Hábitos emocionales: ¿cuáles son los tuyos?
Si te preguntan por tus hábitos, probablemente examinarás tu rutina para contestar. Por ejemplo, tomarte un café al despertar, hacer ejercicio por las tardes o leer un rato antes de dormir. Pero, ¿serías capaz de identificar con la misma precisión tus hábitos emocionales? Aunque no lo sepas, tus emociones también siguen un patrón y en cada persona tienden a activarse y repetirse siempre los mismos circuitos emocionales. ¿Imaginas cómo puede afectarnos?
Puede que no te resulte difícil identificar en quienes te rodean ciertas tendencias emocionales. Hay quienes suelen mostrarse enérgicos y optimistas, y quienes suelen adoptar un rol más pasivo o pesimista. Hay quienes tienden a desconfiar o a sentirse ansiosos, y quienes suelen estar tranquilos y relajados. Aunque todos podemos experimentar una amplia gama de emociones, lo cierto es que hay algunas que nos acompañan más que otras: se han convertido en hábito.
La adquisición de los hábitos emocionales
Se puede definir un hábito como una forma determinada de conducirse o actuar que se ha adquirido por repetición. Se ha convertido así en una tendencia, que se reproduce de forma automática y sin que haya deliberación por parte de la persona.
Los hábitos impregnan nuestra vida, facilitando nuestro día a día al permitirnos ahorrar energía. Probablemente, no seas consciente de muchos de tus actos cuando te lavas los dientes, conduces hasta tu trabajo o te preparas el desayuno. La secuencia está tan arraigada que tu cuerpo sabe hacerla prácticamente solo. Pues bien, algo similar sucede con tu estado emocional. Todos hemos adquirido ciertos patrones o tendencias de respuesta también en este plano.
Parece que al nacer somos prácticamente una “una hoja en blanco”, fijándonos especialmente en los cuidadores principales para escribir las primeras líneas. Y, entre otras muchas cosas, aprendemos cómo debemos sentirnos. Por observación e imitación, vamos asimilando ciertos estados emocionales y determinadas formas de reaccionar; y, a medida que las repetimos y practicamos, estas se arraigan cada vez más.
Cuando queremos darnos cuenta, esas emociones automáticas están programadas y salen a la luz sin que podamos elegir. Por mucho que no nos guste, nos vemos respondiendo con ira o sintiéndonos temerosos o desesperanzados gran parte del tiempo. Afortunadamente, podemos desaprender estos hábitos emocionales y generar otros más funcionales.
Descubre tus hábitos emocionales
Al igual que cualquier otro hábito, los hábitos emocionales pueden modificarse siguiendo una serie de pasos. Es fundamental en primer lugar identificarlos y entender cuáles son sus detonadores; así podremos actuar deliberadamente de otro modo en esos momentos y establecer una nueva secuencia que quede grabada en su lugar.
Por ejemplo, imagina que tienes el hábito de cada mañana tomarte un café sentado en tu sofá; y esto ya lo haces de forma automática. Si quieres cambiar esta rutina por el hábito de hacer ejercicio cada mañana, necesitarás hacer un esfuerzo deliberado por emprender esa actividad al levantarte hasta que esto pase a ser lo natural.
Lo mismo ocurre si deseas cambiar tus hábitos emocionales. El primer paso será reconocer cuáles son, para que dejen de ser automáticos y puedas hacerte consciente de ellos. En este objetivo, puede ayudarte responder a las siguientes preguntas:
- ¿Cuál ha sido tu estado de ánimo predominante el último día?, ¿y el último mes?, ¿y el último año? Comprobarás que no es tan difícil responder a esta cuestión, pues todos tenemos una cierta tendencia emocional.
- ¿Cuáles son tus reacciones típicas ante determinadas situaciones? Los hábitos emocionales son muy fáciles de detectar si nos fijamos en cómo reaccionamos ante eventos desafiantes. Por ejemplo, si tu hijo deja la habitación desordenada, puedes verte secuestrado por la ira y reaccionar con gritos y amenazas. Si discutes con un amigo, puedes ver cómo te reprimes, te inhibes y te aíslas en lugar de ser asertivo. O si te proponen un nuevo desafío laboral, puedes ver cómo reaccionas con temor, ansiedad y falta de confianza. Si estas reacciones se repiten frecuentemente ante situaciones similares, has encontrado tus hábitos emocionales.
Si aun así te cuesta identificarlos, puedes pedir ayuda a tus personas más cercanas. En ocasiones, desde fuera es más sencillo reconocer lo que ocurre que cuando hablamos de nosotros mismos.
Modificar tu tendencia emocional es posible
Una vez que hayas identificado tu tendencia a sentirte o reaccionar de determinada forma, habrás de hacer un esfuerzo consciente por sustituirla. Para ello, encuentra un momento de serenidad y escribe de qué forma te gustaría reaccionar o sentirte la próxima vez que te encuentres en una de esas situaciones desafiantes. Por ejemplo, si te gustaría sentirte optimista en lugar de temeroso.
Ten en cuenta que las emociones son el resultado de un proceso de pensamiento, por lo que es tu interpretación de la situación y tu diálogo interno lo que habrás de cambiar. En lugar de pensar “no puedo”, “no saldrá bien”, “no estoy preparado”, deliberadamente escoge otro tipo de pensamientos, por ejemplo: “es emocionante este nuevo reto”, “voy a dar lo mejor de mí”, “encontraré la manera de superar los obstáculos”.
Evidentemente, en un inicio este cambio de pensamientos se sentirá forzado. Sin embargo, es cuestión de repetición para que ese nuevo hábito mental y emocional quede establecido; por ello, practica en cada ocasión que se te presente. Cuando hayas automatizado ese modo de pensar y sentir, verás que el cambio es grande y positivo.
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