Hormonas del estrés
Las hormonas del estrés son decisivas en todo ser vivo. Huir de los peligros, reaccionar ante las demandas del entorno, activarnos para poder solucionar un problema o simplemente “despertar” todos nuestros recursos mentales para hacer un examen son procesos esenciales en los que median estas pequeñas, pero poderosos moléculas.
Ahora bien, sabemos que basta con escuchar el término estrés para asociarlo a experiencias claramente negativas. Todos conocemos sus efectos. De hecho, la mayoría hemos pasado por una época en la que las preocupaciones y la presión externa han derivado en dolor muscular, alteraciones digestivas, cefaleas, insomnio…. Los cambios fisiológicos que orquestan esta serie de hormonas pueden ser muy intensos y desgastantes.
Sin embargo, debemos tener claro un aspecto. Sin estas reacciones químicas el ser humano no hubiera sobrevivido. La respuesta de estrés nos ha permitido reaccionar ante las adversidades cotidianas para poder adaptarnos a un entorno cada vez más complejo. Así, y aunque a día de hoy no tengamos que defendernos de los mismos peligros que nuestros antepasados prehistóricos, las demandas externas siguen siendo desafiantes.
Comprender la mecánica de ese entramado hormonal asociado a esta respuesta emocional siempre es interesante y útil.
¿Cuáles son las hormonas del estrés?
Cada uno de nosotros estamos programados para reaccionar a toda amenaza, ya sea externa a raíz de un peligro concreto o bien desencadenado por una preocupación interna. A día de hoy, situaciones como las ocasionadas en un entorno laboral, por problemas económicos o afectivos, actúan como desencadenantes para el estrés.
Las amenazas, los peligros y los desafíos ahora son invisibles, no se pueden tocar o atisbar como ocurría antes cuando nuestros antepasados se enfrentaban, por ejemplo, a un depredador. Esa respuesta natural al estrés nos permite activar un sinfín de recursos físicos y psicológicos para afrontar cualquier peligro y todo ello entra dentro de lo normal, de lo esperable.
Sin embargo, el auténtico problema llega cuando ese estado de estrés es constante. En caso de que no abordemos los problemas de manera adecuada, de que no hagamos uso de adecuadas medidas de afrontamiento, las hormonas del estrés seguirán actuando. Es entonces cuando llegan las molestias físicas y los riesgos para la salud.
Descubramos por tanto cómo actúa y trabaja esta red de hormonas.
El cortisol, la hormona que nos activa
El cortisol es una hormona esteroidea que regula una amplia gama de procesos en el cuerpo. A pesar de que tenga una función decisiva para ayudarnos a responder en situaciones de estrés, es clave en tareas metabólicas y también en las relacionadas con la respuesta inmunitaria.
- La secreción del cortisol está regulada por el hipotálamo, la glándula pituitaria y las glándulas suprarrenales.
- Casi todas las células contienen receptores para el cortisol, lo que nos da una pista de la gran cantidad de procesos en los que participa.
- Es clave, por ejemplo, en el control de los niveles de azúcar en sangre del cuerpo, en favorecer el equilibrio de la sal y el agua y también en la presión arterial.
- Los niveles de cortisol son más elevados durante el día para permitirnos estar más activados en las horas diurnas.
- Por otro lado, cuando pasamos por largas épocas de estrés y ansiedad, la excesiva liberación de cortisol puede tener serios efectos. Entre ellos está la hipertensión, los cambios de humor, el dolor muscular, la osteoporosis e incluso los cambios en el peso corporal.
Adrenalina, te permite actuar ante los peligros
Cuando pasas por una situación estresante, te sudan las manos, el corazón se acelera, se te seca la boca… Esta respuesta está mediada por una de las hormonas del estrés más importantes: la adrenalina o epinefrina.
Así, cabe señalar que actúa también como neurotransmisor y que se produce en las glándulas suprarrenales o adrenales y se libera principalmente en momentos de estrés, peligro y excitación.
Entre los cambios que orquesta la adrenalina en el cuerpo cuando empieza a liberarse en el torrente sanguíneo están los siguientes. Recordemos que todos estos cambios tienen un objetivo: preparar al cuerpo para la pelea o la huida.
- Aumenta el ritmo cardíaco.
- Aumenta la capacidad del sistema respiratorio para que podamos aspirar más aire.
- Descompone el glucógeno (polisacárido de reserva energética que se encuentra en los músculos y el hígado).
- Expande los vasos sanguíneos para optimizar el flujo sanguíneo.
- Facilita la conexión entre las células nerviosas para que la información vaya más rápido.
La vasopresina, modulador de la respuesta del estrés
A la vasopresina se la conoce como la hormona antidiurética, es decir, favorece la retención de líquidos. Ahora bien, en los últimos años hemos descubierto que es un componente hormonal importante de la respuesta al estrés.
Estudios como los realizados en la Universidad de Edimburgo en el 2017, nos ofrecen datos para comprender un poco mejor su trascendencia.
- La vasopresina tiene un efecto modulador en la respuesta del organismo ante situaciones estresantes o ansiógenas.
- Entre las hormonas del estrés, la vasopresina tendría una función clave para favorecer la liberación de la corticotropina. Este elemento biológico lo que hace es facilitar la secreción de corticoesteroides como el cortisol.
- Asimismo, hay otro aspecto interesante. Esta hormona se produce en una serie de neuronas hipotalámicas que controlan la respuesta a desafíos ambientales estresantes. Es decir, cuando el cerebro interpreta que tenemos un desafío ante nosotros, libera este elemento para que inicie toda una serie de cambios bioquímicos esenciales para que podamos actuar ante él.
Para concluir, tal y como podemos ver, cada secuencia que activa el cerebro para responder a los riesgos cotidianos no tiene otro propósito que permitirnos actuar. Ese es, al fin y al cabo, el propósito del estrés: actuar ante los peligros y hacerlos desaparecer. Dejar que esas situaciones de preocupación y angustia se alarguen en el tiempo es lo que nos pasa factura. Tengámoslo en cuenta.
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- Antoni, Ferenc. (2017). Vasopressin as a Stress Hormone. Neuroendocrinology and Neurobiology (págs. 97-108) 10.1016/B978-0-12-802175-0.00009-7.