Dismorfia del selfie, cuando en la vida real nos faltan los filtros

Hay quien se ha habituado tanto a admirar su imagen a través de los filtros del móvil, que no soporta verse tal y como es un espejo. La dismorfia del selfie ha llegado para quedarse.
Dismorfia del selfie, cuando en la vida real nos faltan los filtros
Valeria Sabater

Escrito y verificado por la psicóloga Valeria Sabater.

Última actualización: 24 agosto, 2021

La verdad es que no hace mucho que algunos soñaban con parecerse a Angelina Jolie, Brad Pitt o Johnny Depp. Anhelábamos tener los labios de unos, los pómulos de otros, el mentón de aquel de más allá… En la actualidad, la cosa ha cambiado bastante, hasta el punto de que son cada vez más las personas que padecen lo que se conoce como dismorfia del selfie.

Este trastorno define una obsesión: la de querer ser tal y como nos muestran nuestros móviles. El universo de los filtros nos trae una imagen mejorada e ideal de nosotros mismos y es eso lo que buscamos: nuestra mejor versión. Nuestro mejor rostro retocado a base de los adictivos algoritmos de Snapchat. Narices más delgadas, ojos más grandes, contornos más ovalados, cejas más altas…

Hay personas que apenas sitúan su mirada en el mundo real. Hay quien habita buena parte del día ante esa pantalla que, como un extraño sortilegio o espejo mágico, le muestra siempre una imagen seductora, perfecta, cautivadora. Se toman entre 25 y 50 selfies al día y, como es de esperar, no soportan verse en el espejo del baño. Esa superficie poco amable que no esconde ojeras, ni difumina papadas.

La tecnología, útil y maravillosa siempre que hagamos un buen uso de ella, esconde una vez más prácticas que a veces caen en lo patológico. Analicemos este trastorno que aún no aparece recogido en ningún manual de diagnóstico.

Cada vez son más los jóvenes que demandan intervenciones de cirugía estética para parecerse a esa imagen digital que les devuelven aplicaciones como Snapchat.

chica con Dismorfia del selfie

Dismorfia del selfie: definición y características

Hay quien dice aquello de “hasta dónde vamos a llegar”, que la dismorfia del selfie es casi lo más delirante que estamos apreciando en los últimos años. Sin embargo, hay algo que debemos considerar. El mundo avanza y cada época trae sus particularidades en el campo de la ciencia del comportamiento y la salud psicológica.

No hace demasiados años teníamos a jóvenes que se operaban en su desesperado afán por parecerse a la muñeca Barbie. Ahora las nuevas tecnologías y esas aplicaciones que llenan nuestra realidad de filtros y todo lo embellecen nos traen otros trastornos psicológicos.

En ese universo paralelo, lo cotidiano y ordinario no tiene cabida. Los rostros anodinos y comunes se tornan extraordinarios, como sacados de una película de Disney.

En cierto modo, desde el campo de la clínica ya se viene advirtiendo desde hace tiempo del impacto del selfie en la salud mental. Trabajos de investigación, como los realizados en la Universidad de York en Toronto (Canadá), hablaban de cómo la necesidad de tomarse selfies y publicarlos de manera continuada se correlaciona con una menor autoestima, sensación de inseguridad y ansiedad social.

Estamos en la era de la primacía de la imagen, es cierto, pero curiosamente el ser humano se siente más inseguro que nunca con su aspecto físico.

El universo digital y las imágenes con truco, origen de muchos problemas psicológicos

No todo lo que vemos en nuestras redes sociales es auténtico. No solo proliferan las noticias falsas y las cuentas falsas, las imágenes y selfies que publican muchos usuarios no se corresponden 100 % con la realidad. Aunque, debemos admitirlo, la mayoría hemos añadido alguna vez algún filtro a una foto. Gracias a este recurso mejoramos la luz, la nitidez…

¿Hay algo de malo en ello? Evidentemente no. El problema llega cuando alguien ya no es capaz de publicar una foto de sí mismo sin haberla retocado antes. Lo patológico de la dismorfia del selfie es que una persona ya no acepta su propia imagen y solo sea capaz de aceptarse a través de esas capas correctoras, mágicas… y trucadas.

Las repercursiones de esta realidad son inmensas. Dicha autopercepción distorsionada les conduce muchas veces a recurrir a la cirugía estética. Necesitan retocar su cuerpo para ajustarse a esa visión ideal que les ofrecen los filtros. Otros jóvenes, por ejemplo, pueden derivar en trastornos de la conducta alimentaria.

¿Cómo se manifiesta la dismorfia del selfie?

El Instituto de Neurociencias de Kolkata (India) ya analizó este fenómeno en el 2016 mediante un estudio. El uso desmesurado del selfie se relaciona con una clara angustia y desagrado con la apariencia.

La incidencia de esta experiencia es tan elevada en los jóvenes que son muchos los organismos que alertan de la necesidad de elevar la psicoeducación para hacer un uso saludable de la tecnología.

Así, en lo que se refiere a la dismorfia del selfie las características que lo definen son las siguientes:

  • Percepción de que en el rostro presentan múltiples defectos físicos.
  • Se ven a sí mismos como seres monstruosos, personas con apariencias desagradables.
  • Pasan gran parte del día ante el móvil, descuidando responsabilidades.
  • No soportan verse al espejo, la imagen que tienen de su aspecto físico está completamente distorsionada.
  • Solo encuentran bienestar con los selfies que crean a través de los filtros.

La dismorfia del selfie entra dentro del espectro obsesivo-compulsivo, está muy infradiagnosticado y aboca a las personas a un estado de gran malestar. La necesidad continuada de hacerse fotos mediante aplicaciones para alterar su imagen real les aleja incluso de sus obligaciones y de la interacción física y real con las personas.

joven con Dismorfia del selfie

¿Cómo se trata?

Es recomendable que la persona con este tipo de trastorno no se someta a las intervenciones quirúrgicas de cirugía estética. Por lo general, tras cada intervención se eleva la frustración, el rechazo a sí mismos y la necesidad de continuar con más y más intervenciones. Se estima que el porcentaje de los pacientes que acuden a las clínicas con dismorfia del selfie puede ser del 10 %.

Es decisivo que se recurra en primer lugar a la atención psicológica especializada. Enfoques como la terapia cognitivo-conductual son los más acertados. En algunos casos, se aprecia por ejemplo, que muchas de estas personas presentan previamente un estado ansioso-depresivo no diagnosticado, por tanto, es decisivo abordar de manera correcta y personalizada cada situación y cada realidad.

Tengamos presente este trastorno que a día de hoy es cada vez más prevalente.


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