Hildegard von Bingen: biografía de la mayor erudita de la época medieval
Hildegard von Bingen fue una abadesa del siglo XII con una trayectoria excepcional. Filósofa, teóloga, compositora, naturalista, científica, poeta… Se dice que fue la precursora de la ópera, que asentó las bases de la sexología y que, si hay una figura que a menudo descuidamos en la historia de la ciencia, es sin duda, esta mujer que brilló con luz propia en el medievo.
Era conocida como la Sibila del Rin. Ya desde niña demostró una pasión poco común por el conocimiento y todo tipo de saberes. Su mente, su curiosidad, comparable casi a la de Leonardo da Vinci, puso siempre su punto de atención en comprender la naturaleza. Cabe señalar además, que Hildegard von Bingen tuvo siempre el favor de las élites políticas y religiosas para desempeñar su labor como erudita. Algo poco común no solo por su género, sino por la época en la que vivió.
A pesar de que a fue entregada de manera muy temprana a la Iglesia por parte de sus padres, encontró en este escenario los recursos idóneos para cultivar su inteligencia, para promover sus pensamientos, visiones y esos mensajes místicos que recibió a lo largo de su vida. Escribió obras de medicina, de ciencia natural, de fisiología…
El legado que nos dejó fue incalculable. Es un claro ejemplo de cómo las mujeres, a pesar de los claros impedimentos que han encontrado siempre en la sociedad, han logrado también promover el avance de nuestra ciencia moderna.
“En la misma visión, entendí los escritos de los profetas, de los Evangelios y de los demás santos y de algunos filósofos. Lo hice sin haber recibido instrucción de nadie. Expuse ciertas cosas basadas en ellos, aunque apenas tenía conocimientos literarios, al haberme educado como mujer poco instruida…”.
-H. von Bingen-
Hildegard von Bingen, biografía de una estudiosa deslumbrante del medievo
Hildegard nació en 1098 a orillas del río Nahe en Bermersheim, Alemania. Su familia era noble y contaban ya con nueve hijos cuando ella llegó al mundo. De este modo, y como era la costumbre en aquella época, el décimo vástago debía ser entregado a la Iglesia. Y así fue como se inició su particular y destino.
Ya desde la primera infancia evidenció una salud delicada. Durante sus primeros años fue atendida por una abadesa, Jutta von Spanheim, quien le transmitió el amor por la música y le enseñó a leer latín, pero no a escribir. Algo que Hildegar von Bingen acabó aprendiendo por sí misma.
Asimismo, se tienen documentos escritos, como los redactados por el monje Teoderico de Echternach, en los que se habla de las visiones y experiencias místicas que la niña padecía ya con ocho o nueve años. Nunca llegaba a perder el sentido ni a entrar en éxtasis, lo que experimentaba eran alucinaciones visuales y auditivas muy intensas, las cuales, se repetirían a lo largo de su vida de muchos otros modos.
En la actualidad, se opina que tal vez lo que padecía Hildegar von Bingen eran migrañas.
Una visión que lo cambió todo
Cuando Hildegar von Bingen llegó a la edad adulta, sus dolencias desaparecieron. Fue un despertar, porque en ese momento en el que por fin dejó de ser cautiva de su propio cuerpo, tuvo la oportunidad de centrar su mente en aquello que le apasionaba: el conocimiento.
Tuvo la suerte de que como monja benedictina de un monasterio alemán, era común que llegaran abundantes libros sobre cosmologías griegas para ser traducidas. A su alcance tuvo volúmenes de ciencia, de historia natural… Sumergirse en esos universos de saber le permitió dos cosas. La primera instruirse, la segunda desarrollar una visión científica.
Asimismo, a pesar de que sus enfermedades habían remitido, no ocurrió lo mismo con sus visiones. Se intensificaron. No obstante, solo la abadesa Jutta y su mentor, el monje Volmar de Disobodenberg conocían aquellas experiencias. Fue al cumplir los 38 años cuando tuvo su mayor revelación. En una de esas visiones se veía a sí misma envuelta en luces. Una voz interna le dijo entonces cuál debía ser su designio: escribir, transmitir conocimiento al mundo.
La abadesa Disobodenberg, una erudita con el favor papal
Poco después de aquella visión, la abadesa Jutta falleció y Hildegard von Bingen asumió su cargo. A su vez, el Papa fue finalmente informado de las experiencias místicas que había tenido. Debió quedar tan impactado que le concedió el derecho a escribir, la oportunidad de registrar todo lo que se le había revelado en esas 16 visiones experimentadas a lo largo de su vida.
Hildegard escribió su primer libro en 1141. Era Liber Scivias, donde hablaba de un tipo de cosmología basada en la tradición griega. La Tierra, era una esfera compuesta por cuatro elementos: viento, fuego, aire y agua. A su vez, este cuerpo celeste estaba rodeado de distintas capas de aire y agua. Todo muy llamativo a la vez que revelador, tal y como podemos intuir.
Asimismo, cabe señalar que al tener el permiso papal para redactar esos tratados, pudo librarse sin duda de ser acusada de herejía. La abadesa Hildegard von Bingen era para muchos, la voz de Dios. En una sociedad guiada aún por la superstición, ella tuvo una oportunidad excepcional de la que otros carecieron y que, sin duda, supo aprovechar.
El nacimiento de la Sibila del Rin
Contar con el favor de la Iglesia Católica contribuyó sin duda a que los trabajos realizados por Hildegard von Bingen fueran apreciados en toda Europa. De tal modo, que su fama se extendió en poco tiempo hasta el punto de ser conocida como la “Sibila del Rin”. Ahora bien, su ansia de conocimiento y su necesidad por transmitirlos no terminaba ahí.
Era una mujer de carácter con ideas muy claras sobre lo que deseaba. Aspiraba a dejar el monasterio de Disobodenberg y crear el suyo propio. De tal modo, que tal determinación se convirtió, finalmente, en realidad, al alzar el convento benedictino de Mount St. Rupert, ubicado cerca de Bingen, Alemania.
A partir de 1150 Hildegard von Bingen profundiza en el estudio de la medicina natural y se convierte en sanadora. Al cumplir los cincuenta años, empieza a viajar por Europa con un fin tan noble como elevado: defenderla paz y a su vez, difundir sus ideas sobre ciencia y medicina.
La primera sexóloga de la historia
Su trabajo más destacable fue sin duda Physica (Liber Simplicis Medicinae). En esta enciclopedia detalla una amplia información sobre enfermedades y aplicaciones médicas de las plantas. Describe, a su vez, la importancia de hervir agua a la hora de tratar dolencias, de limpiar el cuerpo y las heridas.
Asimismo, fue una de las primeras referencias históricas donde se habla abiertamente sobre la sexualidad. Se describe el orgasmo como algo bello, sublime y ardiente de lo que tanto hombres y mujeres deben disfrutar. En sus libros de medicina como Causa et curae, ofrece, a su vez, información sobre la menstruación y condiciones como la amenorrea, ahí donde una mala alimentación podía afectar a las mujeres.
Profetisa y santa
Hildegard von Bingen falleció a los 81 años de edad habiendo cubierto una cuota de vida ampliamente aprovechada. Fue una mujer reivindicativa, defendiendo incluso a personas que habían sido excomulgadas por la Iglesia y que ella no dudaba en defender o incluso en dar sepultura en campos santos. No obstante, siempre contó con la aprobación y admiración de papas, reyes, nobles, así como de la gente más humilde.
De hecho, en el 2010, el Papa Benedicto se refirió a ella como la profetisa y santa Hildegar von Bingen, hasta el punto de que más tarde, se le daría el título de doctora de la Iglesia. Una figura como vemos de gran trascendencia que bien merece ser recordada.
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- Barona, J. L. (2006). Hildegard von Bingen (1098-1179), mística, ciencia y medicina en la Edad Media, Mètode 50, 2006
- King-Lezneier, Anne H (2001) Hildegard of Bingen: An Integrated Vision, Liturgical Press
- Maddocks, Fiona (2001) Hildegard of Bingen: The Woman of Her Age, Doubleday