El arte de enamorar
Seguro que en alguna ocasión te lo has preguntado ¿Existe quizá el llamado arte de la seducción, de enamorar? Bien, en primer lugar debemos tener claro que en el amor no vale todo y no todos somos iguales. Cada uno de nosotros tenemos unas necesidades y aspiraciones que se ajustarán o no a esas personas de las cuales nos sintamos atraídos.
Con esto queremos decir que es difícil redactar una especie de manual de uso del buen amor o del arte del enamoramiento. A este mundo llegamos sin libro de instrucciones, lo sabemos, y es ahí, en este largo proceso de aprendizaje, experiencias, errores y aciertos, donde reside el mejor modo de ir escribiendo nuestra propia tesina de las relaciones humanas.
“No es suficiente conquistar, se debe aprender a seducir.”
-Voltaire-
Ahora bien, a la hora de hablar de estrategias de seducción podemos determinar unas dimensiones básicas que nos pueden orientar. Debemos indicar que la seducción no se limita únicamente al plano romántico y sentimental. Seducir es potenciar lo mejor de nosotros mismos hacia el exterior. Así pues, estas sencillas estrategias podemos aplicarlas también a nuestro trabajo y a otros ámbitos de la vida.
Cómo seducir y enamorar
Una persona seductora es aquella que conoce sus puntos fuertes, aquella que utiliza sus virtudes para mostrar lo mejor de sí misma, para cautivar y conseguir cercanía con aquellos que le rodean. Veámoslo.
1. Sé tu propia marca
No, no estamos hablando de marketing… pero casi. Ser tu propia marca significa asumir en todo momento que somos únicos. Disponer de un autoconcepto propio que nos diferencie de los demás. Lo esencial es no estar determinados por los demás, disponer de una personalidad única y auténtica, libre de convencionalismos y determinismos.
Piensa por ti mismo, actúa según tus proyectos y necesidades, elige qué quieres que te influencie y qué no. Las personalidades únicas siempre son seductoras.
Para enamorar, la autenticidad y su demostración son fundamentales. Crea tu propia marca, sé tú mismo.
2. Los roles han cambiado
Puede que haya personas que aún crean que lo habitual es que los hombres sean siempre los que inician el arte de la seducción, de la conquista, mientras que las mujeres asumen un papel más pasivo. En las últimas décadas los usos y costumbres han cambiado bastante, sin contar con los canales de comunicación: redes sociales, nuevas tecnologías…
La mujer no espera a que sean ellos los que den el primer paso, y ellos pueden adoptar una actitud más pasiva para permitir que se les conquiste. Los roles ahora son más semejantes.
Entonces, ¿dónde está la clave? Sencillamente en hacer sentir bien a la persona que nos interesa y que tenemos enfrente, de igual a igual. Siendo genuinos y evitando cualquier tipo de manipulación. Jamás demuestres aquello que no eres, algo imprescindible dados los canales que por ejemplo nos permiten las redes sociales de hoy en día, donde mucha gente finge lo que no es.
Los roles han cambiado y la seducción puede darse por nuevos canales. Pero para enamorar a una persona debes ser tú mismo en cada momento. Genera siempre que puedas sentimientos positivos, transmite apertura, sinceridad, sentido del humor…
Trata a la otra persona de igual a igual. No importa quién inicie el proceso de conquista, el arte de la seducción, lo importante confiar siempre en ti mismo, manteniendo una buena autoestima y un buen autoconcepto. Tú eres tu propia marca, eres único y especial, y todos somos capaces de cautivar.
3. Psicología de la atracción
La psicología de la atracción nos dice que a la hora de enamorar a una persona podemos hacerlo mediante tres dimensiones: conseguir una conexión emocional, demostrar a la otra persona que somos lo que necesita, y desarrollar una atracción física.
Bien es cierto que en un primer momento el aspecto físico es importante. Pero debemos tenerlo claro, sin una conexión emocional el enamoramiento no será real.
“Ligar” es sencillo, pero enamorar a la persona que de verdad nos interesa ya no es tan fácil.
Demuéstrale a esa persona que eres lo que necesita, indaga en sus necesidades, sus miedos, sus aspiraciones… hazte necesario para ella, ofrécele apoyo, practica una escucha activa, desarrolla la empatía, establece una buena comunicación… todo ello forjará unos vínculos fuertes. Hazte imprescindible, y habrás averiguado en qué consiste el arte de la seducción.
Los enemigos de la seducción
Según Antoni Bolinches, autor del libro El nuevo arte de enamorar, existen 4 enemigos de la seducción: el pesimismo, el déficit afectivo, la inseguridad y el apremio. Veámoslos en detalle:
El pesimismo
El pesimista todo lo ve oscuro, opaco, triste y tiene una especial habilidad para detectar el lado negativo de las cosas. Cuando está mal se lamenta de sus desgracias y cuando está bien sufre por miedo a perder el bienestar.
Asimismo, suelen infravalorarse y caen con frecuencia en conductas de aislamiento, servilismo o ambas cosas a la vez; por eso en cuestiones de amor suelen tener mala suerte. Pues, en lugar de pasión, despiertan compasión.
Déficit afectivo
Es una realidad que todos necesitamos afecto. Los humanos, como seres sociales, encontramos plenitud en la interacción con los demás. No obstante, en algunas personas esa demanda es excesiva.
Las personas seducen por lo que ofrecen, no por lo que demandan, y quienes padecen una necesidad afectiva desproporcionada están en condiciones de dar poco porque necesitan mucho.
Dicho esto, todo aquel que para ganar seguridad y mejorar su autoestima, espera del otro aquello que debería darse en él, se condena a una búsqueda permanente de parejas supuestamente ideales que nunca estarán a la altura de su expectativa.
La inseguridad
Bolinches lo cataloga como el peor y más poderoso enemigo de la seducción. Porque en ella se concreta la suma del déficit de los cuatro factores de la seguridad: autoestima, autoimagen, autoconcepto y competencia sexual. Por eso es un potente inhibidor del éxito en cualquier actividad humana.
Apremio
El apremio cansa, pues quien lo recibe siente limitada su capacidad de decisión. Provocando un mecanismo de autodefensa que induce a rechazar el requerimiento, incluso cuando existe buena disposición previa.
Una persona debe aceptar a otra desde la libertad y, todo aquel que agobia, elimina esa posibilidad por precipitación. Todo proceso requiere un tiempo natural para desarrollarse y cuando pretendemos acelerarlo conseguimos el efecto contrario al deseado.