avión despega contra el viento”.
-Henry Ford-
Ser resilientes y saber tolerar la frustración no nos van a hacer invulnerables. La invulnerabilidad hace referencia a la resistencia absoluta a las consecuencias negativas que a veces acarrea la existencia. Ser resilientes y tolerantes a la frustración implica saber convertir los momentos duros de la vida en oportunidades para crecer y desarrollarnos.
Respira y recuerda: la experiencia también es un grado en esto de despegar, de construir ese ingenio para que el aire pase a ser tu aliado. Repitiendo el proceso, conocerás mejor tus límites y perfeccionarás el arte de emplear algunas de las estrategias que hemos compartido en este artículo.
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