Función semiótica: definición y desarrollo
La función semiótica es la habilidad para elaborar representaciones. Esta capacidad se basa en el manejo de signos y símbolos, los cuales se caracterizan por tener un significado y un significante distinto. Pero, ¿cómo funciona realmente?
Para entender en qué consiste la función semiótica, uno de los mejores ejemplos es una pintura realizada por un famoso pintor francés, Magritte. El artista dibujó una pipa de fumar, y debajo de ella escribió: “ceci n’est une pipe” (esto no es una pipa). Con ello quería dejar claro que, a pesar de que el dibujo evocaba a una pipa, no era una realmente. Se trataría, en este caso, de una representación simbólica de uno de estos objetos.
En este ejemplo, Magritte hizo uso de la función semiótica para crear arte. Pero todos los humanos utilizamos representaciones continuamente. En este artículo vamos a hablar de los diferentes tipos de existen en función de la relación entre su significante y significado.
Componentes de las representaciones
Las representaciones forman una gran parte de nuestra vida. Continuamente estamos usando signos y símbolos que nos ayudan a planificar, comunicar y orientar nuestra acción. Su utilidad reside en que nos permiten interactuar mentalmente con un elemento sin tener que experimentarlo en la realidad.
Cada representación tiene dos elementos: significante y significado. El primero se refiere al componente físico de la representación. Por ejemplo, las letras que forman una palabra, o los trazos de pintura de un dibujo. El significado, por otra parte, es la imagen que se crea en nuestra cabeza al ver determinado símbolo.
La utilización de las representaciones abre inmensas posibilidades al desarrollo psicológico. Esto permite al sujeto distanciarse de la situación presente, y abrirse a lugares distantes en tiempo y espacio. Incluso, nos proporciona la capacidad de crear mundos ficticios que solo existen en nuestra imaginación.
Tipos de representaciones
Saussure clasificó las representaciones en tres tipos distintos, los cuales se diferencian en el grado de conexión entre significado y significante:
- Índices o señales. En este caso, el significante y el significado no están diferenciados. Ambos tienen una conexión directa. Un ejemplo de ello puede ser ver comida roída en el suelo de nuestra cocina e inferir que hay ratones. Los restos de alimentos, en este caso, actuarían como índice.
- Símbolos. En este caso, el significante es independiente del significado. Sin embargo, existe cierta relación entre ambos. Los dibujos, cuadros y fotografías serían símbolos de lo que representan. Por ejemplo, un dibujo de una pipa no es el objeto real; pero existe una fuerte relación entre ambos. Este tipo de representaciones aparece de forma más indirecta en el “juego simbólico”; por ejemplo, cuando un niño utiliza un palo como si fuera una espada.
- Signos. A las representaciones se las denomina signos cuando el significante es completamente arbitrario. La relación entre ambos elementos se establece gracias a un largo proceso histórico-social. Por lo tanto, una persona ajena a ese contexto no podría interpretar un signo. El ejemplo más claro de esto es el lenguaje. Por ejemplo, las letras de la palabra “ordenador” no guardan ninguna relación con lo que representan, pero aun así evocan su imagen en nuestra mente.
La aparición de la función semiótica
La capacidad de crear representaciones se va haciendo cada vez más patente en los últimos estadios del periodo sensoriomotor del desarrollo humano. Sin embargo, la aparición de la función semiótica no es algo abrupto. Poco a poco, el niño utilizará más representaciones y más conductas semióticas.
A partir de esta etapa, podemos encontrar muchos ejemplos de función semiótica en el comportamiento de los niños:
- Imitación diferida. Consiste en la imitación de algo que no está presente. Aparece como preámbulo de la capacidad de representación, ya que constituye una imitación de actos materiales pero no de pensamiento. Se considera una de las primeras conductas semióticas que aparecen en el ciclo vital del niño.
- Juego simbólico. Se trata de una actividad muy típica de la infancia. Los participantes del juego simbólico utilizan elementos como si se trataran de otros (por ejemplo, palos como espadas). Así, están haciendo uso de la función semiótica.
- Dibujo. Otra de las formas tempranas por las que el niño empieza a demostrar su capacidad de representación es el dibujo. Hay que tener en cuenta que esta actividad es mucho más que una copia de la realidad. Al realizarla, se representa una imagen interna, de tal manera que lo que reproduce el niño suele ser lo que sabe del objeto que lo que ve.
- Lenguaje. Es la conducta semiótica por excelencia. Cuando el niño empieza a utilizar el habla, observamos cómo utiliza signos arbitrarios, separando por completo el significado del significante.
Como conclusión, no está de más decir que la función semiótica es una de las capacidades más importantes del ser humano. Gracias a ella, hemos sido capaces de crear un sistema de comunicación que nos ha permitido crear un cultura y una historia que ha provocado el avance y supervivencia del ser humano.
Estudiar e investigar el desarrollo de la semiótica, por lo tanto, nos ha ayudado a comprender profundamente las fuertes implicaciones que tiene esta capacidad en la vida de las personas.