Explicaciones: nuestros ansiolíticos naturales
En un mundo regido por la lógica racional, el tipo de lenguaje verbal que se utiliza, como forma básica de comunicación, responde a la categoría de lenguaje indicativo, es decir, el lenguaje verbal de la descripción, la interpretación y las explicaciones. Este es el lenguaje de la causalidad lineal, cuyo proceso de razonamiento consiste en la búsqueda del origen (causa-efecto).
En los diálogos, es frecuente que las personas, de cara a un fenómeno determinado, activen un automatismo de la búsqueda del origen, las causas primeras y las explicaciones. Esta tendencia a encontrar los motivos de un hecho, como bastión de la explicación, se traduce en el lenguaje verbal a través del por qué. Ahora bien, ¿por qué lo hacemos y para qué nos sirve?
La búsqueda del porqué, las explicaciones, el conocimiento y luego la calma
El ser humano se preocupa por responder a los interrogantes que le produce la vida, en un intento de tener certidumbre acerca de las cosas. No tolera la duda, la “no respuesta”, algo que lo sumerja en el “no poder tener control” sobre situaciones, personas, cosas.
El principio explicativo fue el principio de las ciencias clásicas, que concebían un universo puramente determinista. Un universo en el que la certeza, la verdad y una realidad real convocaban a un orden que mantenía un mundo medianamente equilibrado.
Edgar Morin señala que el principio de la explicación de la ciencia clásica veía en una contradicción el signo de un error de pensamiento. Este principio no solo se aplicó a las investigaciones científicas, sino que llegó a instalarse como un estilo cognitivo sociocultural, como una forma de procesar los conocimientos. A diferencia de todo ello, la posmodernidad reconoce y afronta las contradicciones, y entiende que puede haber múltiples puntos de vista sobre la misma cosa.
La lógica del porqué causal-lineal
Ahora bien, la lógica del porqué causal-lineal es parte del discurso habitual en la interacción de los seres humanos, en mayor o en menor medida, según la cultura.
Seguramente que el uso del por qué, tanto en pregunta como respuesta, es utilizado para explicar y entender desde nimiedades hasta las situaciones más complejas de resolver. Por ejemplo: si nos duele el estómago, inmediatamente pensamos en qué hemos comido, qué nos pudo caer mal; y si un amigo tuvo una actitud desconcertante, nos preguntamos cuál fue la causa que lo llevó a tenerla. Es automático que pensemos el porqué de las cosas.
Muchas veces nos encontramos preguntándonos el porqué de lo que nos sucede con la expectativa secreta de que si encontramos la causa, esa toma de consciencia nos liberará del problema.
En terapia, se escucha a los pacientes que se preguntan: “pero…. ¿por qué me pasa…?; ¿Por qué a mí?; ¿Qué estoy haciendo?; ¿Por qué lo hago? Por qué, por qué y por qué”, como si esta fuese la fórmula para lograr -encontrando la causa- la resolución del conflicto.
El ejercicio del por qué se desarrolla desde la crianza. En la infancia, nuestras preguntas acerca del por qué de las cosas hace que nuestros padres nos respondan básicamente, y de manera lineal, causa y efecto. Una y otra vez, de cara a nuestro “¿y…por qué?”, nuestros progenitores responden, con más o menos tolerancia, y nos allanan interrogantes con respuestas lineales y seguras.
El término por qué es uno de los más utilizados en el día a día. Se trata de una palabra poderosa y que constituye un puente que posibilita acumular más información, a partir de las respuestas. Es un término que abre el juego a nuevos conocimientos, que hace pensar, reflexionar, buscar en los contextos, personajes, en nuestro pasado.
Estas explicaciones causales pueden referirse a multiplicidad de motivos:
- Podría obedecer al contexto relacional (un porqué interaccional). Ejemplo: “yo reaccioné así porque el otro me gritó”.
- Con frecuencia no se continúa con el recorrido recursivo: “el otro reaccionó así porque yo le dije que no me molestara”. Por lo tanto, se lee solamente un tramo de un circuito relacional.
Otras explicaciones más frecuentes redundan en la búsqueda de los orígenes en el pasado, en la infancia o adolescencia haciendo un psicoanálisis salvaje. Siguiendo esta línea de pensamiento, tal vez el énfasis no radica ni en la circularidad ni en la linealidad, sino en la necesidad de buscar los motivos de las cosas, que está insertada como estructura o pauta de funcionamiento mental en el ser humano.
Las personas, de cara al desorden y la entropía de la experiencia, intentamos colocar una cuota de orden para poder funcionar. De esta manera, se constituyen las normas sociales, religiosas, culturales, familiares, que imprimen la corrección y rectificación de errores frente al aprendizaje.
Por su parte, el lenguaje verbal, isomórficamente, mantiene reglada la comunicación mediante su propia codificación y, en cierta medida, pauta la interacción, mediante una sintaxis de discurso y articulaciones semánticas.
Rivotril explicativo: ¿el antídoto para la ansiedad que produce la búsqueda de explicaciones?
Frente a un hecho que genera incertidumbre y angustia consecuente, la tendencia a querer encontrar el origen de su determinación produce efectos sedativos momentáneos o duraderos. Entonces, el deseo de encontrar un porqué es algo así como un Rivotril explicativo.
Este ingreso de una nueva información, como una construcción lingüística que genera la comprensión del suceso, lleva a que la persona sienta cierta seguridad que le otorga estabilidad en el sistema en el que se halla inmersa.
En síntesis, el sistema en el que uno está involucrado permanece estable. Sin embargo, frente a la irrupción de un evento o un acontecimiento crítico (que puede ser una muerte, una mudanza, un despido laboral, etc.) surge la ruptura del equilibrio (crisis) e inmediatamente se produce la pregunta “¿por qué me pasó esto?”.
Así, la explicación del hecho posibilita, mediante la comprensión y la acción, restablecer una seguridad, como primer paso para la adquisición de un nuevo equilibrio.
Algunos tipos de explicaciones y sus efectos
Hay explicaciones que sirven para salir rápidamente de un momento de tensión, pero que no cambian la situación. Son aquellas en las que la información que aporta el porqué resulta superficial. Su finalidad es mantener de forma momentánea el equilibrio anterior a la aparición de un problema. En este sentido, son paliativas y no llevan a redimensionar la perspectiva de la construcción del problema.
Por ejemplo, las racionalizaciones e intelectualizaciones son mecanismos de defensa que pueden ser considerados explicaciones de este tipo, en tanto y en cuanto la persona avala con justificaciones del por qué le sucede lo que le sucede, como actitudes conflictivas o algún rasgo sintomático. Estas son explicaciones ansiolíticas, resuelven la ansiedad momentáneamente y explican el fenómeno por la categoría en la que es ubicado.
Recordemos que colocamos todas las cosas de nuestro mundo en categorías. Esto, frente la aparición de un problema, trata de explicar la categoría en la que se lo ubica, por ejemplo: “es un mal estudiante porque es vago; Bebe mucho porque es alcohólico”.
Ahora bien, también son frecuentes las explicaciones ansiolíticas en las que la persona se pregunta el porqué de un determinado estado de ánimo, como la tristeza o la angustia, sin motivación aparente e indiferenciada, e inmediatamente surge la necesidad de encontrar su origen.
En general, esto puede hacer que se coloque como respuesta un elemento ingenuo o superficial externo: “me siento triste porque llueve, …el día es gris” (atribuyendo el significado de la tristeza a la lluvia); es también común involucrar a alguna persona afectivamente cercana (amigo, familiar, etc.), cuyas reacciones son utilizadas como causa de una perturbación o alteración: me pasa esto porque me pones nervioso.
Las explicaciones, las acciones y el crecimiento
La explicación ansiolítica o Rivotril explicativo es bastante utilizada, pero se confunde con otro tipo de explicaciones que sí provocan una modificación en las acciones y promueven el crecimiento. Parece que cuando categorizamos lo que nos sucede, nos sentimos más tranquilos, a pesar de que esto no conlleve un cambio de las acciones. O sea, se le coloca un nombre a lo que nos pasa, evitando el navegar por el mar de la incertidumbre que origina el hecho de no saber.
Pero la certeza de la explicación no asegura un cambio en la interacción. El tema queda varado allí si no se hace algo para cambiar. Sería interesante plantear cómo continúa el mecanismo a partir del conocer la causa, o sea, el cómo puedo realizar una acción nueva en el plano concreto y solucionar el problema. Los rivotriles explicativos son seudomotivos que no agregan contenido ni provocan un cambio de pensamiento.
Las verdaderas explicaciones consisten en recategorizar, es decir, colocar en otra categoría lo que me sucede para lograr reformularlo. Son las explicaciones reestructurantes que promueven el cambio, las que sabiamente producen una modificación de categoría y con ello acciones nuevas.
Mientras tanto parece que las respuestas ansiolíticas nos sirven para sobrevivir en un mundo que nos llena de incertidumbre…