El duelo en los niños
Ponerle palabras a la muerte de un ser querido, resulta difícil y más si tenemos que comunicárselo a nuestros hijos.
La muerte resulta un hecho inedulible, es parte de nuestra vida. Todos en algún momento nos enfrentamos a ella, por ello es importante dotarnos de recursos y habilidades, que nos ayuden de la mejor forma posible, en la tarea de afrontar la realidad que nos acontezca y ayudar a los más pequeños.
Si un familiar o amigo muy cercano muere, cada persona experimenta un cúmulo de sensaciones y sentimientos, que forma parte del proceso de duelo. En el caso de los niños, no siempre lo atraviesan de la misma manera que los adultos, debido a las características propias de la infancia.
Esto se debe, principalmente, a las condiciones emocionales, sociales y psicológicas que no están todavía al 100% desarrolladas.
Así, la reacción de un niño frente a la pérdida, depende del momento evolutivo en el que se encuentre, de las circunstancias externas, de la situación y de la actitud de los adultos que lo rodean.
Pero, contamos con muy poca preparación para la elaboración de un duelo, ya que no solemos hablar de la muerte o de las enfermedades terminales, tampoco de los abandonos o del divorcio.
Aprendiendo un poco sobre esta etapa, que indefectiblemente pasaremos al menos una vez en la vida, será más sencillo superarlo.
Esto no quiere decir que ante la muerte de un padre o de un hermano estaremos felices, sino que el sufrimiento será canalizado de otra manera.
En los niños, puede ocurrir que aún no comprendan muy bien lo que ocurre en la vida y que las personas mueren. Esta es la primera razón por la cual, un pequeño atraviesa el duelo de una manera diferente que los adultos.
Este proceso estará condicionado por diversos factores, como dijimos anteriormente, la edad, las capacidades emocionales y cognitivas, el estado de salud, la relación que tenía con la persona fallecida, el acompañamiento de los familiares y amigos cercanos, la reiteración de este episodio en su vida, la posibilidad de hacer terapia con un psicólogo, etc.
La capacidad de comprender la muerte dependerá de cómo haya sido instruido el niño al respecto. Es un error muy frecuente de los padres, el no querer hablar “de este tema” para no asustarlo o entristecerlo. Sin embargo, no debemos esperar a que alguien de la familia fallezca para explicarles algunas cosas al respecto.
En muchos casos, el hecho de saber que la abuelita o el padre “están en el cielo” o que “cuidan desde las nubes”, lo que se dice popularmente, los lleva a una especie de sueño o pensamiento mágico, que permite sentir menos el dolor por la pérdida. Pero cuando crecemos, esta “excusa” no nos alcanza, no dejamos que esa historia sea un aliciente para el sufrimiento o el vacío.
Todos sentimos la necesidad de proteger a los niños del dolor y del sufrimiento que supone la muerte de un ser querido, por ello, se enseña a vivir a los niños alejados de la muerte.
Pero resulta fundamental que los niños conozcan la verdad, de manera gradual y según lo que puedan o no asimilar, dependiendo del momento evolutivo en el que se encuentre. Lo que sí resulta importante dejar claro, es que no debemos decir nada falso, ya que de esta manera lo único que hacemos es alejar a los niños de su proceso de crecimiento y adquisición de recursos.
Por otra parte, vale la pena decir que los niños precisan estar al lado de las personas que aman, sobre todo sus padres, para poder alcanzar su desarrollo evolutivo.
En el caso de que el padre o la madre del niño mueran, es precisa la contención de un familiar muy cercano, que si bien no suplanta a quién no está, al menos permite que el pequeño no se sienta tan desamparado en el mundo.
Así, los niños para expresar su duelo, también lo hacen a través de las emociones. Ocuparse de diferentes cosas en un momento determinado, como puede ser dibujar, pintar o ir al parque, puede aliviarles el dolor. Sus estados de ánimo son cambiantes mientras están en la etapa de duelo (que además, ellos ni saben que la están atravesando).
En algunos momentos, puede parecer que hasta se hayan olvidado de la persona fallecida, pero en realidad la pena se va “transformando” en otra emoción.
Se les permite, por el sólo hecho de ser niños, jugar y divertirse, algo que está vedado para los adultos. No está bien visto que un hombre o una mujer vayan a una discoteca cuando hace dos días ha fallecido su madre, por ejemplo. Si bien no tendrán ánimo para hacerlo, en el caso de los pequeños, está recomendado que se dispersen y distiendan un poco. ¿Cómo? Como lo hacen los niños, jugando.
“ Poder llorar la muerte de un ser querido adecuadamente y afrontar la pérdida antes de que se produzca, en el momento en que ocurre y sobre todo después, hace que el niño/a no pueda sentirse culpable, deprimido, enojado o asustado. Cuando ayudamos a nuestros hijos a curarse del dolor que produce la herida emocional más profunda de todas –la muerte de un ser querido -, los estamos dotando de unas capacidades y una comprensión importantes, que le servirán para el resto de sus vidas”. (William C. Kroen)