Marasmo: la importancia del afecto en la primera infancia

¿Puede la falta de afecto en la infancia provocar secuelas psicológicas graves? Gracias a los trabajos sobre la formación del apego y los efectos de la separación de bebés y madres, sabemos que sí.
Marasmo: la importancia del afecto en la primera infancia
Cristina Girod de la Malla

Escrito y verificado por la psicóloga Cristina Girod de la Malla.

Última actualización: 27 abril, 2020

El afecto y los vínculos de apego son necesarios para el correcto desarrollo del bebé,y la separación de las figuras de apego, según el momento y la duración, puede llegar a ser devastadora.

René Spitz estudió las alteraciones psicológicas en niños institucionalizados u hospitalizados y separados de sus madres, y comprobó que en casos graves se podía llegar a la muerte por marasmo.

La forma de relacionarse que tiene una persona a lo largo de su vida con el mundo y con los otros está condicionada por los vínculos que establece con la familia y el entorne durante sus primeros años.

John Bowlby estudió cómo se formaba este vínculo entre madre y bebé y Mary Ainsworth describió los distintos patrones de apego. En este artículo haremos una revisión de sus trabajos y de los descubrimientos de Spitz.

Mano de bebé sobre la mano de una madre para representar el vínculo de apego

El apego. Definición, importancia y patrones de apego

El apego es un lazo afectivo fuerte que se establece entre el niño y la figura de apego (normalmente, la madre), que les impulsa a permanecer juntos. Es importante para fomentar la exploración del entorno y facilitar el aprendizaje, y para favorecer el correcto desarrollo físico y mental.

John Bowlby estudió cómo se forma el vínculo de apego y las fases de su desarrollo. No es hasta la etapa 3, a partir de los 7 meses, cuando se forma el apego propiamente dicho y empiezan a aparecer la ansiedad de separación y la angustia ante el extraño. En las dos etapas anteriores, el niño puede tener preferencia por un cuidador u otro, pero no protesta ante la separación.

Mary Ainsworth diseñó una situación de laboratorio, llamada la situación extraña, que permitía estudiar las separaciones entre los niños y sus figuras de apego de manera controlada. Observando la conducta de los niños ante la separación y ante el reencuentro, pudo describir tres patrones de apego:

Se considera que estos patrones de apego son universales y aparecen en las diferentes culturas. Posteriormente se identificó un cuarto tipo de apego, el apego desorganizado/desorientado (Grupo D).

Separación de las figuras de apego: efectos a corto plazo

La separación del niño de las figuras de apego antes de los 6 meses no parece ocasionar tantas dificultades, ya que el apego aún no está completamente instaurado. Sin embargo, entre los 6 meses y los 2 años, los niños son especialmente vulnerables a la ansiedad de separación.

Bowlby estudió los efectos de la separación a corto plazo y la evolución de los síntomas ansioso-depresivos, y describió tres fases:

  • Fase de protesta. Dura entre una hora y una semana y comienza cuando el niño toma conciencia de que está solo. Se caracteriza por conductas de lucha activa por recuperar a la figura de apego, señales de llamada (lloros, gritos…) y rechazo de la ayuda de otras personas. Si se produce un reencuentro se intensifican las conductas de apego.
  • Fase de ambivalencia o desesperación. El niño manifiesta aumento de la ansiedad y desesperanza y puede llegar a presentar conductas regresivas. Ante el reencuentro, puede actuar con desinterés o incluso hostilidad.
  • Fase de adaptación. El niño se adapta a la nueva situación y puede ser capaz de formar nuevos vínculos con los nuevos cuidadores.

Efectos de la separación a largo plazo: depresión anaclítica, hospitalismo y marasmo

En los casos en los que el niño no consigue adaptarse a la pérdida, se pueden dar consecuencias graves, como retraso intelectual, problemas de socialización e incluso mortalidad.

Spitz estudió que la separación temprana de la madre podía provocar distintas enfermedades psicógenas.

Sus estudios se basan en la observación directa de niños institucionalizados o niños hospitalizados por largos periodos de tiempo. También realizó una comparativa entre el desarrollo de niños criados en instituciones y niños criados en prisiones de mujeres junto a sus madres.

La depresión anaclítica es un tipo de depresión ocasionada por la privación emocional parcial, es decir, de entre 3 y 5 meses. La sintomatología puede desaparecer unos meses después de retomar la relación afectiva con la madre, con su figura de apego, o cuando son adoptados y forman nuevos vínculos.

También se conoce como síndrome de hospitalismo, porque se observó en niños que habían sido abandonados a las puertas de alguna institución que pudiera hacerse cargo de ellos (hospital, orfanato, convento…).

El término hospitalismo se utiliza para describir alteraciones físicas y psicológicas profundas en niños abandonados o que han permanecido hospitalizados durante un largo periodo de tiempo.

En este entorno y bajo estas condiciones es frecuente que se cronifique el cuadro depresivo y se desarrollan problemas cognitivos y sociales. Entre las alteraciones más importantes descritas por Spitz en este cuadro, están:

  • Retardo del desarrollo corporal.
  • Retardo de la habilidad manual.
  • Menor uso del lenguaje.
  • Baja resistencia a las enfermedades.

En caso de que la privación afectiva sea total, el cuadro puede evolucionar hasta producir marasmo, pudiendo llegar a provocar la muerte del niño. Estos niños presentan una delgadez extrema y déficits nutricionales y emocionales.

¿Por qué el marasmo puede producir la muerte?

El marasmo, tomando su significado médico, es un tipo de desnutrición extrema, que ocurre antes de los 18 meses porque la madre deja de alimentar al bebé. El déficit nutricional es tan grave que puede llevar a la muerte si no se trata a tiempo y no se solucionan las complicaciones asociadas.

Sin embargo, se ha observado que no solo es provocado por un déficit nutricional, sino que la ausencia total de afecto en bebés podía producir también marasmo. A menudo, los niños institucionalizados no tenían oportunidad de formar lazos afectivos.

Bebé sobre una manta azul

Los llantos, la agitación, la desesperanza y los demás retrasos en el desarrollo se seguían de interrupción del llanto, mirada fija e inexpresiva, ausencia de reactividad al entorno, largos periodos de sueño y pérdida total de apetito. Es como si los niños se fueran apagando poco a poco.

Gracias a los estudios de Spitz, se hizo una reforma en las condiciones de hospitalización e institucionalización de los niños. Sus trabajos demostraron que, por mucho que los niños institucionalizados tuvieran cubiertas las necesidades de alimentación, había otras necesidades igual de importantes que, al ser descuidadas o no cubiertas, se trasformaban en un obstáculo para su desarrollo.


Este texto se ofrece únicamente con propósitos informativos y no reemplaza la consulta con un profesional. Ante dudas, consulta a tu especialista.