Cómo engañar a tu cerebro para tener un momento de felicidad
¿Sabías que puedes engañar a tu cerebro para provocar un momento de felicidad? Sí, la felicidad es una emoción/estado emocional que podemos atraer, incluso en las circunstancias que aparentemente son menos propicias para ella.
Se sabe, desde hace tiempo, que las emociones van acompañadas de numerosos cambios en el cuerpo, como el aumento de la frecuencia cardíaca o la flexión de ciertos músculos de la cara que dan lugar a ese gesto que tanto nos gusta a todos: la sonrisa.
Lo que no se ha descubierto hasta hace relativamente poco es que esto puede ser un camino de dos vías. Así, podemos engañar al cerebro provocando algunas de las reacciones físicas que surgen de las emociones, de modo que, a partir de ellos, facilitemos la aparición de la emoción.
Sonriendo puedes atraer un momento de felicidad
La expresión de las emociones es una calle de dos sentidos. Nuestro cerebro presta atención a lo que nuestro cuerpo está haciendo, y esto afecta a nuestras emociones. Así, el mero hecho de sonreír, aunque no haya un motivo, facilita al cuerpo un momento de felicidad que tiene grandes beneficios.
Aunque circunstancia, conocida inicialmente como hipótesis de la retroalimentación facial, implica algo más que simplemente los músculos de la cara, trae buenas noticias. Y es que, aunque a veces es difícil controlar nuestras emociones, es mucho más fácil controlar nuestros músculos.
Ten presente que tu sonrisa es una herramienta poderosa. La mayoría de las personas piensan que sonreímos porque nos sentimos felices, pero también puede ser al contrario: nos sentimos felices porque sonreímos.
La forma más fácil de conseguir un momento de felicidad, así como de tranquilidad y confianza, es tan sencilla como esbozar una sonrisa.
Hipótesis de la retroalimentación facial
A muchos les parecerá una tontería esto de que una simple sonrisa puede atraer una emoción tan intensa como la felicidad. Sin embargo, no será algo tan tonto cuando la ciencia le ha dedica varios experimentos y estudios a investigar la hipótesis de la retroalimentación facial.
Uno de los mejores experimentos para demostrar esta hipótesis se realizó a finales de los años 80. Los investigadores no querían influir en los resultados diciendo a los sujetos que el estudio trataba de la emoción, por lo que idearon una manera ingeniosa de conseguir que los sujetos flexionaran ciertos músculos de su cara sin necesidad de que estos tuvieran que conocer el propósito final de la petición.
Los participantes tenían que sujetar un lápiz de una manera determinada. Había tres maneras. El primer grupo sujetó el lápiz a lo ancho entre sus dientes, forzando una sonrisa. El segundo grupo sostuvo el lápiz a lo largo de sus labios, de forma que no podían sonreír; de hecho, la postura les obligaba a fruncir el ceño ligeramente. El grupo de control tenía el lápiz en la mano.
Entonces los sujetos miraron algunas caricaturas, y calificaron lo graciosas que eran. El grupo obligado a sonreír les dio a las caricaturas calificaciones mucho más “divertidas” que el grupo del ceño fruncido, mientras que el grupo de control ofrecía calificaciones intermedias.
En un estudio más reciente, a los sujetos que participaron en él les fueron presentadas una serie de caras. Estas caras tenían expresiones felices, neutras o enojadas. A los sujetos se les dijo que el estudio trataba de medir el tiempo de reacción de los músculos faciales, pero realmente estaban estudiando la emoción. Independientemente de la imagen, los sujetos debían, o bien “levantar las mejillas” (sonrisa) o bien “contraer sus cejas” (fruncir el ceño).
La expresión facial instruida influyó en cómo se percibían las imágenes. Cuando los sujetos sonrieron, encontraron las imágenes más agradables que cuando fruncieron el ceño. Además de eso, los efectos de la breve sonrisa persistieron 4 minutos más tarde.
La hipótesis de retroalimentación facial afirma que el movimiento facial puede influir en la experiencia emocional.
Sonrisa forzada, felicidad real
La retroalimentación facial funciona porque el cerebro detecta la flexión de ciertos músculos faciales (como el cigomático mayor y el cigomático menor, que se requieren para sonreír) y lo interpreta como que hay motivos para estar feliz por algo. Del mismo modo, si ese músculo no está flexionado, el cerebro piensa que no es momento de estar feliz.
Pero esto no es todo. Además de la retroalimentación que obtenemos físicamente a nivel individual hay otra cuestión que influye en la emoción de la felicidad: la retroalimentación social. La sonrisa es contagiosa. De hecho, aunque no te sientas muy feliz, si la gente que está a tu alrededor sonría es fácil que tú también lo hagas y, por lo tanto, mejore tu estado de ánimo.
Si nos esforzamos por potenciar esa energía que nos haga sonreír, especialmente cuando estamos con otros, el beneficio sería aún mayor, porque estaremos cargando el ambiente de buenas vibraciones, favoreciendo un ambiente donde sea más fácil ser feliz.
Por lo tanto, si realmente quieres obtener el mayor beneficio de la retroalimentación facial, encuentra algo para reírte o simplemente levanta las comisuras de los labios para engañar a tu cerebro. Lo que en principio es una sonrisa forzada rápidamente se convertirá en una sonrisa real. Y desde el primer momento, tu felicidad será real.
Sea lo que sea a lo que te enfrentas, ese pequeño momento de felicidad te lo hará mucho más fácil.