Desencadenantes de trauma: ¿en qué consisten?
¿Alguna vez has reaccionado con angustia y sufrimiento al ver una noticia en la televisión o redes sociales? En nuestra cotidianidad acontecen eventos con los que muchas personas se identifican y que, en algunos casos, provocan que respondan de manera sobredimensionada. Es decir, con una intensidad emocional desmedida y dolorosa.
Hay quien los llama “botones del trauma”. Es como si en la mente humana existieran unos resortes que, al entrar en contacto con ciertos estímulos, permitieran que el recuerdo de un hecho adverso se reprodujera de forma vívida, aterradora… Como quien ve una película y se introduce en ella. Al poco, el cerebro se inunda de miedo, nerviosismo y de una gran desesperación.
La principal característica del estrés postraumático es el llamado “acoplamiento traumático”. Es el proceso por el que una vivencia adversa se conecta a una serie de disparadores que generan una respuesta involuntaria negativa. Esta puede ir desde los clásicos flashbacks a los ataques de pánico. ¿Por qué aparecen estas reacciones emocionales tan abrumadoras? ¿Qué podemos hacer? Lo analizamos.
No sirve de nada desplazar o no dar importancia a esos estímulos que nos hacen recordar un hecho doloroso. En caso de no abordar la raíz del trauma, los disparadores se intensificarán.
Los desencadenantes de trauma, un puente al dolor emocional
Es posible que alguna vez nos haya llamado la atención una advertencia que aplica Netflix antes de que empecemos una serie o una película de su catálogo. En una de sus esquinas nos señala que el contenido que vamos a ver tiene imágenes potencialmente angustiantes (violencia sexual, drogas, suicidio, imágenes estroboscópicas, etc.).
Es evidente que una parte significativa de la población arrastra consigo algún tipo de trauma psicológico. Un estudio realizado entre varias universidades de todo el mundo expuso que cerca del 70 % de las personas encuestadas afirmaron haber sufrido tales vivencias. Esto implica estar condicionados a este tipo de estímulos que, en un momento dado, pueden evocar el dolor pasado.
Los desencadenantes de trauma son los recuerdos involuntarios que se experimentan al entrar en contacto con un estímulo psicológico. En la mayoría de las veces, estos estímulos son inocuos y no amenazantes. Sin embargo, la respuesta psicofisiológica es intensa y descontrolada. Asimismo, cabe señalar que estos fenómenos vienen estudiándose desde el siglo XIX.
Los disparadores de trauma no provocan solo que una persona se sienta molesta o incómoda, lo que generan es un elevado sufrimiento emocional y hasta las mismas sensaciones físicas que cuando se sufrió la vivencia adversa.
¿Cuáles son los disparadores más comunes?
El desencadenante de trauma más frecuente e intenso es el olfato. Un estudio de los doctores Eric Vermetten y Douglas Bremner indica que, a veces, basta con sentir un olor para experimentar una reacción emocional intensa. Esa que retrotrae a una persona a su trauma del pasado.
- Los sonidos son también puentes directos al recuerdo de un hecho estresante o doloroso del ayer.
- Los sabores también nos hacen sentir emociones y sensaciones que pueden activar el recuerdo del trauma.
- Las texturas.
- Escenarios concretos o lugares tan frecuentes como una bañera, por ejemplo, también actúan como disparadores.
- Ver determinados rostros que nos hacen recordar a otras personas.
- Ver ciertas películas, series o exponerse a determinadas noticias son otro ejemplo.
- Sensaciones corporales, como sentir el roce de la sábana en el cuello, pueden hacer recordar una agresión.
- Palabras, voces, músicas…
- Asimismo, tampoco podemos descartar los desencadenantes de trauma internos, es decir, esos que la propia persona puede activar con sus propios pensamientos.
De algún modo, toda persona que ha sido víctima de un trauma está expuesta a que cualquier estímulo evoque de forma recurrente el drama vivido en su pasado. Es un fenómeno incontrolable que suscita un gran sufrimiento.
El cortisol nos mantiene alerta cuando hemos experimentado una vivencia adversa. Esto puede hacer que estemos siempre hipervigilantes, focalizando la atención en posibles amenazas de forma constante.
¿Cómo tratar estos desencadenantes dolorosos?
Hay quien se esfuerza en controlar los pensamientos y las emociones negativas. Desea eludir y evitar esos estímulos que, de un modo u otro, le retrotraen a algo que no desea recordar. Bien, debemos entender que controlar o escapar de nuestros desencadenantes de trauma no sirve de nada si no abordamos la raíz original de ese hecho doloroso.
Es más, la propia exposición a los desencadenantes es una estrategia habitual en el tratamiento del estrés postraumático. Esto hace que, en caso de que llevemos con nosotros la marca de un evento traumático, sea necesario dar el paso y solicitar ayuda especializada. Hay terapias psicológicas muy válidas y efectivas que nos permitirán recuperar la calidad de vida.
Profundicemos en esas estrategias terapéuticas:
Terapia cognitiva-conductual
Una herramienta que aporta la terapia cognitiva-conductual es el poder modificar patrones de pensamiento disfuncionales, para dar paso, poco a poco, a enfoques más funcionales. Esto nos permite reducir la carga del sufrimiento.
Cabe señalar, que contamos con el modelo cognitivo-conductual centrado en el trauma infantil y juvenil (TF-CBT) y que es altamente efectivo en estos casos.
Terapia de exposición prolongada
La exposición prolongada es otro recurso psicoterapéutico muy útil para tratar el trastorno de estrés postraumático. Es una modalidad de la propia terapia cognitivo-conductual y se centra en el abordaje de los propios desencadenantes de trauma. El objetivo es disminuir el impacto emocional de los recuerdos asociados al evento adverso.
Para ello se expone al paciente al recuerdo del propio trauma tanto de manera imaginada como en situaciones en vivo. Es decir, se les acerca de forma segura y controlada a esos estímulos que evocan una reacción emocional intensa.
La terapia EMDR
La terapia de desensibilización y reprocesamiento por movimientos oculares (EMDR) es una de las estrategias más recomendadas para el tratamiento de los traumas. Este modelo fue desarrollado por la neuróloga Francine Shapiro en la década de 1980 en torno a una serie de hipótesis.
La primera era que determinados tipos de movimientos oculares favorecen la reducción de la intensidad emocional asociados a los recuerdos negativos. Se logra cierta calma en el sistema nervioso central. La segunda hipótesis es que, mediante la conversación y la exposición imaginada del trauma, se puede trabajar esos recuerdos para reducir su impacto y favorecer su integración.
La importancia de la terapia
Toda estrategia psicológica orientada al tratamiento de los traumas se enfoca en el propósito de que el paciente pueda procesar, aceptar e integrar en su vida lo sucedido. La meta es vivir con ese hecho adverso sin que su recuerdo y altere la vida, el bienestar y la capacidad de relacionarse del paciente.
Solo cabe señalar que estas terapias cuentan con una adecuada evidencia científica y que son efectivas. Por ello, en caso de sufrir los desencadenantes de trauma aquí descritos, no nos limitemos a evitarlos. Aceptemos que están ahí y solicitemos ayuda especializada.
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