El enigmático mundo del olor

El enigmático mundo del olor
Sergio De Dios González

Revisado y aprobado por el psicólogo Sergio De Dios González.

Escrito por Edith Sánchez

Última actualización: 29 septiembre, 2019

 

De todos los sentidos, el olfato es quizás el más sutil. Además, es el único que está conectado directamente con el sistema límbico del cerebro. Esto quiere decir que las percepciones olfativas pasan directamente al cerebro, sin que medie ningún proceso entre el estímulo y su recepción.

El olfato está directamente conectado con la amígdala del cerebro y con el hipotálamo. Se estima que la amígdala es el lugar en donde se reciben y procesan las emociones. El hipotálamo, por su parte, tiene una incidencia decisiva en el almacenamiento y el control de los recuerdos. Por eso, hay una fuerte relación entre el olfato y el mundo mental de los seres humanos.

 

El lenguaje del olor

 

Si vas a describir una percepción visual, hay todo un conjunto de palabras que te ayudan a expresar la idea. Dices que es claro, oscuro, amarillo, brillante, etc. Lo mismo ocurre cuando hablas acerca de lo que percibe tu oído: grave, sonoro, suave, estridente, etc. Esto se repite con todos los sentidos, menos con uno: el olfato.

En el idioma no hay palabras para describir los olores. Si queremos hacerlo, debemos tomar prestados términos ajenos. Podemos decir que un olor es “delicado”, o “fuerte”, “bueno”, o “malo”, pero todas estas son palabras que no pertenecen exclusivamente al mundo del olfato.

Esto nos lleva a concluir que el lenguaje de los olores es el más subjetivo de los seres humanos. El más. De ahí que ni siquiera se hayan construido palabras que puedan nombrarlos o definirlos.

Se trata de un lenguaje metafórico, poético. Para indicar cómo es un olor, tenemos que recurrir a la experiencia con otros olores más conocidos. Lo definimos por comparación. “Esto huele parecido al chocolate”, decimos. En el mundo del olfato siempre hay una suerte de imprecisión. Se mueve dentro del enigma de lo indefinible, de lo indescifrable y nunca expresado por completo.

 

Las emociones y el olor

 

Se ha descubierto que tanto las emociones, como los recuerdos, se pueden despertar o matizar gracias a algún olor. Preferimos los aromas que nos evocan las experiencias más profundas de la vida. El tipo de recuerdo que traen a nuestra memoria no es exactamente de un episodio en concreto, sino  el de una emoción, el de una sensación.

El olfato también parece jugar un papel determinante en la elección de la pareja. Se ha comprobado que influye de manera determinante en el amor y el sexo. El olfato activa o desactiva la libido en los seres humanos. Entre mayor capacidad se tiene para percibir los olores, hay más activación de la vida sexual y viceversa. La disminución en la captación de los aromas entre la pareja es una señal de distanciamiento.

También se sabe que en quienes padecen trastornos mentales hay mayor activación de los síntomas, en función de los olores. Bajo estados de excitación emocional, los olores neutros se convierten en una percepción intensa, que causa aversión e incrementa el desasosiego.

Cada persona tiene su propio inventario de asociaciones entre el olor, los recuerdos y las sensaciones. Habrá quien se entristezca percibiendo el aroma de la vainilla, porque quizás con ello evoca a una madre que ya no está. Otros, sentirán miedo al percibir el rumor de los jazmines, porque traen a su memoria el eco de algún cementerio. El olor de las naranjas puede poner nervioso a alguien que vivió una experiencia desagradable en un entorno donde esa fruta expelía su aroma.

Todos, en suma, tenemos nuestra propia biografía encriptada en el olfato. Es una maravillosa tarea hacer conscientes esos aromas que nos recuerdan momentos felices y que bien pueden convertirse en un soporte, cuando  necesitamos llamar la alegría a nuestras vidas.


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