Estragos del etnocentrismo: la historia de Jemmy Button
El etnocentrismo es una ideología según la cual un grupo, una raza o una sociedad determinadas es superior a otras. Desde ese punto de vista, se considera que la cultura propia es la única perspectiva válida para interpretar la cultura y los valores de los demás.
Hubo un momento de la historia en el que el etnocentrismo se consolidó y alcanzó su máxima expresión. Sucedió cuando los europeos llegaron a América y descubrieron etnias, culturas y sociedades muy diferentes. De ese etnocentrismo a ultranza nace la historia de Jemmy Button, un nativo fueguino de la etnia Yagán. Esta era una comunidad de canoeros nómadas que habitaban en la zona más septentrional de Sudamérica, conocida hoy como Cabo de Hornos y Tierra del Fuego.
“La cultura es lo que, en la muerte, continúa siendo la vida”.
-André Malraux-
Jemmy Button y el etnocentrismo
Se cuenta que el 13 de abril de 1830 se produjo el primer encuentro entre Jemmy Button y el hombre blanco. Sucedió cuando la embarcación Beagle, al mando del capitán Fitz-Roy, ancló y sus tripulantes fueron a una pequeña isla para tomar un descanso.
Allí llegaron los fueguinos, que cambiaron alimento por cuentas y botones. Ya de regreso, fueron interceptados por tres canoas en las que viajaban nativos que también querían negociar. Fitz-Roy le pidió a uno de los nativos que se pasara a su embarcación a cambio de un botón de nácar.
Los tripulantes de inmediato comenzaron a llamarlo Jemmy Button, en memoria del botón por el cual había sido cambiado. El muchacho, que tendría unos 15 años, pensó que los hombres blancos lo llevaban para que les ayudara a cazar guanacos y aceptó el viaje con gran alegría.
Un extraño viaje
Cuando Jemmy llegó a la embarcación, se encontró con otros tres nativos, que eran de una etnia diferente y no hablaban su idioma. Fitz-Roy decidió llevarlos a todos a Inglaterra. Aunque luego aseguró que se había producido un malentendido, lo cierto es que en la práctica los secuestró.
Fitz-Roy resolvió que quería educarlos a todos al modo inglés. También los convertiría al cristianismo para “civilizarlos”. Con ese propósito arribó, poco menos de un mes después, en las costas de la Gran Bretaña. Después comenzó un proceso de “educación” en el que se les enseñó inglés y las costumbres propias del país. También religión, por supuesto.
El que mejor se adaptó a la nueva cultura fue Jemmy Button, que era muy dado a socializar. Su aspecto cambió de forma notable: dejó de ser un nativo fueguino y fue vestido con ropas inglesas. También le cortaron el cabello y lo exhibieron en cuanta reunión social había. De hecho, llegó a reunirse con el rey Guillermo IV y la reina Adelaida, que se morían de la curiosidad.
El retorno
Tras casi dos años, Fitz-Roy emprendió un nuevo viaje a Cabo de Hornos. Lo hizo esta vez en compañía de un científico llamado Charles Darwin. Llegaron al mismo lugar donde tiempo atrás habían secuestrado a Jemmy y allí lo dejaron. Se dice que cuando Darwin vio a los nativos fueguinos dijo: “nunca vi seres más abyectos y miserables. Cuesta creer que sean seres humanos y habiten en este mundo”.
Poco después, la familia de Jemmy llegó hasta donde estaba él, en una canoa. Su hermano le habló, pero no podía entenderle. Los días siguientes estuvieron cerca y Button estaba empeñado en regalarles ropas occidentales y herramientas de trabajo que había conocido en su viaje. Más adelante, fue cada vez más visible la hostilidad de los nativos hacia el viajero que regresaba.
Fitz-Roy partió y dejó a los nativos que lo habían acompañado hasta ahora. Poco después, fueron robados por otros nativos. Un año después volvieron a encontrarse con el capitán, pero Jemmy era otro: vestía como indígena y tenía el cabello desordenado. El encuentro fue amable. El joven nativo ahora tenía esposa. Le propusieron viajar de nuevo a Inglaterra, pero esta vez no quiso.
Unos años después, se instaló una misión anglicana en la zona. El grupo fue asaltado por varios nativos, que les quitaron la vida a ocho europeos. Entre los perpetradores de la masacre estaba Jemmy Button, aunque él lo negó. Así llegaba a su último capítulo este episodio de etnocentrismo. Un islote de la región lleva el nombre del nativo, en recuerdo de la historia del botón de nácar.
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- Hervé, F. (2003). Soy Jemmy Button el salvaje. Zig-Zag.