El nuevo ecosistema laboral que deja la pandemia
El reto vital que nos plantea la pandemia hará que en el futuro inmediato se requieran profesiones nuevas o adaptaciones, más o menos radicales, de profesiones clásicas. En otras palabras, es previsible que tras la crisis surja un nuevo ecosistema laboral.
Aunque nadie sabe aún con certeza cuándo será el fin de la crisis de salud y de qué forma se va a reconfigurar la economía, sí hay indicios de que para volver a la “normalidad” -o, mejor dicho, establecer una nueva normalidad-, aún faltan varios meses. Ya se habla de una segunda oleada de contagios en el hemisferio norte para el próximo invierno y en el hemisferio sur la situación todavía es incierta.
Está claro que habrá una recesión y que en el corto y mediano plazo se producirán cambios en las pautas de consumo. Lo que se impone actualmente es adquirir lo necesario y, por lo tanto, brindar lo necesario, antes que nada. El nuevo ecosistema laboral tiende a organizarse en torno a esa premisa.
“El horizonte es negro, la tempestad amenaza; trabajemos. Este es el único remedio para el mal del siglo”.
-André Maurois-
El nuevo ecosistema laboral
Es probable que el primer gran cambio en el ecosistema laboral tenga que ver con una decisiva introducción del teletrabajo en todos los sectores que soporten esta modalidad. No solo porque esta es una medida que protege contra eventuales reactivaciones de la pandemia, sino porque el ensayo forzado al que llevó la cuarentena mostró que puede ser un mecanismo eficaz.
Así mismo, es previsible que toda la economía se organice en torno a satisfacer las necesidades básicas de la gente, en términos de productos y servicios. Sin embargo, estas necesidades básicas han cambiado, tanto por la forma como se desenvuelve el mundo de hoy, como por la propia pandemia.
Muchas empresas tendrán que modificar su forma de operar. De igual manera, más que nunca los productos y servicios deberán prestarse de una manera diferente, garantizando, ante todo, la seguridad sanitaria.
Así mismo, buena parte de las empresas tendrán que retomar sus actividades sobre la base de una serie de problemáticas estructurales que todavía no están definidas, al menos con precisión.
Seguridad y bienestar: dos bienes cruciales
Todas las actividades económicas tendrán que ajustarse de un modo u otro al requerimiento generalizado de seguridad y bienestar. La seguridad tiene que ver con el hecho de que ningún producto o servicio debe suponer riesgos para quien lo adquiere o se beneficia de él. De este modo, las medidas sanitarias tendrán que extremarse.
De otro lado, la necesidad de seguridad también es del orden emocional. La pandemia ha supuesto un shock para algunos y una vivencia que roza lo traumático, para otros.
Tendrá efectos emocionales a corto, mediano y largo plazo, los cuales se verán reflejadas en, por ejemplo, más demanda de atención psicológica, o de bienes culturales que contribuyan a equilibrar la mente. Todas las formas de aseguramiento serán, probablemente, muy requeridas también.
El mundo tendrá que inventar nuevas formas de disfrutar o pasar el tiempo, que esta vez no están relacionadas con ir de compras físicamente o adquirir bienes que garanticen un goce pasajero.
Pasará también un buen tiempo antes de que los viajes vuelvan a ser una opción de diversión segura y sin restricciones. No son los únicos cambios que se verán, pero estos parámetros por sí solos configuran un nuevo ecosistema laboral.
El cambio en el enfoque de las profesiones
Más que nuevas profesiones como tal, lo que implica el nuevo ecosistema laboral es un nuevo enfoque en el ejercicio de diversas actividades.
Todas las tecnologías que permiten reuniones o facilitan el trabajo a distancia ocuparán un lugar protagonista. Así que es previsible que todo el mundo deba familiarizarse al máximo con estos recursos, para poder operar en el futuro.
De la misma manera, es importante desarrollar la habilidad para adaptarte rápidamente a los cambios. Es probable que la pandemia implique cuarentenas y flexibilizaciones de las mismas, de forma sucesiva.
La transición entre uno y otro estado se debe hacer rápidamente y esto exige esa nueva competencia en los trabajadores. De seguro, también surgirán oficios y profesiones asociados con esa necesidad puntual.
La flexibilidad es otra de esas competencias que bien vale la pena desarrollar en tiempos como los que corren. Los horarios y las condiciones de trabajo podrían cambiar continuamente, en función de reglamentaciones externas o de conveniencias sanitarias. Ser rígidos no va a servir de nada.
Quienes probablemente van a tener mayor proyección en el corto plazo son quienes trabajen su creatividad y sepan aportar soluciones que faciliten la transición hacia el nuevo ecosistema laboral y social.
Los directores de continuidad, gestores de sostenibilidad, agentes de cambio ágil, expertos en prevención, etc., son actividades u oficios que adquirirán protagonismo.
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- Nieto Solís, J. A. (2020). Se paró el reloj del mundo.