Entre lobos: la historia del niño que sobrevivió en mitad de la naturaleza

Entre lobos: la historia del niño que sobrevivió en mitad de la naturaleza
Alicia Escaño Hidalgo

Escrito y verificado por la psicóloga Alicia Escaño Hidalgo.

Última actualización: 07 noviembre, 2022

“Tengo la sensación de haber aprendido mucho de los lobos y muy poco de los hombres”. Esta es la frase que define a la perfección gran parte de la vida de Marcos Rodríguez Pantoja, el niño de Cazorla que vivió durante la época de la posguerra en mitad de la naturaleza, con la única compañía de los lobos.

Doce años de su vida fueron los que Marcos tuvo que verse obligado a sobrevivir, y lo consiguió: aprendió a cazar su propia comida, a fabricarse su ropa y a vivir en manada.

Su padre, debido a que no tenía medios para poder mantenerlo, tuvo que venderlo a un cabrero, el cual falleció en mitad del bosque, dejándolo totalmente solo cuando tenía siete años. Nadie podría imaginar que doce años después, este niño hubiese podido salir adelante y convertirse en el hombre fuerte de diecinueve años que terminaron encontrando.

Hoy por hoy, Marcos siente que no ha terminado de adaptarse a la sociedad y nota que el mundo de los hombres es demasiado superficial: “a la gente le importa la ropa que lleves, si hace o no una buena combinación”.

No acaba de entender por qué los seres humanos nos quejamos tanto cuando realmente lo tenemos todo para salir adelante, sobrevivir y ser felices. Como bien él dice, esta etapa de su vida fue de las más felices, sobre todo porque aprendió a cazar y nunca le faltaba la comida.

Los lobos como única familia

Cuando Marcos se quedó solo en el bosque jamás pensaría que pronto dejaría de estarlo y que vendría una familia a acogerlo y mimarlo. Se trataba de una manada de lobos que decidieron adoptarlo. Empezó cediéndole la comida que él había cazado y ya no quería a los lobeznos y esto hizo que los lobos mayores le tomaran confianza y empezaran a tratarlo como un cachorro más.

Lobo

Contrariamente a lo que podamos creer, el pequeño Marcos no quería volver a la sociedad. De niño, había sufrido las palizas de su madrastra y la dejadez de su padre. Había sufrido en sus carnes el odio, la crueldad, el hambre, la pobreza…y por lo tanto, rechazaba todo lo que tuviese que ver con ese mundo.

En este otro contexto, se sentía querido por los animales: los zorros, las ratas y sobre todo, los lobos, lo cuidaban como nunca antes nadie lo había cuidado.

El antropólogo que escribió la tesis sobre este caso, Gabriel Janer, comenta que Marcos no está inventando nada, pero sí que intenta imaginar un amor que pueda cubrir su necesidad de cariño, esa que no le dieron de niño.

Y los lobos consiguieron cubrirla. Gracias a ellos, Marcos se sentía querido, cuidado y esto contribuyó a que fuese feliz en la naturaleza. Cuando piensa en el día que lo encontró la Guardia Civil y lo devolvió a la sociedad no sabe si le hicieron un bien o un mal ya que a partir de aquí comenzó para él la dura vida del hombre; en su opinión, más dura que la de la naturaleza.

La vida en sociedad

Volver a la sociedad significaba hacer cosas que quizás uno no quiere hacer: trabajar para ganar dinero con el que puedes comprarte la comida, sufrir en tus huesos la envidia, el rencor, la mofa de los demás hombres. Según cuenta Marcos, todo esto no te lo encuentras con los lobos.

Desde que llegó al mundo de los humanos, no han dejado de engañarle, aprovecharse de su ingenuidad. “Yo no sabía lo que era el dinero ni me importaba. No entendía por qué había que tener dinero para coger una manzana”.

La sociedad, tal y como la conocemos, se caracteriza por inculcar en el hombre una serie de necesidades que realmente no necesita. Son necesidades falsas.

Las personas sufrimos a causa de estas pseudonecesidades, cuando realmente tenemos ya cubierto todo lo que es preciso para vivir bien. La publicidad engañosa con la que somos bombardeados tiene una gran parte de la culpa, pero nosotros somos precisamente los que potenciamos su efecto al respaldar las ideas que otros defienden y que solo responden a sus intereses.

Hombre con lobo

Marcos no termina de entender por qué las personas nos quejamos tanto en un mundo de abundancia. No hay que cazar, la ropa ya está hecha y lista para que puedas adquirirla, tenemos agua potable y es fácil vivir bajo un techo. ¿Entonces?

Habitamos en una sociedad que pretende controlarnos, manipularnos para que caigamos en lo que quieren hacer de nosotros: consumir, decirnos a que hora debemos levantarnos, como debemos vestirnos o qué trabajos ejercer. Es por ello que sufrimos. Esta desnaturalización del ser humano le llena de profundos sentimientos de ansiedad.

Marcos cuenta que a él no le ocurría eso, vivía el presente. “Yo solo sabía que salía el sol y que luego llegaba el oscuro, nada más”. Esta forma de vivir al día le hacía libre y por ende, un ser feliz.

Es verdad que ninguno de nosotros viviremos la vida de Marcos, pero nos haríamos mucho bien si comenzásemos a liberarnos de necesidades absurdas: caminar más ligeros de equipaje y observar la abundancia de la que estamos rodeados en realidad, nos dará alas y lucidez para dar pasaporte a tanto sufrimiento innecesario.


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