Diferencia entre los miedos y las obsesiones
Los miedos y las obsesiones tienen algo en común: el temor a que algo malo suceda. Pero hay que diferenciar un miedo normal, de una obsesión, ya que con el tiempo podría desembocar en un trastorno. No ocurre siempre, pero es mejor prevenir.
Un miedo normal es una preocupación racional sobre algo. El malestar que recibe la persona no tiene síntomas físicos importantes, simplemente hay una intranquilidad controlada y no impide seguir con la vida habitual. En cambio, una obsesión es un temor irracional desmedido. Produce síntomas físicos como ansiedad, nerviosismo o pensamientos exagerados de catastrofismo. En este caso no dejan seguir la vida con normalidad.
Finalmente, la obsesión se apodera de nuestros pensamientos, nuestras emociones cambian, al igual que nuestro comportamiento. Una obsesión representa, ante todo, una condición limitante de nuestra psique.
La transición entre los miedos y las obsesiones
Los miedos y las obsesiones comienzan con una leve preocupación sobre algo. La diferencia es que cuando se convierte en obsesión, se entra en un círculo vicioso donde se le da muchas vueltas al asunto. Sobre todo, nos roba el bienestar interior, convirtiendo la mayor parte del día en angustia que estanca.
Según el DSM-V, el Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales, una obsesión se define por cuatro características principales:
- Pensamientos, impulsos o imágenes recurrentes y persistentes que causan ansiedad o malestar significativos.
- No se reducen a simples preocupaciones excesivas sobre algún problema de la vida real.
- La persona que sufre las obsesiones intenta ignorar o suprimir los pensamientos, impulsos o imágenes.
- Existe conciencia de que estos pensamientos, impulsos o imágenes obsesivos son el producto de su mente.
Así pues, cuando el miedo se ha transformado en obsesión hay que tomar medias. Estos tres pasos pueden ayudar a superar esas obsesiones.
Primer paso
Lo primero que hay que hacer para detectar si se trata de una obsesión sería analizar bien el motivo de la preocupación. Es necesario comprobar si esa preocupación es realista o exagerada. Normalmente si te sientes muy mal emocionalmente y ves que estás altamente afectado por algo que no es tan grave, podría ser una obsesión.
Es bueno contar con la opinión de otros. Lo más recomendable sería visitar a un profesional para descartar una patología. Si no es posible, también se podría pedir opinión a personas de mucha confianza para ver si nuestra preocupación es racional.
Es importante diferenciar los miedos y las obsesiones, que la persona diferencie lo que es una preocupación normal y lo que ya traspasa la barrera de lo patológico. Hay que ser consciente de que es normal que algo nos preocupe, pero no es normal que afecte de una manera desmedida y que limite en otras facetas de la vida.
La obsesión representa una pérdida de control. Tal vez creamos que no podamos controlar ciertos pensamientos, que inundan nuestra consciencia. O, por el contrario, tal vez pensemos que vamos a llegar a un punto en el que podamos acabar haciendo (o comportándonos) de una forma muy anormal.
Segundo paso
Sería reconocer que tenemos una obsesión y aceptarlo. De esa manera estarás haciendo consciente tu problema y será más fácil eliminarlo. En tu mente quedará una sensación de reconocimiento como: “tengo una obsesión y voy a poner los medios para eliminarla”.
Cuando la reconocemos la podemos abordar de forma más directa. Por ello es importante conocernos bien y aprender a interiorizar. Nuestra puede jugarnos malas pasadas y las obsesiones son una de ellas. Si durante un tiempo observamos, por ejemplo, que tenemos un pensamiento muy recurrente que nos provoca malestar, es hora de preguntarse si se trata de una obsesión.
Tercer paso
Sería racionalizar ese temor exagerado. Debate sobre el tema y trata de encontrar razones por las que eso que te preocupa no es tan grave. Cuando encuentres una razón convincente que de verdad tú la creas, es cuando irá remitiendo la obsesión. No se trata de que te engañes a ti mismo cambiando de pensamientos, es necesario encontrar un argumento que tú creas verdadero.
Esto a veces no es tarea sencilla, pero hay que buscar esa razón que te haga ver que tu temor no es para tanto. En la vida a todos nos pasarán cosas negativas, pero eso no debe impedir que sigamos caminando y mucho menos nos tiene que robar la felicidad.
Un caso anónimo
Por ejemplo, voy a hablar de un caso en el que una chica tenía la obsesión de que sus compañeras de piso le iban a contagiar algo porque eran muy promiscuas. Esta chica se llegó a preocupar tanto, que su calidad de vida era pésima y angustiante. Perdió el entusiasmo por hacer cosas, nada le motivaba, ni disfrutaba de actividades que antes le apasionaban.
Reconocía que la probabilidad de que le pegaran alguna enfermedad no era tan alta, pero ese tema le estaba amargando la vida. Yo desde fuera veía la exageración, pero ella no. No se daba cuenta de que ni siquiera sus amigas tenían ninguna enfermedad, pero ella había montado una cadena de pensamientos obsesivos que no paraba.
Primero se imaginaba que contagiarían a sus amigas y después sus amigas a ella. Si no paraba esos pensamientos obsesivos, irían a más, ya que incluso llegó a separar la ropa de la lavadora por si acaso le podían pegar algo.
Intenté debatir con ella para ver si se convencía de que no tenía peligro sólo por convivir, que el peligro real de contagios es producido por contacto sangre con sangre y por relaciones sexuales sin protección. Pero ella me seguía diciendo que era un drama tener que convivir con ellas, incluso sentía odio hacia sus compañeras y presión en el pecho.
Un argumento para superar la obsesión
No encontraba una manera de ayudarla, porque se necesita un argumento que a la persona le convenza de verdad. Hasta que di con la clave que ella entendió y se dio cuenta de que estaba exagerando las cosas. Le dije que debería tenerle más miedo a vivir con miedo y con poca calidad de vida, que a que alguien le pudiera contagiar algo.
Al decirle eso, se le encendió una lucecita de esperanza. Encontró la razón que le hacía ver que estaba obsesionada. Después, ella misma siguió racionalizando el tema, diciendo que en realidad la vida está llena de peligros. Puedes ir por la calle y que te caiga una maceta, pero no por ello vamos a ir asustados. O puedes ir a un restaurante y que la comida esté en malas condiciones, pero no vamos a dejar de comer fuera.
Empezamos a debatir y se dio cuenta de que no se podría vivir si estuviéramos siempre preocupados por todos los peligros de la vida. No podríamos hacer nada porque no hay nada 100% seguro.
Lo que es preocupante de verdad, es que los miedos y las obsesiones no nos dejen vivir con calidad de vida.
Esta chica logró por ella misma acabar con su obsesión, gracias a que trabajó sobre sus pensamientos irracionales y así encontró argumentos para dejar esa preocupación exagerada.
Hay quien sabiendo los pasos a seguir consigue ayudarse a sí mismo, pero si no puede, es importante buscar ayuda. M uchas veces lo que empieza como una simple manía obsesiva, de no ser corregida y trabajada podría convertirse en una mayor obsesión, incluso acabar en TOC (trastorno obsesivo compulsivo). Cuídate y cuida a los que hay a tu alrededor, porque la línea entre los miedos y las obsesiones es muy fina.