El estudio del olvido

El olvido es uno de los fenómenos más curiosos. De hecho, podríamos decir que es toda una intriga. En este artículo trataremos de definirlo, identificar sus tipos y establecer por qué se produce (y por qué no está tan mal que se produzca).
El estudio del olvido
Loreto Martín Moya

Escrito y verificado por la psicóloga Loreto Martín Moya.

Última actualización: 06 agosto, 2023

Si el funcionamiento de la memoria ha sido foco de interés para la psicología durante siglos, no lo ha sido menos el olvido como fenómeno curioso, fascinante y en muchas ocasiones frustrante. De hecho, conocer el tipo de información o las circunstancias en las que tenemos más olvidos puede resultar tremendamente útil no solo para nuestro día a día, sino también puede darnos información acerca de la memoria en trastornos neurodegenerativos, como la enfermedad de Alzhéimer o diferentes demencias.

De esta manera, descubriremos qué es el olvido, cómo existen dos tipos de olvido y como, desde la ciencia, el olvido es prácticamente indemostrable. Nietzsche dijo:

“La existencia del olvido nunca se ha demostrado: solo sabemos que algunas cosas no vienen a nuestra mente cuando queremos”.

Mente con muchos mecanismos

¿Qué es el olvido?

El olvido da nombre a un fenómeno en el cual la huella formada en la memoria en relación a cierta información se ve fragmentada. Se ha producido un mal almacenamiento, una mala conservación o un recuperación deficiente del recuerdo.

A medida que se rompe, se van perdiendo detalles de esa información, hasta que la huella se pierde, dando paso a un olvido completo. Se puede decir que una información ha sido olvidada cuando la red neuronal -que a nivel neurobiológico sustenta la recuperación de ese recuerdo- ha desaparecido. Solo se puede determinar que una información ha desaparecido permanentemente a través del proceso de recuperación.

Por ello, en tanto que el olvido no se puede demostrar (¿la pérdida de detalles dificulta su recuperación o la ha olvidado completamente?) podemos considerar todo aquello que, en un momento dado, provoque que la persona sea incapaz de recordar algo. Da igual si ese algo será recuperado o no en el futuro, podemos decir que la persona lo ha olvidado.

No existe un solo tipo de olvido

En el estudio del fenómeno llamado “olvido”, se han identificado dos tipos clínicamente relevantes para el tratamiento de trastornos psicológicos donde la memoria toma un papel esencial; esto ocurre, por ejemplo, en el trastorno de estrés postraumático.

Los olvidos incidentales son aquellos olvidos que se realizan, valga la redundancia, sin la intención de olvidar. Schacter (2003) defendía que los olvidos incidentales son indispensables para el buen funcionamiento de la memoria; es una facultad del ser humano que ha de ser adaptativa, flexible, y trabajar en su capacidad más óptima. Como la memoria no es ilimitada, si no hubiera fallos u olvidos, nos encontraríamos con un techo de cristal de todo aquello que podemos memorizar.

Así, es bueno olvidar cierta información que, en el momento actual, no es de utilidad. Por ejemplo, aunque sea relevante recordar la matrícula del primer vehículo que conducimos, lo cierto es que ese tipo de información puede olvidarse, en tanto que ya no es útil y puede interferir en los recuerdos actuales.

El segundo tipo de recuerdo que encontramos es el recuerdo motivado, que ocurre cuando la persona realiza procesos o conductas cuyo objetivo es disminuir la accesibilidad a un recuerdo. Esto puede ocurrir cuando se vive una situación traumática, situación que se trata de olvidar evitando todo aquello que pueda motivar la accesibilidad del mismo. Como no se recuerda, la huella puede ir haciéndose más débil.

Los olvidos incidentales más frecuentes

Gordon (1995) estudió cual es el tipo de información que las personas solemos olvidar de forma incidental. Esta lista no es aleatoria, y se puede explicar porque muchas personas son “malas para los nombres” o porqué algunas olvidan donde pusieron las llaves con demasiada frecuencia.

Entre los olvidos incidentales más frecuentes, destacamos:

  • Nombres. Usualmente, cuando nos dicen un nombre, nos encontramos en una situación diferente a la usual. Podemos estar distraídos por ello en el momento de la codificación. Se codifica vinculando la información a algo, más concretamente a uno mismo, y una nueva cara y nombre muchas veces no están (aún) relacionados con nosotros.
  • ¿Dónde he puesto las llaves? Ya sean las llaves o cualquier otro objeto, esto ocurre porque el dejar un objeto u otro en un lugar suele ser un proceso automático. A no ser que ese objeto sea relevante en el momento (por ejemplo, es más probable que sepamos decir dónde está la caja de conchas que un amigo nos regaló por nuestro cumple hace dos días, que decir donde están las llaves), como el dejar las llaves o guardar las llaves es algo que ya se ha automatizado, no prestamos atención.
  • ¡Ya le he contado algo a alguien! A veces, nos encontramos en la tesitura de estar contando algo a alguien a quién ya se lo hemos dicho. En estas ocasiones suelen producirse errores de atribución de la fuente, pues es el contexto el que nos da claves de que eso no ha sido contado, más que la persona con la que estamos.

Otro tipo de información que suele olvidarse con frecuencia es: rostros, direcciones, olvidar lo que se ha comenzado a hacer, lo que se estaba diciendo y lo que se ha hecho (por ejemplo, apagar el gas).

Mujer con la mano en la cabeza por su olvido

Los siete pecados de la memoria (Schacter, 2003)

La memoria ha de ser cuidada por sus usuarios, y no son pocos los que cometen “errores” que fomentan el olvido y no el recuerdo. Existen, así, siete fenómenos que pueden hacer recular a la memoria y no funcionar de forma óptima. Estos son:

  • Transcurso: el olvido ocurre a través de la debilitación de la huella y el paso del tiempo.
  • Distractibilidad: cuando las personas están distraídas, estresadas o en una doble tarea, no se produce una codificación profunda. Esto tiene lógica porque la memoria está registrando más información que aquella que queremos recordar, y por ello es tan relevante la atención selectiva.
  • Bloqueo: se pueden producir bloqueos por haber recuperado la información inadecuada para ese momento.
  • Atribución errónea.
  • Sugestibilidad.
  • Propensión: las actitudes y emociones que las personas tienen pueden llegar a modificar su recuerdo, interfiriendo en la fiabilidad de nuestra memoria.
  • Persistencia: los recuerdos reiterados pueden también provocar una modificación en su contenido en tanto que han sido recordados muchas veces.

Los pecados 1, 2 y 3 conducirían a errores de omisión, mientras que los pecados 4, 5, 6 y 7 conducirían a errores de comisión (el sujeto recuerda algo pero lo recuerda mal).

El olvido persiste en afecciones como algunos trastornos de ansiedad, el trastorno de estrés postraumático o trastornos disociativos, por ello su estudio y diferenciación puede ser relevante para el tratamiento de tan angustiosos trastornos. Así, se pueden establecer teorías y leyes acercan no solo de la memoria, también del olvido, como por ejemplo, la Ley de Just:

“Cuando dos huellas de memoria tienen la misma fuerza, pero distinta edad, es decir, una es más reciente que otra, podemos decir que la más vieja o antigua de las dos será más durable y se olvida menos rápidamente que la más nueva”.


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