Hijos que no aman a sus padres, ¿por qué?

Los hijos que no aman a sus padres suelen manifestar problemas en otras relaciones afectivas. Ese desamor es un lastre que les impide crear relaciones de amistad o de pareja en las que se sientan bien.
Hijos que no aman a sus padres, ¿por qué?
Sergio De Dios González

Revisado y aprobado por el psicólogo Sergio De Dios González.

Escrito por Edith Sánchez

Última actualización: 13 junio, 2021

El amor recíproco entre los niños y los progenitores parece ser una verdad que se da por descontada. Sin embargo, no es así. Hay hijos que no aman a sus padres y esto no constituye ni una patología, ni significa que sea propio de “seres desnaturalizados”. Se trata de una realidad que se forja en determinadas circunstancias.

Hablar de hijos que no aman a sus padres es algo que no se debe tomar de manera literal. A menos que exista alguna limitación o deficiencia, los hijos siempre se vinculan con sus padres a través de afectos; lo que no siempre sucede es que esos afectos sean positivos, sino que pueden primar sentimientos de odio, resentimiento y, claro está, también indiferencia.

A veces también se da el caso de que aparentemente hay hijos que no aman a sus padres, pero lo que sucede en realidad es que el afecto  está reprimido o inhibido. Esto quiere decir que no se expresa, o se manifiesta de forma inadecuada, pero sí está presente. ¿Por qué y cómo se llega a esto?

Cada día de nuestra vida hacemos depósitos en los bancos de memoria de nuestros hijos”.

-Charles R. Swindoll-

Hija enfadada rechazando a su madre

Hijos que no aman a sus padres por efecto espejo

Uno de los motivos por los que hay hijos que no aman a sus padres es el llamado efecto espejo. Ocurre cuando los progenitores no han mostrado afecto a los hijos. Es común que los niños aprendan a relacionarse también de esa manera con sus padres: con frialdad.

En estos casos, lo que hay es una carencia  que bloquea o limita el desarrollo afectivo. El padre, consciente o inconscientemente, establece un corte en la relación con su hijo: “no pases de aquí”. Le transmite la idea de que el vínculo no debe incluir afectos, sino que debe limitarse a una relación funcional y práctica.

En estas condiciones, lo más probable es que el niño no aprenda a relacionarse con el mundo a través de los afectos. Da lo que ha recibido: indiferencia. Esto le cercena una dimensión importante de su ser. Podría decirse que es una de las circunstancias en las que el amor está inhibido, pero no es inexistente.

El abandono y sus niveles

Otra de las razones por las que hay hijos que no aman a sus padres es el abandono. Cuando es absoluto, ni siquiera existe la posibilidad de explorar el vínculo. Lo común en esos casos es que se idealice al padre ausente o que se le rechace como respuesta al rechazo que se recibe.

Sin embargo, el abandono no solo se refiere a los casos en los que uno o ambos padres no están presentes. También hay abandono cuando, aún viviendo con el niño, no se interesan en él y delegan su crianza en terceros. Así mismo, cuando no ofrecen su apoyo en momentos cruciales.

En esos casos, los hijos sienten que sus padres les han fallado en algo fundamental. Esto genera la idea de no poder contar con ellos, así como desconfianza y distancia. Es muy frecuente que esto se transforme en desamor con el tiempo, en especial si ese abandono es sistemático.

Niño ignorando a su padre

Ser víctimas de los padres

En algunos casos, hay hijos que no aman a sus padres porque han sido sus víctimas. Por lo general, esto tiene que ver con situaciones de abuso, bien sea emocional, físico o sexual. Tales situaciones han causado grandes daños y han dejado cicatrices que impiden desarrollar un vínculo afectivo sano con los progenitores.

Cuando un niño aprende a ver a su padre como agresor, la emoción que se siembra es el odio. Este puede ser sordo o explícito. Lo habitual es que en los niños haya desconcierto y rabia; al crecer, esas emociones se transforman en un fuerte rechazo, del cual, además, se sienten culpables en muchas ocasiones.

Un ser humano aprende a amarse a sí mismo y a amar a otros en función de ese vínculo primario que tiene con los progenitores. Nunca es demasiado el amor que se le puede dar a un hijo, porque con cada sonrisa, con cada abrazo, con cada muestra de interés se le está despejando el camino para que avance en la vida. Los silencios, las distancias y los malos tratos obstaculizan de forma decisiva ese avance.


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  • Ruan, D. (2016). Conexión Padres e hijos: Coaching como herramienta para construir conexión Familiar en la era digital. Palibrio.

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