Fantasía, porno y feminismo
La fantasía es un elemento insustituible en nuestras vidas. Desde niños fantaseamos con cómo será nuestra vida, pareja o trabajo, al fin y al cabo, la fantasía forma parte de nosotros y refleja nuestros deseos. La sexualidad es un ámbito más, donde se manifiestan nuestras fantasías, siendo el porno el lugar en el que vemos muchos de estos deseos escenificados.
Las mujeres en general, pero sobre todo las feministas, tenemos varios problemas con el porno. El principal, es la parte que concierne a los derechos sexuales, a tener un placer autónomo que nos sitúe como sujeto de nuestra propia sexualidad, aunque sea complicado en una cultura patriarcal.
Es complicado porque la masculinidad se construye sobre la sexualidad. Es decir, es más hombre el que más relaciones sexuales tiene y con un mayor número de mujeres. En cambio, no es más mujer la que mantiene más relaciones con diferentes hombres, sino la que es más capaz de poner en marcha el deseo masculino.
Siempre se pone al hombre como sujeto, el que da placer y la mujer como objeto, porque pone en marcha la excitación del hombre. Siendo el porno el mayor exponente de este punto de vista. Aun así, las mujeres, feministas o no, consumimos porno y nos excitamos con él. ¿Cómo es esto posible? ¿Si no queremos que se nos trate como objetos por qué consumimos un porno dónde se nos cosifica?
“El porno es una representación explícita del sexo, que puede ser filmada, escrita, dibujada o teatralizada y tiene el objeto de excitar sexualmente. Si no excita no se puede llamar porno. Al igual que el material del porno no es tanto la realidad como la fantasía sexual, porque lo que trata es de excitar y no tanto de representar”
-Beatriz Gimeno-
El porno es fantasía
El porno es fantasía sexual, no la realidad. La fantasía está hecha de deseo y por tanto no se la puede juzgar. No se la puede juzgar porque todos hemos fantaseado con que nuestro jefe tendría un accidente para poder librarnos de él o que nuestro profesor enfermaba gravemente para no tener que realizar un examen. Pero esto no significaba que en nuestra realidad les deseásemos el mal a capricho.
La fantasía, por tanto, no tiene que ser ni moral, ni amoral, ni ética, ni feminista. La fantasía esta hecha de deseo, ese deseo que tú usas para excitarte sexualmente y que no tiene que tener ningún tipo de condicionamiento ético.
Por ello, puedes fantasear con ser violada, consumir porno en el que se lleven a cabo estas prácticas, sin que te guste que en la realidad te violen. También puedes fantasear con violar, tanto si eres hombre como mujer, sin que vayas a hacerlo en tu vida cotidiana. Simplemente te excitas con una idea, algo intangible, irrealizable pero placentero, en ese mundo distinto, el de la fantasía.
No hay que culpabilizar ni sentirnos culpables ante nuestros deseos, porque solo son una forma de conseguir la excitación, no la realidad sexual. Por la misma razón, el porno no debe de tener límites, igual que nuestra cabeza no los tiene, sólo el consentimiento y la legalidad. No hay deseos buenos o malos, solo deseos que no tienen por qué corresponderse con la realidad.
La realización de la fantasía en pareja
En la vida en pareja se puede dar un paso más allá y comenzar a hacer realidad esas fantasías sexuales. Pero es una realidad fingida, es decir, no dejan de interpretarse las situaciones sexuales. Se fingen las violaciones o la dominación porque en la realidad es un juego, una violación consentida con sus límites en la que los miembros de la pareja interpretan siguiendo sus deseos. Se excitan ante el juego y se respetan puesto que los límites los ponen ellos.
En terapia sexual se entiende que todo lo que los miembros de la pareja quieran realizar de mutuo acuerdo, es decir, cuando hay consentimiento, es bueno para la vida sexual de la pareja. Mientras no haya sentimientos de culpabilidad en ninguno de los miembros que participan en la relación sexual y se respeten los límites entre ellos, será una sexualidad sana.
El hecho de vivir en una sociedad patriarcal en la cual el hombre es una figura de poder por sí mismo, es normal que afecte y se vea reflejado en los deseos. Esto hace que sea común que en nuestras fantasías encontremos los roles de poder y que en la mayoría el poder sea ejercido por el hombre hacia la mujer. Normalizar las situaciones y explicarlas en base al entorno cultural en el que vivimos, seamos feministas o no, haría que la fantasía, el deseo y la sexualidad fueran vividos de una manera menos estigmatizante y más natural.
La educación en el porno
Los niños, niñas y adolescentes están siendo educados por el porno en stream, es decir, el prono gratuito que se encuentra fácilmente por internet. Esa es la educación sexual que reciben. Es ridículo que no se hable de la educación sexual y del porno con los hijos, cuando se sabe que es tan accesible. Convirtiéndose el porno en su única educación sexual.
“Hay que tratar la sexualidad como algo natural, sin estigmatizar. A mí me daba vergüenza ver escenas sexuales en televisión cuando era pequeña porque veía que mi madre se ponía nerviosa y cambiaba de canal, eso se percibe y te condiciona. Sería mejor que te explicasen en ese momento qué es lo que estás viendo en pantalla”
-Amarna Miller-
Este tipo de porno es indudablemente machista, solo refleja las fantasías masculinas y no deja ver la realidad de las mujeres como sujeto. Y eso lo ven los niños y las niñas, ambos. El problema se solucionaría con contrapesos educativos, con ser capaz de explicar críticamente que no es la realidad, que son fantasías sexuales, que la fantasía no es de por sí una realidad.
El porno es cine y al igual que cuando uno ve a Superman volando sabe que es ficción, el propio porno es ficción. Al igual que cuando en Narnia entran en el armario los personajes se dirigen a otro mundo y podemos explicarles a nuestros hijos que en su armario no pasará, sería conveniente explicarles que su vida sexual no va a ser como en las películas porno.
Explicarles que el querer realizar una fantasía no implica forzar a otra persona a realizar actos sexuales que no quieren porque a los otros no les excita. Explicar que cuando se dice no es no, por mucho que las películas muestren lo contrario. Y que en el porno cuando el no quiere decir sí, significa que es una interpretación, que son actores y que viene escrito en un guion.
Al fin y al cabo, no solo se trata de educar a los hijos en una sexualidad segura sino también responsable. Una sexualidad donde entiendan que las fantasías son sanas, sean cómo sean. Eso sí, siempre en base a un requisito: solo son realizables si la otra persona o personas implicadas en la relación sexual están de acuerdo.
Y vosotros, ¿qué opináis?