En la vida hay que ir dejando huellas, no cicatrices
Hay una gran diferencia entre dejar huella o dejar cicatrices. Las primeras son marcas imborrables que deseamos lucir con orgullo en nuestra piel y en nuestra memoria, pues nos hacen rememorar momentos de amor, de amistad y de crecimiento.
Sin embargo, las cicatrices se forman a partir del daño, del dolor, de las heridas que nos ocasiona el abandono, la humillación, la envidia o la soledad indeseada e injusta. Estas son marcas que no queremos tener y que nos recuerdan a un dolor que no hemos deseado.
Por eso es importante que miremos cada uno de nuestros actos con el interés de hacer bien y de llevar la bondad por bandera. La calidad y la calidez emocional deben ser dos máximas prioritarias a la hora de escoger la forma en la que queremos relacionarnos.
Las cicatrices son muy importantes, hay que lucirlas con orgullo
Una vez rotos, somos indestructibles. Es lo bueno que tiene tocar fondo, que ya no hay nada que nos retenga, no hay fuerzas que nos mareen ni incertidumbre de lo que nos espera. Entonces solo queda la opción de coger impulso y resurgir. Es por ello, tan importante, aprender de nuestras cicatrices. Si hacemos de cada una de ellas un aprendizaje, no cabe duda que habremos adquirido un nuevo nivel de afrontar nuestra vida.
Y es que a veces es inevitable que nos hieran. De hecho, es importante que también lo malo nos suceda, que conozcamos el dolor que supone haber jugado con fuego o habernos cortado con el filo de aquella navaja que veíamos que despedazaba todo aquello que encontraba a su paso. En muchas ocasiones, quien no se cae, quien no se corta, no aprende. Dicen que de los peores momentos es de los que más se aprenden, así pues, cuando estemos heridos, lo mejor que podemos hacer es tratar de ver qué energía nos puede aportar el mal momento.
No es sencillo entender esto, pero es algo inherente a la vida. Las heridas no siempre son malas, pues nos curten y nos hacen abrazar el sentido de la vida.
Transformar cada cicatriz en un aprendizaje
Realmente son los aprendizajes los que nos dejan huella sea cuál sea el método de enseñanza. Esto es importante porque según cómo miremos hacia aquello que nos hizo daño, podremos valorarlo de una u otra manera. Si solo nos flagelamos una y otra vez con aquello que nos ocurrió, estaremos abocados al sufrimiento. Sin embargo, si lo transformamos en un camino de crecimiento, sabremos obtener el mejor aprendizaje posible de cada cicatriz.
Es decir, no es lo mismo mirar hacia el sol en pleno mediodía sin gafas de protección, que hacerlo con gafas al atardecer. Debemos ser conscientes de que a veces al pensar en nuestras heridas con rencor y miedo, lo que estamos haciendo es contribuir a su infección. Es por ello, tan importante aplicar técnicas como el mindfulness que nos enseña a observar sin juzgar. De esta forma, observamos pero no nos implicamos emocionalmente, evitando que las heridas se extiendas.
Por eso, quizás el mejor momento para echar la vista hacia atrás no es en la ocasión en la que nos sintamos más vulnerables. Por ejemplo, si tu pareja no te llama como tú crees quizás deberías evitar pensar en cuando tu expareja te fue infiel.
O sea, se trata de respetar ritmos y momentos, de no ser masoquistas emocionales e intentar cicatrizar las heridas cuando toca y no cuando el contexto favorece que nos vuelvan a doler.
Cada persona que pasa por nuestra vida es única.
Siempre deja un poco de sí y se lleva un poco de nosotros.
Habrá los que se llevarán mucho, pero no habrá de los que no nos dejarán nada
Esta es la prueba evidente de que dos almas no se encuentran por casualidad.Jorge Luis Borges
Las huellas perduran durante largo tiempo
Por otra parte, hay personas, situaciones y lugares que dejan una huella imborrable en nuestra esencia. Nos brindan la oportunidad de guiar nuestro presente sanando nuestro pasado y nuestro futuro. Es importante intentar vivir situaciones positivas y alejarnos de aquello que nos cause daño. Todo lo que arroje una luz sana y positiva, será beneficioso para nuestro crecimiento.
Este debe ser siempre nuestro objetivo: dejar huella y ayudar a sanar aquellos dolores inevitables. Este será nuestro mejor salvavidas, pues será lo que llene de maravilloso significado todo aquello que nos rodea. Dejar huella y no solo buscar que nos la dejen, es una tarea que incluso modificará nuestra estructura cerebral. Diversos estudios afirman que meditar en el amor y ser bondadoso, nos hace más felices y establece nuevas conexiones sinápticas a nivel cerebral.
Es importante que no nos marquemos porque sí y que cuando lo hagamos, sea con tacto, suavidad y bondad. Esto garantizará vínculos sin conflictos y, por supuesto, recuerdos basados en la concordia, el bienestar y la felicidad de tener a nuestro lado personas de acero inolvidable.