¿Hasta dónde controlas tu vida?
Seguro que conoces o has conocido personas que se pasan el día entero quejándose de todo lo que acontece en sus vidas. Intentan buscar todo el tiempo algún responsable al que culpar de su dolor, de sus males o de sus problemas, buscando en el mundo exterior una solución que solamente se encuentra en su propio interior.
Se hallan entonces en un callejón sin salida, atrapados entre la telaraña de sus problemas. Su única vía de escape es el victimismo y la queja, que no les aporta si no más sufrimiento y amargor.
Esa falsa ilusión, en la que piensan que por culpa de tal o cual persona o situación, ellos están mal, hace que se queden bloqueados sin poder encontrar un camino que les haga salir de la situación en la que están inmersos y que les está provocando sufrimiento.
Y tú ahora te preguntarás, pero entonces ¿Las personas que están en paro? ¿Las que no son valoradas en su trabajo? ¿Las que tienen problemas con su pareja? ¿Son ellas las culpables? Te diré que más que culpables, son los responsables de seguir en esas circunstancias o de seguir sufriendo.
No te asustes ni te alarmes con lo que estas leyendo, esto que acabo de decir es muy positivo. Piénsalo. Si nosotros no fuésemos los responsables de buena parte de lo que ocurre en nuestras propias vidas, no tendríamos poder para modificar nada. Seríamos como marionetas que se mueven dependiendo de lo que pasa en el mundo externo.
Desde luego hay gente y mucha, que vive así, como una marioneta pero porque todavía no saben, o no quieren saberlo, que son los responsables de su propio destino, de sus propios pasos, de que ellos pueden influir en lo que les pasa y en como se sienten. Se perciben a sí mismos como unos desgraciados por “culpa de”, pensando que su vida está ya perdida y que no hay nada que se pueda hacer.
Si mi jefe me trata mal, se dirige a mí de una forma agresiva y yo me creo todo lo que me dice hasta el punto de llegar a afectarme, la única responsable de que me encuentre anímicamente mal soy yo, pues yo soy la que le ha otorgado esa importancia a las palabras de mi jefe y también soy yo la que no le ha parado los pies. Una cosa es que sea mi jefe y otra muy distinta es que se salte mi derecho a ser tratada con respeto. Pero si tu misma no te respetas o no te valoras, él tampoco lo hará.
Tú puedes cambiar tu situación. Y tú dirás, sí claro, ¡qué fácil! ¿Y si me despide?
Te vuelvo a responder: tú eres el responsable de tu destino. Si te despide, alomejor te hace un favor, una persona que te ha contratado y que no te trata como mereces, no es digno de ti. Y por otro lado, ¿es el único trabajo que hay en el mundo? ¿Ya no podrás conseguir otro?
El mundo es muy grande y las posibilidades son infinitas. Otra cosa es que la solución no te guste o te asuste, pero este miedo será otro asunto en el que tendrás que trabajar. Nuevamente, tú decides, quédate con esa situación desagradable que te provoca infelicidad o cámbiala a pesar del miedo al cambio.
La vida es un juego de apuestas y para ganar hay que jugar y apostar ¿Juegas o no juegas? Insisto, tú decides.
En psicología, esta percepción de control sobre nuestra propia vida se denomina locus de control interno (locus: lugar). Por el contrario, existen las personas con locus de control externo. Las personas con locus de control externo (que piensan que su vida está a merced del mundo exterior) son las que suelen hacer las siguientes afirmaciones: “¡Es que tengo mala suerte!” “¡Si mi marido no me hubiese dejado tirada por otra, yo no estaría así, es culpa suya el que yo sea una desgraciada toda mi vida!”…No querido lector, la suerte no existe.
Las personas con locus de control interno suelen gozar de una adecuada autoestima, autoconcepto y autoeficacia. Confían en sus posibilidades, son conscientes de sus limitaciones y son más independientes. No necesitan cosas que en realidad son innecesarias, rehuyen de la queja porque saben que eso no les va a ayudar a solucionar nada.
Muchas veces son percibidos como ingenuos optimistas, incluso como unos ignorantes que tienen muchos “pajaritos” pero la realidad es que son más inteligentes, emocionalmente hablando, que aquellos con locus de control externo.
Las personas con locus de control externo a veces se sienten ofendidas e incluso asustadas cuando intentas convencerles de que ellos tienen potestad para influir en su “suerte” o para modificar lo modificable. Es como si le quitaras el papel de victima y le dieras un arma para afrontar el mundo. Es más fácil y cómodo esperar a que el mundo “que es el que nos ha hecho daño”, nos salve de nuestro dolor, que sean los demás los que cambien su manera de actuar, que se solucionen los problemas de crisis, que mi jefe deje de ser irrespetuoso, que mi pareja deje de engañarme… ¿Y si los demás no cambian?,
¿Por qué te quejas de algo que con tus simples quejas no vas a cambiar? ¿No es mejor dirigir todas tus energías a modificar lo que sí depende directamente de ti? Es como el perro que intenta morderse su propio rabo. Puedes seguir empeñado en echar la culpa a los demás, pero nunca conseguirás nada y te frustrarás, y te deprimirás.
Ser feliz es una decisión y tú tienes la capacidad de cambiar y desterrar lo que no te aporta ese bienestar. Sé consciente de que eres más libre de lo que piensas, que puedes tener influencia en tu mundo si así te lo propones.