Cómo discutir sin necesidad de pelear
¿Es posible discutir sin pelear? Para algunas personas esto parecerá imposible. Pero sí, es posible discutir sin pelar. Aunque esto es especialmente complicado cuando la discusión ocurre con alguien con quien convives, lo cierto es que discutir sin broncas, además de posible, es muy saludable, tanto para uno mismo como para la relación con la otra persona, sea la que sea.
Resolver conflictos es importante y, si el resultado es positivo, las relaciones se enriquecen. Sin embargo muchas personas no saben cómo afrontar opiniones diferentes a la suya de una manera razonable sin enojarse, ni salir fuera de su propio punto de vista. En otras ocasiones, no ser capaz de ver las propios limitaciones o los propios defectos hace que la discusión se torne imposible.
“Aferrarse a la rabia es como agarrar un carbón ardiendo con la intención de tirarlo a alguien; eres tú quien te quemas”.
-Buddha-
Discutir no es enfrentarse para ganar la partida
Uno de los problemas principales por los que la gente se pelea cuando discute es considerar que las discusiones son como una competición de la que surgirá un ganador y un perdedor. Muchas personas se toman las discusiones como algo muy personal, como si no quedar por encima del otro le degradara.
Con las discusiones se crean situaciones de competitividad llevadas al extremo. Muchas personas provocan discusiones violentas solo por el afán de ganar, de imponerse, de sentirse poderosos. Detrás de ello, puede esconderse una rigidez mental que impide adoptar puntos de vista ajenos y tomarlos en consideración. Muchas personas interpretan el argumento de la otra persona como un ataque a su identidad. De esta forma, lo que podía ser un buen debate, se convierte en un campo de batalla dialéctico.
Por eso es importante enfocar las discusiones desde una perspectiva saludable. Una dinámica en la que, a pesar del enojo, las personas se comuniquen de manera armoniosa, sin tratar de imponerse, siendo receptivos frente la necesidad de expresión de la otra persona.
“En una controversia, en el instante en que sentimos odio, hemos cesado de luchar por la verdad y hemos comenzado a luchas por nosotros mismos”.
-Buddha-
Sugerencias para discutir de manera civilizada
Hay un dicho popular que dice que dos no pelean si uno no quiere. Sin embargo, la situación puede llegar a volverse absurda. Muchos se aprovechan de esos que saben mantener la calma. En cualquier caso, una discusión debería tener como finalidad resolver un conflicto o llegar a un acuerdo de forma consensuada y convencida. Todo lo que se salga de eso es perder tiempo y energías.
Pero, ¿cómo lograrlo? A continuación vemos algunas estrategias para conseguir un cambio que transforme las discusiones violentas en conversaciones constructivas. Te hará falta una buena dosis de paciencia y de autocontrol -nadie dijo que fuera fácil-.
- Reflexiona antes de comenzar a discutir. Pregúntate a ti mismo si realmente buscas una solución o un acuerdo o lo que realmente quieres es herir al otro o sentirte poderoso.
- Planea la discusión con anterioridad. No se puede discutir en cualquier momento. Tienes que encontrar un momento que sea bueno para ti y bueno para el otro, cuando estéis en plenas facultades.
- Expresa claramente y de forma directa tus intenciones. No te antes con rodeos, no acuses al otro. No te centres en los hechos, sino en las soluciones.
- Concreta qué es lo que esperas de la otra persona, qué cambio propones y cómo esperas que el otro se comporte.
- Si por alguna razón estás muy agitado, deja la discusión para otro momento. Evita debatir “en caliente” aunque tu intención sea buena.
- Si en algún momento de la discusión alguno de los dos se agita demasiado, será bueno tomar una pequeña pausa.
Qué hacer si te ves envuelto en una discusión violenta
Los consejos anteriores son válidos para cuando eres tú quien va a iniciar la discusión. Pero, ¿qué pasa cuando alguien empieza a discutir contigo de forma acalorada? Muchas veces nos hemos encontrado a nosotros mismos hablando violentamente, incluso diciendo cosas de las que nos hemos arrepentido después sin saber muy bien cómo hemos llegado a ese punto.
No cabe duda de que cuesta mucho reaccionar de manera tranquila y diplomática cuando te lanzan acusaciones, te gritan o te provocan. Si no has sido capaz de superar el primer envite, no pasa nada, todavía hay formas de arreglarlo.
- Cállate y respira profundamente. Date tiempo para encajar el golpe, asumir la situación y volver a empezar.
- Pídele al otro que te explique tranquilamente lo que quiere o lo que sucede. No le permitas que te siga gritando. Pídele por favor que se exprese.
- Escucha al otro sin interrumpirle. Intenta entender su punto de vista. Para ello necesitas saber todo. Cuando acabe, pregunta las dudas que tengas.
- Pídele que te diga qué quiere y qué propone que hagas tú (en su caso, cómo).
- Intenta no interpretar su pensamiento. En ocasiones atribuimos intenciones o pensamientos erróneas en los demás y esto nos agita innecesariamente.
- Utiliza la empatía y ponte en la piel del otro. ¿Qué le habrá pasado? ¿Por qué me dice lo que le dice? Quizá ha tenido un mal día y se está desahogando conmigo.
- Como recomiendan los maestros budistas, cuánto más agitados nos sintamos, más calmados debemos aparentar. Cuando observamos que la ira empieza a acabar con nuestra paciencia, es momento de callar, quedarse quieto e intentar permanecer lo más tranquilos posible.
¿Qué ocurre si el otro se empeña en gritar y busca provocarte?
Entonces tómatelo como una partida en la que no gana el que grita más alto, sino el que es capaz de mantener la calma. En esas condiciones no vais a llegar a ninguna parte y, si lo que busca el otro es guerra, más que la que va librar consigo mismo por hacerte perder los papeles no va a encontrar.
En cuanto puedas, lo mejor es que des la conversación por finalizada. Dile al otro que volveréis a hablar cuando se relaje. Estás en todo tu derecho de exigir respeto. Haciéndolo te respetas a ti mismo. Eso no es soberbia, es autoestima. No puedes pedir a nadie que te respete si no lo haces tú.
“El enfado es una emoción muy intensa que secuestra el cerebro. Cuando el enfado nos atrapa hace que se nos reorganice la memoria hasta el punto de que uno puede olvidarse, en plena discusión, de por qué ha empezado”.
-Daniel Goleman-
Dolf Zillmann desarrolló el paradigma de trasferencia de excitación. Este paradigma postula que si ya estamos molestos por algo, será más fácil reaccionar de forma negativa a un estímulo que quizá en otro momento no nos alteraría. Así pues, cuando la discusión por parte del otro entra en un terreno incontrolable, lo mejor es cortar y seguir más adelante. Cabe recordar que la ira es como una bola de nieve que, poco a poco, se hace más grande.