El poder del perro: thriller y silencios
Inspirada en la novela homónima de Thomas Savage, Jane Campion rompía su silencio a finales de 2021 con El poder del perro. La cineasta nos trae de vuelta un género que, pese a su amplia producción, parecía olvidado: el western; pero lo hace de forma inteligente y se adapta a las nuevas corrientes y necesidades. Una deconstrucción artística impecable que combinará el escenario clásico del western con un thriller pausado y sorprendente.
Ambientada en el oeste, El poder del perro nos presenta a dos hermanos muy diferentes: Phil y George. La masculinidad tóxica de Phil comenzará a tambalearse cuando dos nuevos personajes entren en escena: Rose, la mujer de George, y su hijo Peter, un joven demasiado sensible y vulnerable para un mundo áspero, rudo y hostil.
Tras el éxito en Venecia y Toronto, El poder del perro llega a Netflix cautivando a un público más amplio. La propuesta contrasta con los ritmos frenéticos actuales, pero nos devuelve la fe en el séptimo arte.
Todo parece apuntar que El poder del perro seguirá dando que hablar. Con paciencia y elegancia, la película va asfixiando a los protagonistas hasta llevarnos al extremo con un desenlace gestado a fuego lento.
El poder del perro: sentimientos reprimidos
Campion configura su historia a través de cuatro personajes: Phil, George, Rose y Peter. Los hermanos Phil y George componen las dos caras de una misma moneda y conviven en relativa armonía hasta que Rose y su hijo irrumpen en sus vidas. El matrimonio de George y Rose despierta en Phil una ira irracional que ya habíamos anticipado ante su primer encuentro con el joven Peter.
Phil se caracteriza por la agresividad, mientras Peter parece encarnar todo lo contrario. El poder del perro nos muestra la masculinidad tóxica, pero lo hace desde las entrañas, preguntándose qué hay detrás de esa armadura, explorando por qué Phil parece esconderse detrás de esa máscara y por qué destruye todo lo que toca.
Con Phil, conocemos a otro personaje que nunca aparece en escena, pero que está presente en todo momento: Bronco Henry. Este nombre es una constante, Phil lo menciona cada momento y, de alguna manera, tenemos la sensación de conocerlo.
Bronco Henry representa todo aquello que Phil admira, pues fue quien le enseñó todo lo que sabe sobre equitación o ganadería. Phil nos lo describe como un hombre fuerte y valiente, con todas las virtudes que muchos atribuyen a la masculinidad.
Pero Campion está empeñada en descubrir la verdad, en sumergirse en la psique de Phil. Se nutre del paisaje del oeste, de ese hombre de apariencia dura y sin sentimientos y lo desnuda, dejándolo vulnerable, solo, pero dando rienda suelta a su verdadero yo en una escena de masturbación casi poética.
La ira de Phil no es otra cosa que el reflejo del miedo. Miedo a que su virilidad pueda ser cuestionada, a que sus verdaderos deseos vean la luz. Se trata de una víctima de su tiempo, de la sociedad y de sí mismo. Phil atacará al eslabón más débil con el fin de validar su superioridad y ante la ausencia de Peter, ese no es otro que Rose.
Rose terminará completamente anulada, alcoholizada y desgraciada. Y es que Campion no solo se propone cuestionar la masculinidad, sino que está decidida a introducirse en la mente de los personajes; en lo que dicen y en lo que no, pero sobre todo en lo segundo. Cabe destacar la interpretación de Kristen Dunst como una mujer madura, preocupada por su hijo y que parece no encontrar su lugar.
Partiendo de los tópicos del género, el film retuerce a los personajes y los asfixia en un escenario marcado por la represión y la omisión de sentimientos. Por todo aquello que no se dice y que, al ocultarlo, nos hace daño.
Nada es lo que parece en El poder del perro: ni el débil era tan débil, ni tampoco el duro estaba hecho de hielo. Poco a poco, la angustia y el desasosiego configuran un tremendo final; un clímax en el que los sentimientos, antes reprimidos, se han llevado al extremo.
Una puesta en escena impecable
Intentar catalogar El poder del perro en el género western sería quedarse corto. El film de Campion es un western, sí, pero en apariencia. Por supuesto, toma elementos del género; pero es más que probable que los fans del western clásico -aquel marcado por los disparos, el exceso de testosterona y la violencia- lo encuentren lento y extraño.
La música de Jonny Greenwood, los áridos paisajes, la fotografía, la rudeza y la suciedad del rostro de Benedict Cumberbatch son una clara reminiscencia del género. No hay duda de dónde estamos, la puesta en escena es impecable y evoca a las grandes películas del pasado como si quisiera rendirles homenaje.
La película nos atrapa desde los primeros minutos de metraje, nos deja escenas que hemos visto infinidad de veces en el cine, aunque los temas ya no son los mismos que en el pasado. Algo nos dice desde el comienzo que no estamos ante un western convencional. Hay algo en la atmósfera, en esos planos que parecen evocar el misterio, en los silencios y los sonidos que parecen hablarnos como si una amenaza estuviera acechando de manera constante.
Campion decide dejar la violencia física a un lado para sumergirse en otro tipo de violencia; una más silenciosa, pero totalmente perturbadora que terminará trazando la trama de un thriller. La violencia no aparece en forma de arma, sino que la van configurando los propios personajes.
Información a cuentagotas
El poder del perro nos plantea un thriller planificado y estudiado, organizado de forma milimétrica. Campion quiere que prestemos atención, que no perdamos detalle porque, de hacerlo, estaremos perdidos.
Hitchcock siempre apelaba a la importancia de darle al espectador la información en el momento indicado y la cineasta parece haber tomado nota del maestro, aunque llevándoselo a su terreno. La paciencia es fundamental y, en un cine marcado por el frenetismo y la sobreexplicación, es posible que a más de uno El poder del perro le resulte excesivamente lenta.
La película nos invita a detenernos, a observar cada plano con detalle, a pensar, a intentar intuir qué está ocurriendo. Porque, como suele decirse “una imagen vale más que mil palabras” y esto debería ser obligatorio en el cine. Lamentablemente, llevamos muchos años acostumbrados a que nos den un final “masticado”, a que el guion explique demasiado.
Sin embargo, en esta ocasión, el poder no está en las palabras, sino en las imágenes. Como en la vida misma, nuestras palabras no siempre van unidas a nuestros pensamientos y, en esos casos, un pequeño gesto puede ser todavía más informativo. El thriller se va cocinando a fuego lento y se desata al final, cuando la lentitud desaparece y se produce el estallido.
Campion nos ha ido dejando pistas ya desde el arranque de la película y, con disimulo, las ha ido poniendo intencionadamente ante nuestros ojos; para que, al final, logremos encajar todas las piezas.
En definitiva, El poder del perro es una auténtica joya, pero hay que verla sin prisas y evitando distracciones. Es una experiencia cinematográfica orquestada de forma brillante, desde las interpretaciones hasta la música y la fotografía. Envolvente, dura y elegante al mismo tiempo, El poder del perro no dejará a nadie indiferente.
“Libra de la espada mi alma. Mi vida, del poder del perro”.
Todas las fuentes citadas fueron revisadas a profundidad por nuestro equipo, para asegurar su calidad, confiabilidad, vigencia y validez. La bibliografía de este artículo fue considerada confiable y de precisión académica o científica.
- Navidad, R. Q. (2007). La evolución del género western en el cine norteamericano: de la modernidad a la postmodernidad (Doctoral dissertation, Universidad de Jaén).