La masculinidad tóxica

La masculinidad tóxica es el resultado de una interpretación cultural de lo que significa ser hombre. Sin embargo, adherirse a ella puede resultar peligroso en varios aspectos. Mira por qué.
La masculinidad tóxica
Sergio De Dios González

Revisado y aprobado por el psicólogo Sergio De Dios González.

Escrito por Paula Villasante

Última actualización: 02 noviembre, 2022

Tanto la masculinidad como la feminidad se construyen antes del embarazo y continúan después del nacimiento. Pero, ¿cómo llega a desarrollarse la masculinidad tóxica? Comencemos por el principio. Cuando el médico determina el sexo del bebé, nos dice si será niño o será niña. No solo se pasa por alto, por lo general, la existencia de las personas transgénero, sino que además se produce una dicotomía clara en la que la persona se verá envuelta, tanto en el plano social como más allá de él.

El bebé es niño o es niña. Por ello tendrá características más masculinas o más femeninas. Con ello, su ropa, sus conductas, sus espacios y sus juguetes se verán determinados. De esto tanto se ocupa el sexo que presenten los bebés como después la educación que reciban en la infancia.

Será esta educación y las influencias a las que sean sometidos a lo largo de su vida por la que se produzca, por lo general, la adhesión de las mujeres y hombres a una u otra categoría. Sin embargo, ni todos los hombres tienen las mismas actitudes y comportamientos definidos como masculinos ni todas las mujeres carecen de este tipo de rasgos. Lo mismo ocurre con los comportamientos femeninos.

Así, de la misma forma que la feminidad, podemos decir que la masculinidad es una construcción social. Según las autoras Hardy y Jiménez (2001), la aceptación o rechazo de la masculinidad como norma que prevalece en una sociedad tiene un impacto importante en la calidad de vida de hombres y mujeres.

Hombre señalado

¿Cuál es la diferencia entre sexo y género?

El sexo se define como la condición orgánica que distingue a las hembras de los machos según su órgano reproductor. Así, según las autoras, las personas nacen con un sexo biológico y este acaba determinando cómo serán tratadas socialmente por los padres, la familia y por la comunidad a la que pertenecen, para llegar a ser hombres y mujeres con atributos aceptados socialmente.

Este proceso varía de una sociedad a otra y también de acuerdo con el tiempo histórico en que estas personas están insertas. Por otro lado, el género puede ser definido como una categoría dinámica. Esta se construye socialmente y tiene como base las diferencias sexuales biológicas en el género binario. Sin embargo, esta categoría, como dinámica que es, se modifica.



¿Qué es la masculinidad?

Según el diccionario, la masculinidad es el conjunto de características físicas, psíquicas o morales que se consideran propias del varón o de lo masculino, en oposición a lo femenino. Además, Barbosa (1998) afirma que la masculinidad se ha sexualizado y se trata como sinónimo de virilidad. Así, la sexualización de la palabra masculinidad y sus representaciones simbólicas están asociadas al falo y a los comportamientos resultantes del hecho de poseerlo y de dar pruebas de su funcionamiento.

La masculinidad giraría en torno a un elemento clave: el poder. Ser hombre significa tener y ejercer poder. El poder asociado a la masculinidad exige poseer algunas características: ganar, mandar, lograr altos objetivos. Ser un “tío duro”, en definitiva.

La construcción de la masculinidad

Así es como se construye la masculinidad. En la medida en que la sociedad caracteriza al varón como una persona dura, que rechaza los afectos, principalmente con personas de su mismo sexo, es fácil entender que el adolescente, que tiene y a quien le gustaría expresar sentimientos de ternura, comience a tener dudas sobre su masculinidad. Se entiende que cuanto más exigentes son los atributos del macho en una sociedad, más difícil será identificarse como tal.

Según Figueroa (1998) en este tipo de personas que tienen conflictos con su masculinidad, casi siempre existirán también conflictos y tensiones frente a la bisexualidad. El macho renunciaría de manera inconsciente a esta alternativa optando por la heterosexualidad, sobre la cual se construye la masculinidad.

La cultura patriarcal enseña a los hombres que no tienen por qué dominar sus impulsos sexuales. Están, de alguna forma, obligados a no perder oportunidades y creer que siempre, o casi siempre, deben ser satisfechos sexualmente. En esto se basa la masculinidad. O mejor dicho, las masculinidades: según el doctor Benno de Keijzer, no se puede hablar de una sola masculinidad, una sola forma de ser hombre.

Hombre experimentando culpa mientras mira por la ventana

La masculinidad tóxica

Así, el término masculinidad tóxica hace referencia a aquellos aspectos de la masculinidad que son socialmente destructivos. Estos son la misoginia, la homofobia , avaricia y dominación violenta; y aquellos aspectos que se aceptan y valoran culturalmente.

Las desafortunadas tendencias masculinas asociadas con la masculinidad tóxica incluyen la competencia extrema y la codicia. La insensibilidad o la falta de consideración de las experiencias y los sentimientos de los demás, la fuerte necesidad de dominar y controlar a los demás, el temor a la dependencia, la disposición a recurrir a la violencia, y la estigmatización y subyugación de mujeres, gays, trans y hombres que exhiben características femeninas.

Sabemos que existe el hombre cariñoso. El hombre que está en contacto con sus atributos “femeninos”. Existe también el padre dedicado a sus hijos. Estos son aspectos no tóxicos de las masculinidades.

Por todo eso, doctores, como de Keijzer, ponen de manifiesto conceptos como el varón como factor de riesgo. Este doctor considera el hombre como factor de riesgo en tres campos:

  • Riesgo hacia mujeres, niños y niñas.
  • Hacia otros hombres.
  • Riesgo para sí mismo.

Ejemplos

Algunas expresiones típicas de la masculinidad tóxica que encontramos en nuestras sociedades son:

  • “Los hombres no lloran”: la masculinidad tóxica les enseña a los hombres a reprimir sus emociones porque estas son una manifestación de debilidad y de feminidad. Se supone entonces que el hombre debe ser fuerte, rudo y no permitir que sus emociones lo dominen.
  • “…Tienen que pelear”: en la masculinidad tóxica, la agresividad y las peleas son una forma de resolver los conflictos dejando de lado la conversación. De esta manera, se toma como algo natural que los hombres terminen en fuertes peleas físicas al defender sus ideales.
  • “El futbol es para hombres”: este deporte ha sido colonizado por la masculinidad tóxica, tanto es así que muchos futbolistas gays prefieren ocultar su orientación sexual por la presión que ejerce este tipo masculinidad dentro del deporte.
  • “Los juegos rudos son para hombres”: la masculinidad tóxica no tolera que los hombres realicen actividades delicadas o jueguen con juguetes que socialmente se les han atribuido a las mujeres. El hombre debe ser fuerte y, por lo tanto, debe practicar juegos de fuerza, rudos y competitivos.
  • “Cómo no va a querer sexo, ¡si es un tío!”: esta expresión demuestra lo arraigada que está la idea de que el hombre es una máquina sexual y que siempre debe estar dispuesto a buscar y tener un encuentro sexual. Así pues, la idea del hombre en la masculinidad tóxica es el del seductor, el del conquistador que demuestra su virilidad en el número de parejas sexuales que ha tenido.
  • “El hombre es el que manda”: el hombre como figura de autoridad y dominancia no debe permitirse compartir el 50 % de la responsabilidad y de las tareas domésticas en el hogar. Su tarea es la de suministrar los recursos. El “hombre blandengue” que colabora con las tareas del hogar es despreciado por la masculinidad tóxica.


Causas de la masculinidad tóxica

La masculinidad tóxica y los roles de género que configura son producto de la interacción de una serie de factores que determinan el comportamiento de los hombres y la comprensión de lo que significa serlo:

  • La edad.
  • La raza.
  • La clase social.
  • La cultura.
  • La sexualidad.
  • La religión.

Lo que define este tipo de masculinidad es que puede tomar muchas formas, dependiendo del contexto sociohistórico en el que se desarrolle y de la cultura en la que se desenvuelva. La masculinidad tóxica es pues una idea y un modo de comportarse que está en constante cambio.

Consecuencias de la masculinidad tóxica

Esta interpretación de la masculinidad que destaca en exceso ciertos rasgos peligrosos ha sido no solo aceptada sino vanagloriada socialmente. Sin embargo, comporta serias consecuencias para los propios hombres y para quienes les rodean:

  • Represión emocional. Desde la infancia a los hombres se les enseña que los niños no lloran y se les anima a ocultar sus emociones. Así, se crean adultos desligados de sus propios sentimientos, incapaces de verlos, reconocerlos y expresarlos; y, por supuesto, imposibilitados para pedir ayuda. Cualquiera de estas opciones los haría ver como débiles u “hombres de segunda”.
  • Violencia y agresión. Estas son dos actitudes que se refuerzan desde la masculinidad tóxica y que pueden conducir a violencia sexual o de pareja, peleas y varios tipos de crímenes. Incluso, sin ir tan lejos, motivan a los hombres a resolver sus diferencias a golpes en lugar de recurrir al diálogo, la negociación o la cooperación.
  • Acoso escolar (o de otra índole). Todo niño que no se ajusta a lo socialmente entendido como masculino está en riesgo de sufrir humillaciones o abuso por parte de sus compañeros o de cualquier sector de la sociedad.
  • Falta de asertividad sexual. Llegados a la adolescencia y la vida adulta, los hombres pueden sentirse presionados a cumplir con ese rol hipersexual; esto implica tanto ceder a mantener relaciones cuando no se desea, como forzar a la mujer a intimar incluso en contra de su voluntad.
  • Relaciones desequilibradas. En el ámbito de la pareja, las cargas domésticas y de crianza siguen recayendo mayoritariamente sobre la mujer, justamente por esta idea tóxica de la masculinidad que considera vergonzoso que un hombre se ocupe de su hogar o de sus hijos.
  • Aislamiento. Por último, muchos hombres se ven privados de la posibilidad de establecer relaciones genuinas y significativas, ya que han de mantener una fachada de personas duras e impasibles. Esto les impide conectar a un nivel profundo y emocional con otros y obtener así ese tan necesario apoyo social.

Cómo facilitar el cambio de la masculinidad tóxica

Cambiar la masculinidad tóxica no ocurrirá de un día para otro. Pero en la medida en que las personas empiecen a definir y construir su propia versión de la masculinidad, donde se incluyan otras experiencias dentro de ella, los roles de género que le determinan podrán ir fluctuando a mayor escala.

Un paso importante para propiciar el cambio de este tipo de masculinidad es ampliar el horizonte de saber y de conocimiento sobre las actitudes hacia la masculinidad y que se propicie un espacio para que todos puedan aportar al cambio ideológico que impera detrás de ella.

En la cotidianidad se puede empezar a configurar el cambio mediante invitaciones a conversar sobre las emociones y los sentimientos que han sido reprimidos por la masculinidad tóxica. Este cambio en la dimensión afectiva es un paso fundamental para desestructurar la influencia y los esquemas que definen a esta masculinidad.

Además de lo anterior, es preciso el desarrollo de una mentalidad, flexible, crítica e inclusiva que sea capaz de cuestionar el orden establecido por la mentalidad tóxica, generado así nuevas comprensiones sobre lo que significa ser hombre en medio de un mundo globalizado y diverso.

Deconstruyendo la masculinidad tóxica

La masculinidad tóxica es peligrosa. Así, parece clara la necesidad de establecer nuevos modelos de sistema en los que los hombres, por el hecho de serlo, no sean un peligro. El doctor de Keijzer señala así la necesidad de diseñar e inventar espacios donde los hombres puedan dar un paso fuera de la reproducción de una masculinidad enajenada para revisarla o discutirla.

Así, el nuevo modelo de masculinidad debe estar adaptado a nuestros días. Tal vez la fuerza física o la agresión fuesen cualidades positivas cuando necesitábamos cazar para alimentarnos, pero hoy en día están fuera de lugar.

De este modo, la masculinidad debería abrirse y aceptar conceptos como la vulnerabilidad, la ternura y la interdependencia. Privar a hombres y niños de estas cualidades es abocarles a la angustia, la tristeza y las conductas de riesgo. Por esto, acabar con la masculinidad tóxica es una necesidad y una tarea que debemos llevar a cabo como sociedad en conjunto.


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