El fracaso, un amigo antipático
Todo empieza cuando nos planteamos una idea de algo que queremos lograr. Desde lo más pequeño, como preparar una receta, hasta lo más grande, como casarnos o emprender un arriesgado negocio. Entonces, creamos un plan, damos una serie de pasos, hacemos una serie de cosas, nos esforzamos, nos sacrificamos, pero… ¡Oh, no! La receta nos sale mal, el matrimonio se rompe o el negocio quiebra. ¿Nos habías preparado previamente ante la idea del fracaso?
Entonces nos sentimos contrariados, frustrados, molestos, tristes e impotentes, y en medio de la confusión y de ese tiempo tormentoso al que nos someten nuestras emociones, empezamos a hacernos preguntas: ¿Por qué salió mal? ¿En qué me equivoqué? En este momento crítico que viene tras el fracaso, podemos renacer como el Ave Fénix o podemos hundirnos en una terrible desesperanza.
¿Cómo reaccionar ante el fracaso?
1. Ganar confianza confianza poniéndonos a prueba
A lo largo de la vida se nos enseña que los fracasos son malos y que hay que huirles como el diablo a la cruz. No obstante, esta es una perspectiva poco saludable. ¿Por qué? Sencillamente, porque los seres humanos tenemos limitaciones, somos imperfectos e inevitablemente vamos a fracasar muchas veces en la vida. Así pues, el fracaso forma parte de la vida y del aprendizaje natural de una persona.
Es más, si aprendemos a cambiar la visión, comprenderemos que el fracaso es un maestro. Sí, no es una ironía. Es nuestro maestro, aunque debamos admitir que es antipático y a nadie le cae bien. Sin embargo, es el fracaso el que nos lleva a la reflexión en ese doloroso momento en que nuestros planes se van a pique.
Es en este momento cuando nos volcamos hacia dentro de nosotros mismos, pero ¡cuidado! Tenemos que estar muy alertas de no caer en la autocrítica destructiva. Esa crítica que nos dice despiadadamente que no valemos, que no servimos para nada, y nos endilga la horrible etiqueta de “fracasados”. Nada más lejos de la realidad. Esto te servirá para aprender y fortalecerte.
En palabras de Nietzsche: “Lo que no me mata, me hace más fuerte”
Nunca les hagas caso a los pensamientos que te descalifican, aunque te hayas equivocado. Ahora, ese espacio para la reflexión al que nos lleva nuestro antipático, pero buen amigo y maestro -el fracaso-, también puede ser extremadamente saludable y liberador.
Porque lo que el fracaso tiene para enseñarnos es la valiosa virtud de la humildad, gracias a la cual entendemos que nuestros planes son limitados, que no lo sabemos todo y que no siempre tenemos la razón… Nos señala el camino para mejorar y reinventarnos.
2. Beneficios aprender del fracaso
No debemos claudicar fácilmente ante las adversidades y los peligros. Sin embargo, si es inevitable debido a que hemos fracaso en nuestra misión, podemos extraer importes lecciones para nuestra vida. Debemos quedarnos con lo positivo. Por muy negativo que sea lo que nos ocurra, siempre hay algún aprendizaje o algo positivo que se puede extraer de la situación.
Extrae este conocimiento y podrás lograr lo siguiente:
- Paz: la paz de confiar en que, aunque nos toca hacer nuestra parte y seguir el camino que nos parece correcto, si nuestros planes no resultan, es porque hay planes mejores que podemos implementar
- Flexibilidad: Dejamos de aferrarnos a nuestros planes como un asunto de vida o muerte, y los vemos simplemente como proyectos que pueden ser modificados si no nos conducen a resultados
- Creatividad: Nos abrimos a nuevas formas de reinventarnos y de ver la vida. Enfrentar los problemas con soluciones nuevas y originales
Trata de hacer las cosas lo mejor posible, pero si fracasas, y dejas que el fracaso sea tu maestro, darás cuenta de que el verdadero fracaso es dejar que los pensamientos negativos te derroten. Así, podrás decir como Thomas Edison, el famoso inventor, luego de que se quemó su taller con todo su trabajo de años adentro: “Hay algo valioso en el desastre, se quemaron todos nuestros errores. Ahora podemos comenzar de nuevo”.