El impacto de la regla de los tres grados de influencia
En los últimos años se ha llevado a cabo un número importante de investigaciones sobre cómo se influyen las personas. A partir de ellas ha surgido la regla de los tres grados de influencia, una teoría muy interesante que nos incita a prestar atención al efecto de aquello que decimos y hacemos.
Hace un tiempo surgió la teoría de los seis grados de separación. Decía que cada persona está separada de las grandes figuras de la humanidad solo por seis grados. En otras palabras, cada uno de nosotros conoce a alguien, que a su vez conoce a alguien, que conoce a alguien, que conoce a alguien, que conoce a alguien, que conoce a alguien que conoce a Donald Trump.
“Hasta las personas más insignificantes ejercen cierta influencia en el mundo”.
-Louisa May Alcott-
La regla de los tres grados de influencia es similar, pero opera de una manera diferente y tiene efectos mucho más decisivos sobre nuestras vidas. Fue formulada por Nicholas Christakis y James Fowler en 2010. Muestra que, por apartados que estemos de los demás, nunca somos una isla.
La regla de los tres grados de influencia
Según Christakis y Fowler, la regla de los tres grados de influencia puede expresarse de esta manera: lo que decimos y hacemos influencia el pensamiento y conducta de nuestros amigos (primer grado), de los amigos de nuestros amigos (segundo grado) y de los amigos de los amigos de nuestros amigos (tercer grado).
Ahora bien, ¿cómo llegaron a semejante conclusión? En 2007 estos investigadores tomaron un estudio sobre enfermedades cardiovasculares, que había comenzado en 1948. Dicha investigación se estaba llevando a cabo en la ciudad de Framingham, en los Estados Unidos. Dos tercios de los habitantes adultos participaban en ella y luego se sumaron sus hijos y sus nietos.
El estudio previo exigía que cada participante hiciera un listado de familiares, amigos , vecinos y compañeros de trabajo. Muchos de esos contactos también estaban participando en la investigación, dado que la cantidad de población es pequeña en ese lugar. Estos datos permitieron hacer una red de relaciones entre los participantes.
Los hallazgos de los investigadores
Después de definir los nexos entre quienes participaban en el estudio pudieron definirse 50.000 vínculos entre ellos. A partir de eso, los investigadores comenzaron a cruzar datos sobre el estilo y la calidad de vida de los participantes. Querían saber si los cambios en uno de los miembros de esa red social tenía algún tipo de influencia en los demás miembros.
Uno de los asuntos que estaba en el estudio era el tema de la obesidad. Christakis y Fowler se propusieron entonces determinar si, por ejemplo, el hecho de que alguien se volviera obeso influía en su red social para que otros adquirieran también esa condición. Los resultados fueron sorprendentes.
Lograron determinar que si alguien se vuelve obeso, sus amigos tienen una probabilidad del 45% de volverse obesos también. A su vez, los amigos de sus amigos tendrían un riesgo del 20 %. Y los amigos de los amigos de sus amigos, presentarían un riesgo del 10%. Más allá del tercer grado no se observó ninguna influencia. Así fue como quedó establecida la regla del tercer grado de influencia.
Aspectos físicos y mentales
Los investigadores concluyeron que algo similar al tema de la obesidad ocurría con otras conductas como el tabaquismo. La regla del tercer grado de influencia también se cumplía allí. Así mismo, en ambos casos, el de la obesidad y el tabaquismo, operaba el efecto contrario. Si alguien adelgazaba en la red social, o alguien dejaba de fumar, también incidía sobre las conductas de los demás
Tanto Christakis y Fowler, como otros investigadores, han podido comprobar que todo esto se aplica también a las actitudes y las emociones. Por ejemplo, la gente que comparte amistades con personas que se sienten solas, tienden a sentirse solas también. Algo similar ocurre con los niveles de felicidad, las conductas cooperativas, el consumo de alcohol y casi todas las conductas y actitudes.
Para sorpresa de los investigadores, también se descubrió que las grandes figuras del espectáculo, por ejemplo, poco o nada influyen realmente en la conducta de la gente. Si una celebridad decide iniciar una dieta, esto no repercute en sus seguidores. En cambio, si es un amigo el que lo hace, la incidencia es muy visible.
¿A qué nos lleva esto? Principalmente a asumir que no somos islas. Que todo lo que decimos y hacemos repercute en los demás de uno u otro modo. Que si deseamos un cambio, la mejor manera de lograrlo es comenzando por nosotros mismos. De manera imperceptible esto comenzará a propagarse y puede dar lugar a esos grandes cambios que tantos añoran.