Ambivalencia afectiva: cuando el amor y el odio coexisten en nosotros

La ambivalencia afectiva nos demuestra lo complejo que es el ser humano. Somos esos seres capaces de odiar y amar al mismo tiempo, de sentir afecto y decepción a la vez, ilusión y tristeza en el mismo segundo... Son estados tan recurrentes como normales.
Ambivalencia afectiva: cuando el amor y el odio coexisten en nosotros
Valeria Sabater

Escrito y verificado por la psicóloga Valeria Sabater.

Última actualización: 01 agosto, 2022

La ambivalencia afectiva es un tipo de emoción compleja; en ella, habitan la contradicción y la tensión. Un ejemplo de ello es sin duda cuando amamos y odiamos a alguien casi al mismo tiempo. Tener un gran afecto por una persona cercana, pero a la vez experimentar cierto rencor. Querer a un amigo, pero sentir que esa relación nos daña…

¿Por qué sufrimos las personas este tipo de sentimientos contrapuestos y hasta adversos en más de una ocasión? ¿Es normal o responde quizá a algún tipo de desequilibrio? La respuesta es sencilla: estamos ante un tipo de realidades perfectamente normales y que a su vez definen por sí mismas la elevada complejidad del ser humano en materia emocional.

Este tema, además, cuenta con un gran interés por la comunidad científica y se han llevado a cabo múltiples investigaciones y estudios al respecto. Algo que por sí mismo nos puede parecer algo novelesco o shakesperiano responde para los neurólogos, psiquiatras y expertos en psicología emocional, a un hecho que es un buen exponente de lo intrincadas que puede resultar el tejido emocional de nuestras relaciones.

Así, autores como Frenk van Harreveld, del departamento de psicología social de la Universidad de Ámsterdam, nos señala en un estudio que la ambivalencia afectiva determina no solo lo que sentimos. También es esa complejidad interna la que nos empuja a comportarnos de determinadas maneras. Un ejemplo: hay mujeres que durante el puerperio experimentan una clara ambivalencia emocional.

Aman a su bebé recién nacido, pero a instantes, debido a la alta demanda y dependencia del pequeño, pueden experimentar esa mezcla caótica entre agotamiento, rechazo, ternura y miedo que tanto define esos primeros meses entre madre e hijo. Veamos más datos al respecto.

“Tú sabes que cuando te odio, es porque te amo hasta el punto de la pasión que desquicia mi alma”.

-Julie de Lespinasse-

bebé llorando provocando ambivalencia afectiva a sus padres

Ambivalencia afectiva: características que la definen

La ambivalencia afectiva la siente (y la sufre o disfruta) todo ser humano en algún momento de su vida. Sabemos que cuando hablamos de emociones es común que al instante, nos vengan a la mente nombres como el de Daniel Goleman o Paul Eckman. Ahora bien, cabe decir que esta materia se estudia desde los inicios del siglo XX.

Fue el psiquiatra Eugen Bleuler quien en 1911 describió la ambivalencia afectiva como una “presencia simultánea de dos sentimientos opuestos (atracción y repulsión), de dos direcciones opuestas de la voluntad, respecto a un mismo objeto”.

Desde entonces, el campo de la psicología viene interesándose de manera constante por un tema que parece vertebrar distintas áreas. Es más, a pesar de que la ambivalencia afectiva sea tan común en nuestras relaciones afectivas, también la psicología social viene interesándose por esta área en los últimos años.

¿La razón? Muchas de las decisiones que tomamos están orquestadas por la contradicción (quiero comprar esto pero no puedo ahora, quiero ese trabajo en ese país pero no me atrevo a dejar mi hogar aquí, etc.).

La contradicción genera malestar

La ambivalencia afectiva o emocional genera un elevado malestar. Y si hay algo que no le agrada al cerebro humano es la contradicción, los puntos que no están alineados.

La energía y el desgaste que produce este tipo de disonancias son inmensas. Tanto, que a menudo quedamos hasta bloqueados por esos sentimientos donde a instantes, tomamos conciencia del gran amor o afecto que experimentamos por algo o alguien, pero a su vez, sentimos cierto agotamiento, rechazo e incluso odio.

Pareja enfadada debido a la ambivalencia afectiva

Podemos querer a alguien, pero detestar su comportamiento, sus actitudes e incluso su forma de tratarnos. Recordemos a su vez nuestra etapa en la adolescencia. Esa parte de nuestro ciclo vital es una contradicción constante, es búsqueda de experiencias, es miedo, es ansiedad, es deseo, intensidad y angustia a la vez. No es fácil asumir este tipo de contradicciones internas, todos somos conscientes de ello.

La ambivalencia emocional nos empuja a decidir

Sabemos que la ambivalencia afectiva o emocional es sinónimo de contradicción. Ahora bien, hay un efecto positivo en ella y es que nos impulsa a decidir, a clarificar o incluso a aceptar determinadas situaciones. La madre que atraviesa el complejo periodo del puerperio, va poco a poco asumiendo y habituándose a su nueva realidad.

Cuando amamos y odiamos a alguien, a la vez nos obligamos a comprender la realidad de ese sentimiento. ¿Pesa más el amor? ¿Es la contradicción algo natural en esa pasión que sentimos por la pareja? ¿O es quizá ese odio un hecho del que debo tomar conciencia para tomar una decisión?

La doctora Laura Ress, de la Universidad de Michigan, realizó un estudio en el 2013 para demostrarnos algo interesante. La ambivalencia afectiva favorece la autoconciencia. Ese malestar es algo que nuestro cerebro necesita aplacar y resolver. De hecho, se ha demostrado que este tipo de contradicciones potencian nuestra creatividad; hacen que busquemos canales para pensar, desahogar y que creemos a su vez, respuestas originales para resolver esa contradicción.

Hombre eligiendo entre dos caminos circunstancia

Para concluir, solo cabe señalar un pequeño aspecto. Cada vez que nos veamos en este tipo de laberintos personales donde somos perseguidos por el minotauro de la contradicción emocional, vale la pena detenerse, escuchar y entender. Tal vez haya algo que debamos resolver o incluso asumir.

La vida por sí misma es contradictoria y aún lo son más los afectos. Amar no es fácil y requiere una alta responsabilidad, así como un compromiso, primero con nosotros mismos y después con los demás. Pensemos en ello.


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  • Sincoff, J. B. (1990). The psychological characteristics of ambivalent people. Clinical Psychology Review10(1), 43–68. https://doi.org/10.1016/0272-7358(90)90106-K
  • Van Harreveld, F., Nohlen, H. U., & Schneider, I. K. (2015). The ABC of Ambivalence: Affective, Behavioral, and Cognitive Consequences of Attitudinal Conflict. In Advances in Experimental Social Psychology (Vol. 52, pp. 285–324). Academic Press Inc. https://doi.org/10.1016/bs.aesp.2015.01.002

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