Ecoansiedad, una consecuencia del cambio climático
La crisis climática es una realidad. Se están derritiendo los polos, se extinguen especies a un ritmo vertiginoso, mientras cambian y se destruyen ecosistemas.
Esto da lugar a dos problemas: conflictos humanitarios por el control de determinados recursos y la preocupación por su escasez. Esta preocupación afecta de diferente forma, pero para algunas personas puede ser tan profunda que afecte a su vida, como sucede a quienes sufren ecoansiedad.
Este concepto, también conocido como ansiedad climática, ha surgido de la necesidad de denominar al miedo crónico a la destrucción medioambiental. La preocupación por el cambio climático y las consecuencias que tiene en toda la naturaleza puede considerar una fuente de estrés que sumar a las preocupaciones cotidianas.
Dos posibles motivos
La ecoansiedad puede venir dada por dos motivos. Por un lado, por haber tenido que marchar del lugar de origen o bien como consecuencia de tener una conciencia medioambiental tan desarrollada que lleva a malestar psicológico.
La tierra perdida
Según un informe publicado por la Unión Europea, cada año alrededor de 26 millones de personas se ven afectadas por desastres meteorológicos: inundaciones, seguías, incendios o tormentas potentes.
Así, hay residentes de ciertas zonas que se ven obligados a emigrar debido a estos sucesos. Por ejemplo, uno de cada diez personas que viven en islas como Tuvalu o Kiribati terminan siendo refugiados climáticos.
Debido a los cambios medioambientales que estamos sufriendo, y provocando, se está perdiendo gran parte de la biodiversidad y haciendo que determinados lugares se queden sin recursos.
Por lo tanto, se hace cada vez más difícil, y hasta imposible, residir en esas zonas. Tanto, que la Organización de las Naciones Unidas estima que unos 1500 millones de personas tendrán que moverse para poder subsistir.
Estas personas que emigran forzosamente, además del cambio que sufren al tener que cambiar de lugar de residencia, sufren por ver cómo su tierra, su entorno, se destruye, pudiendo generar una preocupación y frustración enorme al respecto.
Conciencia medioambiental
Las personas que tienen apego y conciencia con la naturaleza se ven afectadas por un desasosiego emocional que, además, va acompañado de la sensación de frustración debida al escaso poder que tienen las acciones individuales. Así, hay personas que realmente llegan a sufrir por los efectos que estamos causando sobre el planeta.
Un ejemplo de ello es el efecto que está teniendo sobre los adolescentes y jóvenes. Un psicólogo clínico de Oxford ha descubierto que muchos preadolescentes presentan ecoansiedad.
Esto se debe a que los niños son más propensos a entender y aceptar la idea de que los seres humanos somos los responsables de estos cambios climáticos. Por lo tanto, terminan experimentando emociones como resentimiento hacia los mayores que podrían haber disminuido el impacto, frustración, miedo y pena.
Por otro lado, es llamativo cómo los científicos ambientales se ven también ampliamente afectados. En este sentido, Joe Duggan lanzó en 2014 una encuesta para científicos en la que debían responder cómo les hacía sentir el cambio climático.
Los resultados determinaban más de lo mismo: desesperanza, miedo, desesperación y preocupación. De hecho, unos científicos británicos publicaron recientemente una carta en la prestigiosa revista Science solicitando ayuda psicológica para afrontar mejor los resultados negativos de sus estudios.
Consecuencias
Son muchas las consecuencias que tienen lugar debido al cambio climático, además de la ecoansiedad. Centrándonos en los aspectos psicológicos, estas variaciones pueden dar lugar a cambios fisiológicos que, a su vez, afecten al bienestar de las personas. Nuestros procesos fisiológicos más básicos -como dormir o la alimentarnos- están muy influenciados por la naturaleza.
La luz del sol, por ejemplo, o la temperatura, afecta a los ritmos circadianos y regula los neurotransmisores que afectan a nuestra salud y estado de ánimo. Por tanto, cambios radicales en nuestro entorno comprometen el equilibrio de nuestro organismo a todos los niveles.
También las catástrofes naturales y las altas temperaturas están muy relacionadas con trastornos psicológicos como de ansiedad o trastornos del estado del ánimo. Por ejemplo, la subida de las temperaturas a nivel global está ya revelando repercusiones en la salud mental.
Así, una investigación publicada por Nature, ha reportado que esa subida se relaciona con las tasas de suicidios. Otro ejemplo, sería otro estudio en el que se vio cómo ante temperaturas notablemente altas, se incrementa el pesimismo.
¿Qué se puede hacer entonces?
Por nuestra parte, de cara a reducir el problema y nuestro malestar, está en nuestra mano llevar a cabo tres sencillas acciones:
- Pensar en el cambio climático a la hora de decidir qué comer, cómo viajar y qué y dónde comprar.
- Hablar sobre el cambio climático con nuestros allegados. Quizá no podemos cambiar el mundo, pero ir creando conciencia a pequeña escala puede marcar una gran diferencia.
- Conocer qué medidas se están tomando a nivel político y qué plantean los partidos. Así, podremos también tomar decisiones en las urnas.
Ante esta situación, que poco puede cambiar si no tomamos medidas inmediatamente, los expertos recomiendan fomentar mecanismos de resiliencia. Esto es, de entender el problema como un elemento multidimensional.
Por ello, la mejor medida para reducir la ecoansiedad sería informar bien a la población y empoderarla, facilitando oportunidades para que cada persona sea parte de la solución.