El complejo de inferioridad
Compararnos y medirnos con los demás es algo que hacemos cotidianamente. Necesitamos hacer juicios para poder situarnos y a su vez para poder hacer estos juicios necesitamos tener referencias, en este caso, nuestros semejantes. Sin embargo, esto se nos pide ir de las manos y ahí podemos comenzar a sentir un desagradable complejo de inferioridad.
El problema es que el exceso de competitividad actual, la influencia de los medios de comunicación y la falta de información de calidad sobre muchos temas hace que algo que es natural, e incluso positivo, pueda convertirse en algo obsesivo.
El complejo de inferioridad sólo está en nuestra mente
Si a esto le sumamos la falta de valores reales que se ven potenciados a nivel social y la relativa facilidad con la que personas con un determinado físico o unas determinadas habilidades pueden alcanzar el éxito -entendido desde el punto de vista del reconocimiento social y la fama, nos encontramos ante una circunstancia en la que los complejos encuentran un excelente campo de cultivo, especialmente para el complejo de inferioridad.
Podríamos decir que el complejo de inferioridad se refleja en el pensamiento de las personas que creen que no dan la talla. El hecho de ser menos que otros no es por sí mismo problemático. Ser escritor y no escribir como Borges y saberlo no implica estar acomplejado por ello. Otra cosa es, siguiendo con el ejemplo, que nuestro escritor se sienta inferior porque crea que no da la talla. Podríamos poner cientos de ejemplos en la misma línea.
Este complejo de inferioridad es un problema de percepción. No ser tan bueno es el resultado de una comparación poco objetiva y demasiado exigente con uno mismo.
Los sentimientos de inferioridad hacen sentir que uno no es tan bueno como los demás sin una razón objetiva que sustente este pensamiento, más bien por una sobregeneralización. El complejo de inferioridad es un sentimiento generalizado de inadecuación e inadapatación basado en juicios no racionales.
Vivimos en un mundo en el que parece que es fácil alcanzar el éxito con talento, y en el que con esfuerzo y dedicación podemos llegar a ser lo que soñemos. Pero llega la hora de verdad y la cosa no es tan fácil. Hay muchos obstáculos y condicionantes con los que no se cuenta. Además, hay que sumar las presiones, directas e indirectas que parecen ignorar esos obstáculos o, peor aún, que hacen sentirse inútil a la persona que las sufre.
4 consejos para superar el complejo de inferioridad
#1 – Concreta en qué te sientes inferior
No hay nada de malo en no ser tan bueno como el mejor. Si lo miras por el lado positivo, al menos tienes una meta, un referente. El quid de la cuestión es determinar en qué te sientes inferior para saber por dónde empezar a buscar soluciones y, sobre todo, con quién te comparas realmente, cuál es el foco de tu complejo.
Cuando localices el foco, la persona que te hace sentir inferior, seguramente descubras que tú tienes otras virtudes positivas y, si esa persona te hace sentir inferior por algo, podrás buscar la manera de encajar los golpes (o de devolverlos, quién sabe).
#2 – Deja de mirarte en el otro y sé tú mismo
Los complejos de inferioridad prosperan en las personas que quieren ser alguien que no son. Esto no significa que una persona tenga que limitarse a hacer lo que puede en un momento determinado. Al contrario, es posible conseguir ser mucho mejor si uno se centra en sí mismo que en tratar de ser otro.
#3 – Atrévete a ser diferente
Las reglas impuestas socialmente pueden ser muy restrictivas, aunque no lo parezca. Así, cuando no se siguen esas normas es fácil pensar que no se está a la altura de las circunstancias. No hacer lo que hace todo el mundo, no ser como se espera que debes ser o no ser como el resto no implica haber fracasado. Piensa en lo que realmente quieres, apuesta por ti mismo/a y marca la diferencia.
#4 – Piensa en qué te haría sentir tan bueno como los demás
En muchas ocasiones, el complejo de inferioridad viene marcado por algo material o algo físico y su falta es lo que puede hacer que te sientas inferior. ¿Realmente necesitas eso para ser feliz? ¿No tienes ninguna otra virtud que pueda suplir esa carencia? Por otra parte, en caso de que sea posible, ¿Qué tienes que hacer para conseguir eso que te falta?
En este punto pueden pasar muchas cosas, como que te des cuenta de que realmente no necesitas ciertas cosas para ser feliz, que ciertas cosas que anhelabas no eran más que cosas superficiales o utópicas o, en caso de que sea posible, que encuentres una meta que te estimule a mejorar.
Reflexión final
Si nos hemos de comparar con alguien, que siempre sea para salir beneficiados, esto es, darnos ánimos. En lugar de pensar “nunca podré llegar a ser como X”, podemos pensar, “si él o ella ha llegado, yo también puedo”. Aún así es importante saber que todos somos diferentes. Algunas veces alcanzaremos nuestras metas y otras veces no. Todos tenemos nuestras limitaciones y es importante aceptarlas, pero no hemos de ponerlas antes de tiempo.
Según una revisión de Gómez-Jacinto (2005), “la comparación social es clave para la adaptación y la supervivencia humana”, pero esto no debe llegar a ser un proceso obsesivo. En caso de volverse una obsesión, en lugar de ser adaptativo sería desadaptativo, y aquí empezarían los problemas. Es mucho mejor usar la comparación como combustible para evolucionar.
Sé tú mismo, fija tus propias metas, valora tus propias posibilidades y rompe tus propios límites. Nadie puede pensar por ti. Nadie vivirá la vida por ti. Vive tu vida y explora tus propias posibilidades. ¿Crees que los demás han tenido más suerte? Eso nunca lo sabrás hasta que veas hasta donde llega la suerte que te ha tocado a ti.