El mito de Meleagro, un héroe atado al fuego

En el mito de Meleagro se aprecia claramente la concepción griega del destino y de la tragedia. El destino elige caminos sorprendentes para cumplirse. Así mismo, la tragedia siempre hace su aparición, en el momento menos pensado, cuando de alguna forma está escrita.
El mito de Meleagro, un héroe atado al fuego
Gema Sánchez Cuevas

Revisado y aprobado por la psicóloga Gema Sánchez Cuevas.

Escrito por Edith Sánchez

Última actualización: 29 diciembre, 2019

El mito de Meleagro nos cuenta que este héroe, aparentemente, era hijo de Eneo, rey de Calidón, y de Altea. En realidad, esta última le había sido infiel a su esposo con el dios Ares y fruto de esa relación había dado a luz a Meleagro. Eneo, sin sospechar que él no era su verdadero hijo, lo crió como si lo fuera.

El niño solo contaba con unas horas de vida cuando las Moiras, también llamadas Parcas, se presentaron ante Altea, madre del héroe.

Cuenta el mito de Meleagro que la primera de ellas señaló: “Tu hijo será un valeroso héroe”. La segunda, por su parte, indicó: “Tu hijo será un hombre magnánimo”. Finalmente, la tercera profetizó: “Tu hijo vivirá mientras el tizón que está ahora ardiendo en el hogar no sea consumido por el fuego”.

Ante ese fatídico anuncio, Altea fue presurosamente a la hoguera y tomó el tizón que ardía. Luego lo sumergió en el agua para apagarlo y lo depositó en un cofre. Si el tizón no se consumía nunca, significaba que su hijo podía ser eterno. Por eso guardó el cofre en un sitio en el que nadie pudiera encontrarlo. Comenzaba el mito de Meleagro.

A menudo encontramos nuestro destino por los caminos que tomamos para evitarlo”.

-Jean de La Fontaine-

Moiras

Un peligro que acechaba

Cuenta el mito de Meleagro que este héroe creció y se convirtió en un valiente y hermoso joven, de excelente carácter como lo habían profetizado las Moiras. Era el orgullo de sus padres.

Se casó muy joven con una mujer llamada Celopatra, que se desvivía por él. Todo parecía marchar a la perfección, hasta que el rey de Calidón, padre del héroe, cometió una grave afrenta contra los dioses.

El reino había tenido un año de particular abundancia en las cosechas. Por eso, Eneo, rey de Calidón, decidió hacerle una ofrenda a los dioses, en señal de gratitud. Le ofreció frutos del campo a Démeter, vino a Baco, aceite a Atenea, etc.

Sin embargo, sin que esa fuera su intención, olvidó hacerle un homenaje a Artemisa, que siempre reclamaba incienso para su altar.

Artemisa era la diosa de la caza y, cuando se enteró del olvido de Eneo, quiso vengarse por haberla pasado por alto. Según el mito de Meleagro, la diosa envió a un horrible jabalí gigantesco, con ojos que proyectaban fuego, fauces espumeantes y unos colmillos similares a los de un elefante. El terrible monstruo comenzó a asolar los campos, que poco a poco se tornaron estériles.

Una hazaña y el mito de Meleagro

El violento animal enviado por Artemisa se comió todo el ganado y mató a varios hombres. Preocupado por la situación, Eneo decidió convocar a todos los héroes de Grecia  para que combatieran al monstruo. Quien lograra acabar con este se quedaría con la piel y los colmillos del jabalí.

De todas partes llegaron los más grandes héroes. Entre otros, acudieron Néstor, Jasón, Teseo, Cástor y Pólux. Obviamente, Meleagro se unió a la aventura, ya que su especialidad era precisamente la jabalina.

Artemisa, que no olvidaba la afrenta, convenció a una mujer llamada Atalanta para que también se sumara a la aventura. Atalanta era una guerrera muy hábil, pero la diosa solo la enviaba porque quería causar confusión.

Cuando partió la expedición, llegó Atalanta y Meleagro quedó fascinado con ella, pues a pesar de que tenía una apariencia descuidada y varonil, no por ello dejaba de ser hermosa. La cacería comenzó y los héroes usaron sus mejores armas, pero ninguna de ellas parecía hacerle daño al monstruo. La batalla parecía perdida hasta que Atalanta disparó una de sus flechas e hirió al jabalí en el cuello.

Artemisa

Un final trágico

Admirado y más enamorado cada vez de Atalanta, Meleagro celebró su hazaña, mientras que los demás héroes se mostraban molestos por la habilidad de la mujer. Aprovechando que la bestia estaba herida, Meleagro consiguió atinar otra flecha en su cuerpo y luego remató al animal con su jabalina. Sin embargo, al final del combate ofreció la piel y los colmillos a Atalanta, en homenaje a su valor.

Los demás héroes entraron en cólera. No podían tolerar la idea de que una mujer se quedara con la recompensa por la cacería. Los tíos de Meleagro, que estaban presentes, le reclamaron airadamente por su actitud y se inició una fuerte pelea. Las cosas se salieron de control y Meleagro le dio muerte a sus propios tíos. Luego, volvió a Calidón donde fue recibido como héroe.

Altea, madre de Meleagro, se enteró de lo sucedido con sus hermanos. Se sintió indignada al saber que su hijo los había matado por una mujer tan ordinaria como Atalanta. Cegada por su dolor, tomó el tizón que había guardado años atrás y lo arrojó al fuego.

Dice el mito de Meleagro que el héroe comenzó a sentir unas fiebres espantosas y murió cuando el tizón se consumió. Arrepentida, Altea se quitó la vida.


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  • López, M. D. H. V. (2004). Lecturas del mito de Meleagro. Minerva: Revista de filología clásica, (17), 31-84.

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