Discapacidad: de la exclusión a la inclusión
Aunque los términos de los que vamos a hablar hoy están integrados dentro del lenguaje cotidiano, no siempre los utilizamos con propiedad o precisión. Con el paso del tiempo, el concepto de discapacidad ha ido cambiando.
Los avances en materia social han permitido contextualizar y visibilizar a las personas con diversidad funcional. Así, queremos hablar de la evolución que ha tenido el concepto discapacidad.
La discapacidad no es algo fijo, es cambiante y dependiente de las limitaciones funcionales de la persona y de los apoyos disponibles en su entorno.
Además, es el resultado de la interacción de la persona con su entorno. Esas limitaciones funcionales se reducen proporcionando intervenciones que se centren en el comportamiento adaptativo (Badía, 2014).
“La discapacidad limita al ser humano abriéndole un nuevo universo de posibilidades”.
-Ítalo Violo-
Evolución del término “discapacidad”
En este sentido, y a modo introducción, podemos diferenciar la clasificación que hacía la OMS y el CIF. Así como mencionar el origen del concepto “diversidad funcional”.
Organización Mundial de la Salud (OMS)
La OMS lo definía, allá por 1980, como enfermedad o trastorno y proponía tres niveles:
- Deficiencia. Consecuencias permanentes de las enfermedades y accidentes en el nivel corporal, fisiológico u orgánico.
- Discapacidad. Restricciones en la actividad de un individuo debidas a cualquier deficiencia.
- Minusvalía. Situaciones de desventaja, derivadas de deficiencias o discapacidades, que limitan o impiden participar o desempeñar roles sociales en niveles considerados como normales.
Clasificación Internacional Funcionamiento, de la Discapacidad y de la Salud
Por otro lado, y pasados unos años, el CIF en 2001 proponía lo siguiente:
- Que abarcara todos los aspectos de la salud y otros relevantes para el bienestar.
- Eliminó términos como deficiencia o minusvalía, así como la conexión entre deficiencia-discapacidad-minusvalía.
- Proponía la discapacidad como una condición de la salud, es decir una enfermedad o trastorno, que suponía un problema en las funciones y estructuras (deficiencia), en la actividad (limitaciones) y/o en la participación (restricción) que también se encontraba condicionado por el contexto ambiental o personal.
Por último, en 2005, surgió el término “diversidad funcional” promovido por el movimiento por una Vida Independiente. Como dicen Rodríguez y Ferreria (2010) este concepto pretende suprimir las nomenclaturas negativas que se han aplicado tradicionalmente a las personas con discapacidad.
Así, lo que buscan es una calificación que no se inscribe en una carencia sino que lo que señala es un desenvolvimiento cotidiano, una funcionalidad, diferente a lo que se considera usual.
Cabe señalar que, en 2017, el CERMI recomendó el uso del término ‘personas con discapacidad’ evitando el de ‘personas con diversidad funcional’.
Alegaron que “la inmensa mayoría de las personas con discapacidad y de su movimiento social rechazan la utilización de la expresión ‘diversidad funcional’ por no sentirse identificadas con un léxico sin legitimidad ni respaldo social amplio”.
De la exclusión a la inclusión
Dentro del tema que hoy nos ocupa, se podría decir que hay distintas formas de enfocar la discapacidad o diversidad funcional. Entre ellas, nos encontramos:
- Inclusión. Promueve la autodeterminación y la participación social de las personas. Según CILSA este modelo se basa en que la sociedad es la debe dar iguales oportunidades a todas las personas. Es decir, es responsabilidad de toda la sociedad que todas las personas puedan vivir y desarrollarse con igualdad de posibilidades. Si la sociedad no pone barreras y promueve la interacción con los entornos, el desarrollo y la igualdad deberían ser plenos.
- Integración. Este modelo habla de capacidades diferentes o necesidades especiales. Es decir, se “acepta” a las personas pero se considera que son diferentes o que salen de lo que se considera “norma”. Forman parte de la sociedad pero, se podría decir, que se adaptan espacios a sus necesidades, por lo que no se consigue la plena inclusión.
- Segregación. Desde este punto de vista, se considera a las personas con discapacidad como sujetos que necesitan cuidados o entornos especiales. Este modelo discrimina a las personas y vulnera sus derechos. Ni siquiera estarían dentro de la sociedad, serían apartados de la misma.
- Exclusión. En este modelo existe la idea de que hay personas “normales” y otras que no lo son. Por lo tanto, las personas con discapacidad quedan por fuera de la sociedad y no existiría la posibilidad de que formen parte de ella.
Gracias a los avances que hemos vivido, cada vez estamos más cerca de conseguir una inclusión plena. Recordemos la importancia que tiene una buena educación para entender y comprender que todos y cada uno de nosotros tenemos los mismos derechos y, ante todo, somos personas.
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