Hijas de madres narcisistas: el vínculo del egoísmo y la frialdad
Las hijas de madres narcisistas han crecido bajo una sombra femenina amenazante. Se trata de un estilo de crianza basado en el control y la falta de empatía, ahí donde una mujer intenta moldear en la niña una versión de sí misma, pero proyectando a su vez en ella su propio ego e inseguridades. Son estilos educacionales habitados por la abnegación, la dependencia y el sufrimiento.
¿Alguna vez seré lo suficientemente buena para mi madre? Esta es una de las preguntas que más suelen hacerse las hijas de este perfil de personalidad basado en el narcisismo.
No obstante, algo que terminan asumiendo muchas de estas mujeres criadas en dichos entornos es que sus madres carecían por completo de instinto maternal. Expertas en suprimir identidades y en boicotear cualquier intento de independencia, la madre narcisista conforma sin duda uno de los perfiles más complejos y dañinos que podemos encontrar.
“Me estoy haciendo vieja ¿y qué tengo? Una hija que no puede cuidar de mí, una hija que no agradece todo lo que he hecho por ella”
–Queridísima mama (1981)-
En los años 80 se estrenó una película que serviría como gran ejemplo de esta realidad. Mommie dearest fue una producción basada en un libro de gran éxito escrito por Christina Crawford, la hija de la célebre actriz Joan Crawford.
En aquellas páginas, que en un principio buscaban trascribir la biografía de una de las mujeres con mayor poder y repercusión en el cine, quedaba explícita la historia de un abuso, de un maltrato psicológico casi constante. El de una madre narcisista que desafiando los estándares tradicionales de crianza, quiso diseñar en su hija otra versión de sí misma. Los efectos fueron fatales…
Hijas de madres narcisistas, cuando nunca se es lo bastante buena
Algo que conviene aclarar desde un principio es que no todas las mujeres con patrones de comportamiento narcisista evidencian un trastorno narcisista de la personalidad del modo en que queda definido en el DSM-5 (Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales). Pueden presentar ciertos rasgos y aun así seguir siendo funcionales a nivel social y personal. No obstante, a ello se le añade otro aspecto: la total incompetencia en materia de educación y crianza.
Así, ese narcisismo materno lo que consigue es cortocircuitar por completo el vínculo madre-hija, dificultando por completo la capacidad de esa niña para convertirse en una mujer independiente y segura de sí misma.
Por otro lado, si nos preguntamos cómo es la relación con los hijos varones cabe decir que tampoco es la adecuada. Generalmente, en estas familias toda dinámica se centra alrededor de la madre narcisista y el desgaste, el impacto de su personalidad impregna casi cualquier aspecto.
Ahora bien, las hijas de madres narcisistas sufren mucho más este influjo por diversas razones. En primer lugar, porque se sirven de las niñas para proyectarse a sí mismas. Son como un apéndice de su propio ego, pero al mismo tiempo las ven como una amenaza.
Porque cabe la posibilidad de que las superen en cualquier dimensión: belleza, inteligencia, resolución, autonomía… Veamos, no obstante, qué dinámicas suelen definir este tipo de vínculos tan dañinos.
Mantener una relación con una madre narcisista es tan complicado como extenuante: no podemos dejar de lado el hecho de que estas personas carecen de empatía hacia sus propias hijas.
La indefensión de las hijas de madres narcisistas
La madre narcisista aplica una disciplina implacable. Se preocupa más por cómo es percibida su hija desde el exterior que por entender cómo se siente, qué desea o qué necesidades presenta su niña. De ahí, que proceda desde edades muy tempranas a anular las emociones de su hija mediante la indiferencia o la crítica.
Estas dinámicas socavan por completo el desarrollo de la identidad de estas niñas. A la baja autoestima se le añade la baja confianza en sí mismas, la indefensión y la necesidad de contar en casi cualquier aspecto con la aprobación materna.
Es tal esa dependencia que a medida que pasan los años se le añade el sentimiento de vergüenza. Este sentimiento se acaba volviendo tóxico, porque en muchos casos acaban asumiendo que no son dignas de ser amadas.
Nunca compitas con una madre narcisista
Tal y como hemos señalado, las hijas de madres narcisistas son ese espejo donde las segundas quieren verse reflejadas. Quieren que sus niñas sean una extensión de sí mismas, que se vean perfectas ante el mundo, y que hagan a su vez las elecciones que ellas mismas harían. De ahí que las condicionen en cuanto a gustos, estudios, amistades y relaciones de pareja.
Sin embargo, suele darse un efecto tan contradictorio como dañino. La envidia siempre está presente, como un velo asfixiante, como una sombra persistente. De ahí que puedan vivirse situaciones a veces surrealistas: prohibirles salir con determinadas personas pero a su vez, no dudar en coquetear con esos pretendientes. Asimismo, algo que saben las hijas de madres narcisistas es que estas jamás estarán ahí para defenderlas o protegerlas.
Hijas nacidas para servir y complacer a la madre narcisista
Una madre narcisista exigirá la atención constante de la hija. Estará obligada a satisfacer necesidades, a cumplir expectativas y a no destacar en exceso para no hacer sombra a su madre. Para que todo ello surta efecto, estas madres no dudan en manipular, en humillar y en debilitar autoestimas.
¿Cómo sanar la herida causada por una madre narcisista?
Muchas de las hijas de madres narcisistas tienen que hacer frente a un trauma. Es la herida generada por crecer con una identidad no definida, con un cúmulo de emociones soterradas, convulsas y negadas. Hay que afrontar los sentimientos de vergüenza y liberarse de los efectos de la codependencia, algo que, como podemos intuir, no resulta sencillo.
No obstante, se puede sobrevivir a ello, y la recuperación es posible siempre que dispongamos de la ayuda adecuada. Hay terapeutas especializados en estos casos, los cuales se han preparado para ayudarnos en cada uno de los pasos. El primero, reemplazar la voz materna internalizada y negativa y crítica por una nueva: la nuestra. Una voz que debe tratarse con amor, con respeto y con mentalidad de crecimiento.
Un segundo aspecto crucial es aprender a desvincularnos de ellas, a poner límites. Hay que aprender a priorizarnos y a posicionarnos en el lugar que merecemos. Ese donde asumir proyectos propios, ese donde poder ser, actuar, vivir y respirar con total autonomía y libertad sin quedar supeditadas al influjo narcisista.
Lograrlo requiere tiempo. Es más, en muchos casos implica tener que poner distancia de esa madre narcisista y asumir que por primera vez, haremos de forma declarada eso que tanto nos angustiaba: decepcionarla. No obstante, dar ese paso será invertir en salud mental y en calidad de vida.