El efecto narciso o por qué el cerebro se obsesiona con el propio rostro
Puede que no nos guste nuestra cara, pero tenemos cierta inclinación por nuestras facciones, rasgos y particularidades faciales. De hecho, el cerebro reconoce mucho más rápido el rostro propio que cualquier otro. Esto se explica por el efecto narciso (un mayor foco de atención en nuestra imagen por encima de las demás).
Todos solemos evidenciar una conducta parecida casi desde que tomamos conciencia de nuestra imagen ante un espejo. Pasamos tiempo mirándonos, escudriñándonos, familiarizándonos con ese reflejo y ese yo externo, físico y tangible. Establecemos desde edades tempranas una vinculación con nuestra cara hasta crear una impronta profunda a nivel psicológico.
En esta época en la que los móviles nos posibilitan capturar imágenes de nuestra cara, esto se ha convertido en una obsesión. Y que sea así no es casual. En realidad, responde a un mecanismo neurológico muy antiguo. De hecho, explorar y plasmar en lienzo el propio rostro fue algo que llevaron a cabo infinidad de artistas, como Van Gogh, Alberto Durero, Da Vinci, Frida Kahlo, Andy Warhol, etc.
¿Qué es el efecto narciso?
Cada vez que vemos o nos hablan sobre esas personas que ocupan buena parte de su tiempo con una pantalla delante haciéndose selfies no dudamos en decir que vivimos en la época del culto al yo. La veneración de la propia imagen es algo más que una moda en la actualidad, es casi una necesidad.
Bien es cierto que con frecuencia definimos a esas personas como “narcisistas“. Al fin y al cabo, esa conducta hacia la admiración propia y exaltación de uno mismo son variables vinculadas a esta condición psicológica. Sin embargo, en el caso de las personas que disfrutan tomándose fotos, su conducta no siempre se explica por el narcisismo.
Una investigación de la Universidad de Tampa destaca algo interesante. Muchos de quienes se hacen selfies lo llevan a cabo solo para compartirlos con sus amigos, por simple intercambio social. Otros por necesidad de verse bien, de capturar una imagen agradable de sí mismos y elevar así su autoestima.
Sea cual sea el motivo, hay algo que está presente: la necesidad de entrar en contacto con el propio rostro, de centrar la atención en la imagen de uno mismo. Así, el efecto narciso no tiene nada que ver con el narcisismo, solo define un mecanismo cognitivo por el que el cerebro pone mayor atención en la propia cara.
El propio rostro, parte de tu identidad y tu personalidad
Las investigadoras del grupo de Neurociencia Cognitiva de la Universidad Autónoma de Madrid (UAM) realizaron un interesante trabajo que se publicó en la revista NeuroImage. Descubrieron algo que venimos señalando. Si nos enseñan un gran número de fotografías de amigos y desconocidas, y entre ellas se encuentra nuestra cara, el cerebro pondrá de inmediato la atención en ella.
Ese mecanismo cognitivo automático que orienta la atención hacia el propio rostro responde a un instinto natural de autorreconocimiento. Es algo que desarrollamos desde bien pequeños. De hecho, sucede lo mismo si escuchamos varias voces hablar y, de pronto, escuchamos nuestro nombre. Nuestros sentidos se desplazan de inmediato hacia ese estímulo.
Lo hacemo, porque es parte de nuestra identidad, nuestra personalidad y nuestro sentido del “yo”. El propio ser o esa figura al que concebimos como nuestro “yo” es un constructo con gran relevancia para el cerebro. Reconocernos, conectar con nuestro rostro tiene una gran trascendencia psiquiátrica y neurológica.
Pensemos, por ejemplo, en esas personas que no se identifican ante un espejo porque sufren una condición denominada prosopagnosia.
El efecto narciso es el vestigio de un principio evolutivo
El efecto narciso es el que explica que cuando nos hacen una foto de grupo con varias personas, nuestra mirada se focalice solo en nosotros. También es el mecanismo capaz de dar respuesta a la actual tendencia hacia los selfies. Porque más allá de ese culto a la propia imagen y a la necesidad de publicar imágenes de uno mismo tapizadas por decenas de filtros, hay algo evidente.
El ser humano siempre se ha sentido atraído por el propio yo. Nos buscamos en los espejos y las fotografías porque es la proyección de nosotros mismos, es territorio propio, es el vestigio de un instinto evolutivo que nos permitió reconocernos.
Es más, no podemos dejar de lado que el efecto narciso y la capacidad de buscar nuestra imagen en superficies, o de identificarnos a nosotros mismos antes que a los demás, es un rasgo de inteligencia. Forma parte de esas funciones ejecutivas superiores que también definen a los elefantes, primates, cuervos, orcas y delfines.
Los animales más inteligentes de la naturaleza también evidencian este efecto neurocognitivo tan interesante. De este modo, ese comportamiento que tanto domina las redes sociales a día de hoy, puede explicarse por algo más que simple culto al yo.
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