El hipocampo, artesano de la memoria emocional
El hipocampo es una de las estructuras más delicadas y fascinantes del cerebro humano y de otros mamíferos. En su sugerente forma se contienen procesos de gran relevancia, tales como la capacidad para aprender cosas nuevas, para orientarnos en nuestro entorno y la más importante de todas: interpretar y asentar nuestros recuerdos en base a una emoción determinada.
Para entender mejor una de las funciones más esenciales del hipocampo, empezaremos poniéndote un sencillo ejemplo. Ernesto acudió ayer por la noche a una fiesta de cumpleaños. Conoció a gente nueva e incluso quedó cautivado por una chica. Conversó con los amigos de siempre y se tomó unas copas. La memoria de Ernesto, al igual que la nuestra, no se limita exclusivamente a recoger y a guardar uno por uno cada dato experimentado como lo haría un ordenador. La principal característica que nos diferencia de las máquinas es nuestra capacidad para construir una auténtica memoria emocional.
“Somos nuestra memoria, somos ese quimérico museo de formas inconstantes, ese montón de espejos rotos”.
-Jorge Luis Borges-
Todo recuerdo sobre la fiesta a la que ha acudido Ernesto se procesa de forma detallada en el sistema límbico. En él, el hipocampo, actúa como eficaz artesano catalogando lo bien qué le hizo sentir esa mujer, e interpretando a su vez si las conversaciones que tuvo fueron tensas o distendidas y si se vio a sí mismo feliz, resuelto o quizás incómodo en ese evento.
Si nuestro protagonista sufriera algún tipo de accidente o le fuera extirpado el hipocampo con el fin de reducir el impacto de las crisis epilépticas, al día siguiente no recordaría nada de lo sucedido. Podría evocar todo lo hecho y vivido en en intervalo de 7 o 9 horas porque esos recuerdos aún navegarían en la corteza o en el cerebelo. Sin embargo, al no poder asentar la información nueva en la memoria a largo plazo por la ausencia del hipocampo, Ernesto olvidaría para siempre el rostro, la sonrisa y todo lo que esa joven le hizo sentir en la fiesta de cumpleaños…
Estamos por tanto ante una estructura increíble de la que nos gustará conocer más cosas.
Anatomía del hipocampo
El término hipocampo fue acuñado por el anatomisma Giulio Cesare Aranzio debido a que su forma curva y alargada le recordaba a un caballito de mar. Esta estructura forma parte del cerebro y se encuentra en la parte interior del lóbulo temporal y va desde el hipotálamo hasta la amígdala. De modo que cada hemisferio contiene un hipocampo.
Esta estructura además, está asociada a la arquicorteza, una de las regiones más antiguas del encéfalo y al sistema límbico, dando lugar a la formación hipocampal junto al subículo y al giro dentado. Esto nos lleva a pensar que el hipocampo influye en los procesos mentales relacionados con las emociones.
El hipocampo y la memoria
A lo largo de mucho tiempo se pensó que el hipocampo era una estructura cerebral relacionada con el olfato. Más tarde y tras descubrir y demostrar la relación del sistema límbico con el mundo de nuestras emociones, se estipuló que esta estructura era un apéndice más, un pequeño órgano que podía actuar como regulador o mediador.
Sin embargo, ya en los años 60, se descubrió lo particular que resultaba este rinconcito privilegiado de nuestro cerebro, situado en la parte medial del lóbulo temporal. Entre sus principales funciones están las siguientes:
- La memoria declarativa y emocional: El hipocampo nos permite poder describir cosas, identificar rostros, y asociar sensaciones positivas o negativas en base a esos recuerdos.
- Asentar la memoria reciente a la memoria a largo plazo: cada cosa vivida, sentida y experimentada es filtrada por nuestra memoria, el sistema límbico y el hipocampo para que quede integrada en esa memoria perdurable con la cual, evocar un recuerdo del pasado en el momento presente.
- La memoria espacial y la orientación: se sabe, por ejemplo, que las personas que evidencian los primeros síntomas asociados al Alzheimer, suelen presentar la clásica desorientación a causa precisamente de la baja funcionalidad del hipocampo.
Como triste curiosidad cabe decir que esta estructura es la que primero se ve afectada con la presencia del Alzheimer. La persona es incapaz de consolidar nuevos recuerdos. Esto hace que los pacientes se vean condenados a vivir de forma perpetua en el pasado, alejándose de un presente que ya no pueden controlar, ni disfrutar ni entender. Algo realmente dramático, no hay duda.
Las emociones negativas reducen el tamaño del hipocampo
Gracias a las resonancias magnéticas y a la mejora progresiva de las técnicas de diagnóstico, se ha podido descubrir que las personas afectadas por estrés postraumático suelen presentar un hipocampo mucho más pequeño que el de los individuos que no han vivido experiencias adversas o dramáticas.
- Este dato es relevante en el caso de los niños que han sufrido maltratos, abusos o que han vivido en un contexto de abandono o desapego. Para entender por qué ocurre este fenómeno debemos saber primero que las neuronas que conforman esta estructura son de las pocas células nerviosas del encéfalo que siguen formándose después del nacimiento.
- De este modo, el estrés vivido en esos primeros años de infancia genera que el hipocampo no se desarrolle de forma habitual y que su tamaño sea hasta un 20% más pequeño.
Por otro lado, hay un dato que no podemos pasar por alto. Los trastornos depresivos, el estrés crónico o los estados de ansiedad largamente mantenidos en el tiempo, afectan de forma muy negativa al hipocampo: merman su estructura y su funcionalidad.
Esta estructura, a diferencia del resto del cerebro, dispone de una mayor cantidad de receptores de cortisol. Esta hormona que segrega en altas cantidades cuando experimentamos estrés o ansiedad, es capaz de provocar la muerte de las células que conforman en hipocampo. Todo ello se traduce no solo en la reducción de su tamaño, sino también que empecemos a mostrar fallos de memoria…
Es algo serio que merece la pena tener en cuenta.
El poder “hipotalámico”
En nuestra sociedad solemos comentar aquello de que la prensa y los periodistas, dado su acceso a la información y a su capacidad para publicarla y aportar al mundo datos que desconocíamos, se alza como el llamado “cuarto poder”. Bien, en lo que se refiere al cerebro, tanto el humano como el de otros mamíferos, es el hipotálamo quien asume también esta privilegiada capacidad.
“Tenía tan mala memoria que se olvidó de que tenía mala memoria y se acordó de todo”.
-Ramón Gómez de la Serna-
Esta maravillosa estructura tiene la capacidad de recibir la información de lo que está sucediendo en nuestras vísceras e incluso de lo que sucede en el exterior a través de la retina y la corteza cerebral. Es él quien regulará, por ejemplo. nuestra temperatura corporal en base a nuestras necesidades, el quien nos induce a tener sed cuando necesitamos beber y él quien en el reino animal, indica a un macho cuando una hembra está receptiva o cuando un alimento, por su olor, puede ser venenoso.
Por otro lado, y como dato interesante, cabe decir que nuestros antepasados no se equivocaron mucho cuando en un principio relacionaron el hipotálamo con el sentido del olfato. Para comprender la magia del poder hipotalámico te pondremos un sencillo ejemplo. Cuando hueles una caja de lápices de colores nueva, una goma de borrar o las hojas de una libreta por estrenar, es común que muchos de nosotros evoquemos casi al instante nuestros años de colegio: un aula, unos compañeros de clase…
Muchas de nuestras percepciones olfativas se han catalogado en base a determinadas emociones, escenas y hechos concretos de nuestro pasado. Esa artesanía exquisita ha sido realizada en un viaje hipotalámico que conforma también parte de nuestra historia vital.
Un hecho sin duda apasionante que nos demuestra una vez más, lo increíble que resulta nuestro cerebro y el gran poder que tienen las emociones en nuestra vida.
Referencias bibliográficas
Juan O Keefe, Lynn Nadel (1978) “The Hippocampus as a Cognitive MapHardcove”. Boston: Mind Books
Eric R, Candel (2007) “En busca de la memoria”. Buenos Aires: Katz
Rita Carter (2001) “El nuevo mapa del cerebro”. Madrid: Integral